Te mereces todo mi amor
Autor: Ania Tepfer
GéneroModerno
Te mereces todo mi amor
Kathryn cayó desde la ventana; el viento resonó en sus oídos mientras su cuerpo se precipitaba hacia el suelo a toda velocidad. Después de tocar el suelo, rodó por la hierba.
De repente, un fuerte chirrido rompió el silencio; el sonido fue provocado por unos neumáticos que frenaron y rosaron con fuerza el suelo.
Kathryn yacía en el suelo, jadeando con fuerza; se hallaba en una posición incómoda, pero alcanzó a vislumbrar cómo aparecían ante ella un par de zapatos de cuero negro y brillante.
Al alzar la cabeza, descubrió a Willard mirándola.
Se trataba de un sujeto alto, delgado y completamente erguido, ataviado en un elegante traje; su rostro era atractivo gracias a sus facciones angulosas, y las cejas coronaban el par de ojos profundos y pensativos que poseía.
El corazón de la mujer se estremeció cuando este rostro familiar apareció a la vista; no había manera de explicarlo, pero el simple hecho de verlo provocó que se le formara un nudo en la garganta.
"Willard...", Kathryn cayó inconsciente justo después de llamarlo por su nombre.
El hombre se inclinó rápidamente para sostenerla entre sus brazos:
"¡Kathy! ¿Estás bien?".
Mientras perdía la conciencia, Kathryn pudo sentir los brazos de Willard aferrándose a ella con fuerza; su amplio abrazo la hizo sentirse segura de nuevo.
Poco a poco su mente se fue apagando, pero todavía pudo escuchar a Willard llamándola por su nombre con ansiedad; era evidente que estaba muy preocupado por ella.
Kathryn quería golpearse a sí misma. ¡¿Cómo podía ser tan idiota?!
¿Cómo no se dio cuenta de lo mucho que Willard la estimaba y lo bueno que era?
En lugar de corresponder su cariño, ¡terminó abandonándolo por el idiota de Edmund!
Caylee no estaba muy lejos de allí, escondida en las sombras; su mirada era tan venenosa como serpientes.
"¡Maldición! ¿Cómo pudo Kathryn escapar tan fácilmente? Bueno, no importa, ¡al final, todo lo de la familia Ramsey será mío!".
***
Kathryn no despertó hasta la mañana siguiente.
La suave luz del sol se filtraba a través de las cortinas mientras evaluaba su entorno; el lujoso dormitorio y su elegante mobiliario le resultaban familiares pero extraños al mismo tiempo.
Al moverse un poco, sintió un ligero tirón en el dorso de su mano; cuando se percató de la aguja y el tubo, descubrió que estaba conectada a un suero intravenoso.
Willard, quien estaba sentado en un cómodo sofá de cuero, alzó la vista y cerró la revista que tenía en la mano en cuanto escuchó el ruido que provocó la mujer. Él le preguntó: "¿Ya despertaste?".
Kathryn lo miró mientras sentía cómo su corazón se encogía; finalmente pudo verlo de nuevo.
¡Él estaba vivo!
Y no solo esto, sino que se encontraba a su lado, cuidándola mientras tomaba una infusión intravenosa.
¿Por qué fue tan ciega y abandonó a un hombre tan bueno como él por irse con un completo hipócrita como Edmund?
Ahora que estaba despierta, la expresión de Willard se tornó seria y preguntó con rigidez: "¿No me debes una explicación de lo que sucedió anoche?".
¿Una explicación?
"Kathryn, no me casé contigo para aparecer frecuentemente en los titulares de los tabloides", Willard se acercó a la camilla y arrojó frente a la mujer la revista que estaba leyendo.
¡La portada mostraba una foto de ella bailando en el bar!
El fondo se veía vibrante y colorido; entre la multitud, la silueta de la mujer lucía distinta, ya que su cuerpo parecía retorcerse de una manera salvaje y seductora.
El título declaraba: "La princesa pura e inocente de la Universidad de Iriebury cambió mucho. ¡A media noche salió de fiesta a un bar, completamente sola para mostrar su naturaleza insaciable!".
Aunque no fue de forma directa, el título prácticamente gritaba la nueva mala fama que la mujer se había ganado.
Sin embargo, Kathryn miró la revista con absoluta calma.
Su reacción irritó a Willard, quien la tomó de la barbilla con los dedos y la obligó a mirarlo directo a los ojos: "Parece que no te importa en absoluto".
¿Acaso era eso lo que ella quería? ¿Era tan grande su deseo de dejarlo, que estaba dispuesta a sacrificar su propia reputación?
El hombre apretó con fuerza su mandíbula y le provocó un dolor agudo, pero eso no le importó a Kathryn; ella se quitó la aguja de infusión para moverse con libertad y poder envolver con fuerza sus brazos alrededor de la cintura de Willard.
"Lo siento, lo siento mucho".
La mano de Willard se congeló en el aire y su cuerpo se puso rígido; parecía que Kathryn sí se sentía abrumada por la culpa.
No obstante, ¿cuán fría había sido con él, que incluso un simple abrazo podía conmocionarlo de esa manera?
"Juro que a partir de ahora no armaré ningún escándalo y viviré contigo en paz, ¿te parece bien? Por favor, no te enojes conmigo. Realmente lo siento".
Sin embargo, esta disculpa solo hizo que el ceño fruncido de Willard se profundizara y de repente empujara a Kathryn:
"No te preocupes por eso. Ya compré todas las revistas y me encargaré de explicárselo a tu papá por ti, ¡así que puedes estar tranquila!".
Kathryn se quedó sin palabras.
¿Realmente pensaba que ella se disculpó porque le avergonzaba el hecho de haber salido en el titular de una revista?
¡¿Cómo podía ser tan idiota?!
Si todavía fuera la misma de antes, la reacción del hombre la habría puesto furiosa.
Sin embargo, en ese momento no tenía idea de qué hacer; solo podía sentir una gran impotencia.
La habitación pareció congelarse por un momento.
Con la mano izquierda en el bolsillo, Willard miró a la mujer antes de decir:
"Descansa un poco. Yo ya me tengo que ir a la empresa".
Acto seguido, salió de la habitación y cerró la puerta detrás de él. Kathryn se sentó en la cama, sintiéndose un poco abatida por la frialdad con la que la había tratado.
¿Por qué Willard se mostró tan indiferente y la dejó a pesar de la condición en la que se encontraba?
Después de reflexionar un poco, ella no dejó que esto la desanimara tanto; se llevó una mano al pecho para sentir de nuevo el suave latido de su corazón.
"Willard, no perderé la oportunidad que la vida me dio para estar contigo. ¡No podrás escapar de mí!".
Justo cuando Willard se marchó, alguien llamó cortésmente a la puerta del dormitorio.
"Adelante", pronunció Kathryn.
El ama de llaves de la familia Ellsworth, Norah Deleon, entró con una caja en las manos; la mujer se acercó tímidamente y le entregó el objeto con cuidado.
"Señorita Ramsey, este es un regalo de San Valentín que el señor Ellsworth preparó para usted. Él espera que le guste".
En realidad, el matrimonio de Kathryn y Willard solo se realizó por intereses económicos; la familia Ramsey estaba cruzando por una crisis y necesitaban urgentemente obtener una gran inversión, mientras que los Ellsworth lideraban a las cuatro familias más ricas de Olisburgh.
Los dos grupos siempre mantuvieron una relación estrecha durante generaciones, así que al final las dos familias acordaron unirse a través del matrimonio.
Kathryn solo tenía 20 años, pero no tuvo más remedio que casarse con Willard por el bien de los Ramsey; ninguno de los dos estaba listo, ya que eran demasiado jóvenes y no estaban preparados para un matrimonio. Willard era muy reservado por naturaleza, lo que provocó que su esposa lo malinterpretara y tuviera la impresión de que no le agradaba; además, Caylee solo amplió ese sentimiento al hablar mal de él.
Cuanto más frío era con Kathryn, esta última más se convencía de que su marido no se preocupaba por ella en absoluto.
Debido a esto, en algún punto le prohibió a los sirvientes de la familia Ellsworth que la llamaran 'señora Ellsworth', todo únicamente con la intención de hacer enojar a Willard.
Pero, a pesar de todo lo que ella le hizo, Willard nunca la culpó desde el principio hasta el final; el hombre continuó tranquilamente arreglando los líos que causaba y tolerando cada una de sus agresiones.
Al recordar esto, y después de que Kathryn volviera a ver a la bondadosa Norah, sus ojos se llenaron de lágrimas.
"Por favor, llámame señora Ellsworth de ahora en adelante. He sido demasiado terca, y como esposa de Willard, es inapropiado que me llames señorita Ramsey".
Norah la miró con asombro: "Señorita... Señora Ellsworth, ¿ya lo pensó bien?".
"Si también he sido grosera contigo, así que por favor, perdóname. Sé que en el pasado me comporté de una manera demasiado infantil".
"Es bueno escucharlo. ¡Me alegra mucho que usted y el señor Ellsworth finalmente se lleven bien!".
Entonces, Norah procedió a abrir con cuidado la caja de terciopelo negro.
Un refinado brazalete de platino con incrustaciones de perlas descansaba sobre un cojín aterciopelado; la luz lo hacía brillar de una manera esplendorosa.
Conmocionada, Kathryn lo miró boquiabierta.
Tiempo atrás, se enamoró a primera vista del mismo brazalete, pero no pudo obtenerlo porque le dijeron que era personalizado y no estaba a la venta; recordó que eso la dejó muy deprimida durante bastante tiempo.
Sin embargo, ahora Willard acababa de regalárselo.
¡Solo podría significar que su marido le pidió a alguien que fabricara un brazalete idéntico al de aquella vez!
Al ver la reacción positiva de la mujer, Norah sonrió y le propuso: "Señora Ellsworth, déjeme ayudarla a ponérselo. Las perlas lucen elegantes y creo que le sientan bien".
"Claro, muchas gracias", Kathryn asintió con una dulce sonrisa en su rostro mientras su corazón se sentía feliz y relajado.
Aunque la actitud de Willard fue áspera, resultó que había preparado un regalo de San Valentín para ella; tal vez él sí sentía algo por su esposa.