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Violeta con V de Venganza

Capítulo 3 Un vínculo ineludible

Palabras:1221    |    Actualizado en: 21/06/2024

erta? ―preguntó Violeta poniendo sus puñ

no sabía que había un protocolo de modales para entrar a un establo ―agregó con tono burlón

o hay. Hay uuun.

él ―una norma,

las tontas damiselas en apuros y estaba ahí, dándose ínfulas de saber más cosas que ella. Observándolo con atención, notó el parecido con la presumida rizada, el mismo cabello, el mismo par de ojos grises, frios como hielo. Cogió un balde

pobladas estaban fruncidas, sus puños se cerraron, parecía un toro a punto de

, miraba a Violeta y Violeta miraba a Noah como si mirara a un ángel acabado de bajar del cielo ―Espera afuera, No

la salida, pero Eiden la cogió del brazo con fuerza

―Noah grit

ñorita ―apretó más fuerte el brazo de Violeta, el

n gruñido. Eiden le obedeció y fue como si hubiese sal

ella. Violeta, sintió su cuerpo arder, como si tuviese fiebre, ya no era solo.su corazon lo que palpitaba, sino todo su cuerpo. Cuando Noah la tocó se le rizaron todos

ponía frente a él un plato lleno de un intento de estofado, él

traños ahí, eso era lo que querían ―¿cómo? ¿cómo has podido? ―Violeta trataba de alzar la voz y le salía quebrada ―¿cómo has podido vender lo único que nos queda de ma

a, también prepararon sus cosas, atravesarían el mar de Vórtice en un barco, uno de eso grandes que llegaban todas las mañanas al

n dolorosos. Resultaron ser todo lo contrario, aquellos días fueron un sueño. Un hermoso sue

algo increíble aconteciera de un momento a otro, en la maña, mientras limpiaba el porche de la cabaña, vio un auto dete

eguntó Violeta cuando v

nstrucciones a los constructores. Levantarán una casa de campo aquí para él ―Noah se les acercaba despacio mirando a su alrededor como si fuese la primera

ndando a derrubar la cabaña donde ella y su madre habían sido felices ¿lo habían sido? No podía recordarlo, no siquiera er

Violeta ―le explicó su padre ―Ahora ve y limpia tu cuarto ―le ordenó con premura ― ahí dormirá el muchac

ntonó mucha ropa encima. Revisó debajo de la cama, sacó de ahí una lámpara de aceite y un pequeño libro rojo con inscripciones doradas, puso la lámpara en la mesilla al lado de

Noah y a su padre. Charlaban entret

os entrecerrados, seguro estaba preguntándose quien era esa niña educada y dónde estaba su ve

oleta es una excelente cocinera ―agre

apurada. No notó que Noah fue tras ella, tampoco n

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