Te mereces todo mi amor
Autor: Ania Tepfer
GéneroModerno
Te mereces todo mi amor
Kathryn se dirigió al último piso, lugar donde se encontraba la oficina del CEO; cuando llegó, descubrió que la puerta estaba ligeramente abierta.
Willard se encontraba dentro, leyendo un documento con mucha atención; iba ataviado en un traje negro con su habitual corbata oscura, atuendo que le daba una imagen elegante y majestuosa.
Kathryn lo miró fijamente, cautivada por el hombre sin siquiera darse cuenta; no fue hasta que sonó el teléfono de Willard que ella volvió en sí.
"¿Ya averiguaste cuál es la fuente de las fotos?", el hombre respondió la llamada con frialdad, con una voz tan poderosa que llenó con facilidad la espaciosa oficina.
Kathryn se preguntó cuál sería la respuesta de la persona al otro lado de la línea.
Casi de inmediato, Willard espetó: "Dado que ese tipo no puede controlar sus manos, entonces no hace falta que las conserve".
La mujer quedó atónita tras escucharlo hablar con ese tono insidioso.
De repente, Willard levantó la vista para fijar su gélida mirada en la puerta:
"¿Quién anda ahí? ¡Sal de una buena vez!".
Cada centímetro del cuerpo de Kathryn se paralizó; la severidad en la voz del hombre la dejó absolutamente conmocionada. Afortunadamente, después de obligarse a respirar hondo para calmar sus nervios, ella fue capaz de abrir la puerta.
Los ojos de Willard se abrieron con desconcierto cuando la vio; lo último que esperaba era que esta mujer viniera a visitarlo a su oficina. "¿Kathryn? ¿Qué haces aquí?".
Kathryn colocó el recipiente de comida sobre la mesa y explicó:
"Te traje algunos postres. Date prisa y come mientras siguen frescos".
Ella había sido lo suficientemente precavida como para poner hielo en el recipiente e incluso lo guardó en una hielera pequeña en el auto mientras iba de camino a la oficina; había llegado justo a la hora perfecta para comerlos.
Mientras la miraba con el ceño fruncido, Willard le preguntó con escepticismo: "¿Qué clase de jugarreta estás tratando de emplear conmigo en esta ocasión?".
¿Realmente creía que le estaba tendiendo una trampa?
Kathryn levantó las cejas con aprensión y respondió de mala gana: "¿No puedo simplemente preocuparme por ti y hacer cosas para verte feliz?".
Willard se quedó atónito, pero su ceño solo se profundizó más; realmente no esperaba tal respuesta de parte de la mujer.
Kathryn se tocó la barbilla pensativamente y luego declaró: "Ya aclaré mi mente, y he decidido pasar el resto de mi vida a tu lado".
Él no respondió; su hermoso rostro se mantuvo inexpresivo y rígido.
Después de unos segundos de silencio, Kathryn se inclinó y tomó la mano del hombre, la cual evidentemente era mucho más grande que la suya; Willard comenzó a temblar ligeramente e, inconscientemente, tuvo la urgencia de retirar su mano.
Como si lo hubiera anticipado, la mujer agarró su mano con fuerza y lo miró fijamente con unos ojos brillantes, firmes y llenos de determinación:
"¿O acaso tú no quieres pasar el resto de tu vida conmigo?".
El aliento de Willard se atascó en su garganta. ¿Que si quería pasar el resto de su vida al lado de ella?
Por supuesto que sí, pero...
Willard cerró su mano alrededor de la de ella y la atrajo hacia su cuerpo para envolverla con sus brazos.
Tras tomarla por la cintura, él le preguntó mientras la miraba directamente:
"¿Tú quieres que me quede a tu lado?".
La voz del hombre era baja y aterciopelada, por lo que era difícil saber en qué estaba pensando.
Sin siquiera dudarlo, Kathryn respondió: "Sí".
Willard estudió su expresión cuidadosamente; la mujer se veía segura, como si tuviera toda la intención de mantener un matrimonio exitoso y pasar el resto de su vida con él.
De repente, comenzó a sonar el teléfono de Kathryn; con el ceño fruncido, sacó el celular de su bolsillo solo para descubrir que, en la pantalla, el identificador mostraba el nombre de Edmund.
Ella se apresuró a rechazar la llamada, pero el daño ya estaba hecho; en cuanto volvió a inclinar la cabeza hacia arriba, se dio cuenta de que los ojos de Willard habían adoptado de nuevo la frialdad de antes.
Kathryn sintió el impulso de darle una explicación al ver que en su boca se había formado una mueca burlona a la vez que apretaba los labios. Para su mala suerte, antes de que pudiera decir algo, el hombre declaró con un tono gélido: "Sin importar qué sea lo que estés tramando, más vale que desistas de ello ahora mismo. Pase lo que pase, no me divorciaré de ti. ¡Ni siquiera lo pienses!".
Evitando los ojos de su esposa, Willard la soltó.
Él asumió que recibiría una réplica, pero para su sorpresa, Kathryn simplemente le dedicó una brillante sonrisa:
"¿Quién dijo que quería divorciarme de ti?".
Ella agarró la corbata de su marido para que él pudiera mirarla más de cerca: "Nos casamos por los negocios de nuestras familias. ¿Realmente crees que podremos divorciarnos tan fácilmente? Además, ¿por qué no confías en ti mismo? Eres un buen hombre, y yo no soy ninguna tonta ni una ciega. ¿Por qué tendría alguna razón para divorciarme de ti?".
Sí, debía admitir que en algún momento había sido estúpida e ingenua. ¿Cómo iba a permitirse repetir los mismos errores?
Y ahora era consciente de lo mucho que la amaba Willard, tanto que incluso sería capaz de sacrificar su propia vida por ella.
¡Si no lo apreciara, sería la mujer más tonta del mundo!
Mientras pensaba en ello, otra pregunta surgió en la mente de Kathryn. ¿Su esposo realmente era un sujeto al que le faltaba tener confianza en sí mismo?
El hombre no estaba seguro de cómo responder a la pregunta; sus cejas se juntaron con fuerza y miró a Kathryn con asombro. Su esposa siempre se mostraba irritable e impaciente con él. ¿Qué la llevó a cambiar su actitud tan repentinamente?
Kathryn decidió dejar de molestarlo y mejor se dedicó a desempacar los postres para colocarlos frente a Willard. Luego, preguntó con tristeza: "Me tomó mucho tiempo hacer esto yo misma. Por favor, concédeme el honor de probarlos".
El corazón del hombre dio un vuelco cuando miró los ojos claros y llorosos de Kathryn.
Justo en ese momento, alguien llamó a la puerta; al abrirse, entró Marcus acompañado de un hombre de mediana edad con un traje impecable y zapatos de cuero relucientes.
"Señor Ellsworth, el señor Ramsey ha llegado".
¿Señor Ramsey? ¿Su padre, Leonel Ramsey? Los ojos de Kathryn se abrieron de par en par a causa del asombro; reprimiendo el fuerte deseo de correr hacia su padre y darle un fuerte abrazo, ella solo caminó hacia el hombre para hablarle con una voz que temblaba ligeramente.
"Papá, ¿qué haces aquí?".
Los negocios entre los Ellsworth y los Ramsey seguían en pie y prosperando.
Para ser honestos, no era de extrañar que Leonel apareciera en Olisburgh, pero su hija no pudo evitar sentirse avergonzada cuando recordó las cosas que hizo el día anterior, esto a pesar de ya haber cambiado por completo su actitud.
Willard se arregló la ropa y saludó con serenidad: "Hola, Leonel".
Él lucía imperturbable, como si hubiera anticipado la llegada de su suegro.
Leonel, por su parte, no ocultó su sorpresa al ver allí a Kathryn. Mirando por separado a la pareja, él comentó amablemente: "Vine para discutir algo con Willard. Kathy, ¿tú qué haces aquí?".