Grandes Esperanzas
a mi vista en los demás. Con respecto a Joe, y tan sólo al pensar en él, me consideraba a mí mismo un monstruo en tanto que los tres discutían las ventajas que podría reportarme el favor y el conoc
cio agradable, por ejemplo en el de cereales y semillas. En cuanto a Joe, discrepó de los dos
deas más aceptables- dijo mi hermana- val
resuró a
gaba a la limpieza de la casa, yo me dirigí a la fragua de Joe y me quedé
ue el fuego, Joe, me
nco de habla. ¿Qué es ello, Pip? -Mira, Joe- dije agarrándo
das de lo que he dicho acer
-exclamó Joe-. ¡Ya lo
oe. Nada de e
l mayor asombro-. ¿Acaso quieres decirme q
. Casi estoy seguro de que no vas a decirme que
movía negativament
ad, Pip? Seguramente, si no les sirviero
poco,
- preguntó é-l.
No había n
e a Joe, éste me contempla
do creer eso. ¿Por
Joe, es q
Jo-e. ¡Espantoso! ¿
la cabeza inclinada al suelo.- Pero me habría gustado mucho que no me hubieses enseñado a llama
an, y que en casa de la señorita Havisham había una joven orgullosa a más no poder, quien dijo que yo era muy ordinario, y como comprendí que el calificativo e
Joe como para mí. Pero él se apresuró a extraeun rayo- es que las mentiras no son más que mentiras. Siempre que
dejar de ser ordinario, aunque comprendo bien por qué dijeron que eras ordinario. En algunas co
- contesté-. Soy ignoran
ncluso estaba escrita en letras de imprenta. Bastante me fijé en eso. Y, sin embarg
oco menos de nada. Tú te hace
apaz de escribir sus actas del Parlamento en letras de imprenta si cuando no era más que príncipe no hubiese empezado a aprender el alfabeto. Esto es indudable añadió moviendo significativamente la
ndo a las que son como ellas, en vez de ir a jugar con personajes extraordinarios. Eso me
o,
e eso, como si no hubiese sido intencionado. Y ahora mira, Pip. Yo, que soy buen amigo tuyo, voy a decirte una cosa. Si por el camino recto no puedes lle
enojado co
ostillas de ternera y de perros que se peleaban, yo, que soy buen amigo tuyo, te aconsejaré que cuando
mis oraciones, no olvidé la recom
s suelas de sus botas. Pensé, entonces, en que Joe y mi hermana estaban sentados en la cocina en aquel mismo momento, y también en que tanto la señorita Havisham como Estella no se habrían sentado nunca en la cocina, porque estaban muy por encima del nivel de estas vidas
día, y piénsese en lo diferente que habría sido el curso de aquella existencia. Es conveniente que el lector haga una pausa al leer esto, y piense por un momen