Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey
Mi esposo millonario: Felices para siempre
Novia del Señor Millonario
El arrepentimiento de mi exesposo
Extraño, cásate con mi mamá
El réquiem de un corazón roto
El dulce premio del caudillo
Los Mellizos del CEO
Renacida: me casé con el enemigo de mi ex-marido
No me dejes, mi pareja
Con pesar levanta la vista y mira a lo que considera su fuente de fé, por años los súbditos y la familia real le ha rendido tributo a Ikna, el rey entre reyes, dios de dioses, encomendando cada alma en batalla y épocas oscuras donde llegaron a plantearse la idea de que su estirpe solo desaparecería de la tierra, ahora ella se pregunta, si sus plegarias podrían ser escuchadas, si con arrodillarse y colocar la frente en el frío suelo y rezar mientras su cuerpo tiembla de ira e impotencia y las lágrimas surcan su rostro, podría ser realmente escuchada.
Caminó por el largo pasillo, la noche surcaba Aritz, de hecho el calor comenzaba a ser insoportable y el clima no daba tregua a dar ni siquiera una pequeña briza, Amarü sentía el sudor correr por su frente y espalda y la tela incómoda pegarse a su torso, las velas que custodiaban el pequeño templo solo dejaban ver parte del lugar aún así para ella era suficiente, podría ir ciega a paso seguro porque sabría encontrar cada escondrijo y no sufrir daño alguno, con cuidado se detuvo delante de la deidad y en el tabloncillo de madera forrada en terciopelo rojo se arrodilló colocando sus manos juntas comenzando con susurros que fueron tomando forma y volumen mayor.
—Si bien mi fé, no es absoluta, hoy vengo a ti, a pedir ayuda—se lamió los labios con nerviosismo, si bien creía con fervor en lo que se le fue inculcado, rezar nunca había sido su fuerte—Ir a las tierras de Anskar, será mi propia perdición, sin embargo, una guerra con Farid, solo nos condenaría a todos solo a muerte y devastación, nunca he pedido nada mi señor, nunca, pero esta vez quiero, merezco ser egoísta, líbrame de este desafortunado destino, sin tener que vivir con la muerte de todo un pueblo sobre la espalda como castigo.
La vida era injusta, poner a su gente justo ahora en una posición de guerra no era lo que hubiera esperado, no cuando su padre al fin pensaba descansar junto a su madre, dejando atrás una vida de sobresaltos y amenazas, Aritz era pacífico, no habían cruzado más que simples palabras con otros reinos en años, no entendía, Amarü juraba que por más que pensara e intentara encontrar algo factible que le explicara de forma lógica el actuar del enemigo, no la encontraba, era como si solo hubieran decidido irse en su contra.
A lo lejos sonó un cuerno, era parecido a las armonías de guerra de su pueblo, solo que esta era más ecuánime y baja, como una orden que debe ser tomada sin refutar, y solo podría significar una cosa, habían aceptado la alianza con Anskar en aras de proteger ambos reinos de Farid.
Amarü cerro los ojos y respiró hondo.
A veces, llevar una corona era demasiado.
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—Padre ha enviado su respuesta a Arizt, y ha sido positiva en cuanto a la unión—dijo con voz baja sentándose a su lado, el contrario no volteo a mirarlo, de hecho parecía demasiado concentrado en ver el mar, el atardecer bañaba las aguas del puerto y las aves daban sus últimas acrobacias antes de retirarse—Nicholas—llamó dejando posar la mano en el hombro del aludido—Sé que esta no es la mejor situación, pero dependemos de esto, somos débiles por nosotros mismos, nuestro ejército...—la risa que le llegó por parte de este hizo que retrocediera solo unos pasos y mirara como si le viera por primera vez, era tan fría, vacía, carente de todo lo que podría hacerla humana.
—Y confinarme a un matrimonio arreglado parece ser la solución a todos nuestros problemas, ¿verdad?—sonrió—Eso es demasiado ingenuo, incluso para ti, Brian. Conocemos a muchos monarcas, ¿tenía que ser de Arizt precisamente?. No tenemos relaciones con ellos hace años.
—Padre quiere el bien del reino, solo eso...
—Padre solo busca su propio beneficio, mi querido Brian—rebatió en tono bajo, incluso calmado, para Brian era a veces–y solo a veces–fascinante ver la pasividad con que Nicholas se tomaba las cosas, tanta, que incluso creerían que carece de alma, su hermano mayor era todo lo opuesto a él, fuerte, decidido e iba de frente, era normal que padre lo eligiera para tomar el trono después de Sebastian partiera, ahora mientras lo veía ahí–sentado como si la derrota fuera parte de sí mismo–sobre una roca, sentía que a quien acompañaba esa solitaria noche era un desconocido.