Grandes Esperanzas
pronunciar ambos nombres, no fue capaz de decir nada más largo ni más explícito que
mi familia fundándome en la autorid
e aquellos tiempos eran muy anteriores a los de la fotografía, mis primeras suposiciones acerca de cómo serían mis padres se derivaban, de un modo muy poco razonable, del a
l, cada una de ellas de un pie y medio de largo, dispuestas en simétrica fila al lado de la tumba de mis padres y consagradas a la memoria de cinco hermanitos míos que abandonaron demasiado pronto el deseo de
menterio; que Felipe Pirrip, último que llevó tal nombre en la parroquia, y también Georgiana, esposa del anterior, estaban muertos y enterrados; que Alejandro, Bartolomé, Abraham, Tobias y Roger, niños e hijos de los antes citados, estaban también muertos y enterrados; que la oscura y plana extensión de terreno que había más allá del cementerio, en la qu
ue un hombre salía de entre las tumbas por el lado del pórtico
apo viejo. Un hombre que estaba empapado de agua y cubierto de lodo, que cojeaba a causa de las piedras, que tenía los pies heridos por los cantos agudos de los pedernales; que había recibido nume
atemorizad-.o¡Por Dios, no me haga, señor! -
p, s
hombre, mirándom-e
Pip,
dónde vives. Se
llaba nuestra aldea, en la llanura c
hados, a cosa de una milla
iglesia volvió a tener-su forma porque fue aquello tan repentino y fuerte, el ponerme cabeza abajo, que a mí me pareció ver el campanario a mis pies-, cuando la iglesi
hombre lamiéndose los la-b. i¡oV
ella época mi estatura era menor de la que correspondí
aisjo! el hombre, moviendo la cabeza de un modo
agarré con mayor fuerza a la losa en que me había dejado, en pa
ó el hombr-e. ¿Dó
señor- c
os pasos y por fin se detu
ímidament-e. «También Geo
o a mi lado-. ¿Y tu pa
también. Fue el último de
ora dime con quién vives, en el
sa que toda
on la señora Joe Gargery, es
¿eh-?dijo mirá
de mirarme varias veces, se acercó
soltarme: de manera que sus ojos miraban con la mayor tenacidad y e
aber si se te permitiré seguir viviendo
slo que e
, se
más hacia atrás, a fin de darme a entender mi
clinarme--. Me traerás las dos cos-asañadió repitiendo la operació-.nSi no lo hace
y tan aturdido que me agarré
que me ponga en pie, señor, tal vez no me sen
ltar por encima de la veleta. Luego me sostuvo por los brazos en posición natu
te aseguro que te arrancaré el corazón y el hígado, los asaré y me los comeré. He de advertirte que no estoy solo, como tal vez te has figurado. Hay un joven oculto conmigo, en comparación con el cual yo soy un ángel. Este joven está oyendo ahora lo que te digo, y tiene un modo secreto y peculiar de apoderarse de los muchachos y de arrancarles el corazón y el hígado. Es en vano que un muchacho trate de esconderse o deda que pudiera alcanzar y que todo se lo llevaría a la maña
e! xclamó el hombre. Yo dije lo
prometido; recuerda también al joven
sanoches, señ
ando alrededor y hacia el ma-r.ja¡l
ación de la iglesia. Cuando se marchaba, pasando por entre las ortigas y por entre las zarzas que rodeaban los verdes montículos, iba mirando, según pareció a mis i
hacia mi casa a hice el mejor uso posible de mis piernas. Pero luego miré por encima de mi hombro, y le vi que se dirigía nuevamente hacia el río, abrazándose todavía con los dos br
n tapa sobre una pértiga, cosa muy fea y desagradable cuando se estaba cerca: era una horca, de la que colgaban algunas cadenas que un día tuvieron suspendido el cuerpo de un pirata. Aquel hombre se acercaba cojeando a esta última, como si fuese el pirata resucitado y quisiera ahorcarse otra vez. Cuando pensé en eso, me asusté