Violeta con V de Venganza
s de la ciudad de Mérinton. Su madre había muerto de una terrible enfermedad hacía muchas lunas atrás, tantas, que Violeta ya no recordaba su r
en la comuna del pueblo le enseñaron a cocer, bordar, cocina
iera parir y se dedicaría en cuerpo y alma al cuidado de su precario hogar. Se desviviría por su marido aun a sabiendas de sus fre
duda hubiese tenido Violeta si los Thorsen no se hubiesen cruzado en su camino. La ll
resar a Mopa; su yegua y compañera de aventuras, al establo sin que nadie la
iban vestidas de forma extraña, muy diferente a lo que Violeta estaba acostumbrada a ver, la más joven llevaba una falda negra corta muy ceñida, botas altas hasta las rodillas "piernas flacas" pensó Violeta para sus adentros y rió. Llevaba un blusa rosa brillante y encima una chaqueta del mismo color de la falda
de Violeta en cuanto la vio ac
estas la observaron con desdén ―ya alimenté a los cerdos hoy ―le dijo a su padr
mentar a los cerdos ¡AHORA! ―frunció los labios después de hablar, algo que hacía cuando estaba muy, muy e
lgo serio estaba pasando y Violeta decidió que su terquedad no ayudaría, asintió con la cabeza, se dio media vuelta jalando
ta y por supuesto que la conocía bien, sabía que ella no dejaría pasar la burla de aquella chica ―Violeta
y se detuvo frente a ellas, sacudía la cola de forma intensa y pateaba el suelo, su cuello estaba estirado hacia adelante y sus ojos lucían más grande de
cosa que Violeta no pudo ver, acercó la mano al hocico de Mopa, la yegua lamió la mano del joven y se calmó, "traidora" pensó Violeta. Miró al muchacho intrigada, era seguro que venía junto a las riquillas, pero era diferente, había algo e
o de la yegua. Violeta caminó a zancadas h
de la mano ―no le gustan los extraños ―agre
chicó la mirada, las pupilas marrones de ese joven desconocido se clavaron en
s pensamientos se le congelaron en la cabeza, igual que sus extremidades y su corazón. Miró al chico a detalle; su piel era casi tan blanca como la nieve, su cabello era castaño casi rubio y sus pupilas parecían dos gotas de mar; brillantes, índigo intenso como el mar de
n lo que ha ocurrido ―dijo Eiden
o impactada con Noah ―
la otra muje
iento
eguntas ¿quiénes eran ese montón de extraños? ¿qué hacía una familia de noble
tablo ―¿has visto sus caras de miedo? ―soltó una carcajada ―Se han puesto blancas como la leche
la conversación de Violeta con