alitzel000
1 Libro Publicado
Libro y Cuento de alitzel000
Luz Y Oscuridad
Adulto Joven Bella
1996
Alguna vez te has despertado de un sueño tan real y vivido, que no puedes saber si estás despierto o aún duermes.
Si no lo has experimentado, yo puedo contarte que se siente, es un miedo constante de perder la cordura.
Una ira irracional y miedo mezclado, qué el protagonista de mis pesadillas se materialize.
Despertar cada noche bañada en sudor, a la misma hora, con el corazón queriendo salir de mi pecho.
Pero sobre todo, miedo a olvidar a las únicas dos personas que dependen de mi.
Y una incertidumbre de no saber cómo empezó todo. De no recordar absolutamente nada antes de ellos, y solo ser atormentada por esos sueños y su voz.
Su voz alejándose, dejándome en un lugar vacío, muy dentro de mi, un dolor en el pecho y desolación.
¿Cómo es que he sobrevivido así?
¿Por qué no recuerdo nada?
¿Por qué no puedo deshacerme de este vacío doloroso? ¿Porque siento que algo me falta?
Le puede gustar
Entre Cenizas: Un Nuevo Pacto
Gavin El aroma familiar del mole, promesa de un futuro brillante y una beca codiciada, llenaba la cocina de la escuela mientras Sofía Romero se preparaba para el examen final.
Justo entonces, un empujón brutal de Daniela Vargas la lanzó contra la estufa, escaldándole el brazo y destrozando su plato.
"¿Qué crees que haces, gata arrimada?", espetó Daniela, acusándola de ladrona y de robar la receta ancestral de su familia, la misma que había sido la tradición de los Romero por generaciones.
Ignorando a Don Manuel, el viejo ayudante que conocía el pacto secreto, Daniela hundió el preciado cucharón familiar de Sofía en su mole, tirándolo al suelo con desprecio, mientras sus amigas se burlaban de Sofía por "coquetear" con Ricardo Vargas.
La humillación culminó en una agresión salvaje: Daniela, con la ayuda de sus cómplices, la tiró al suelo, y con un crujido nauseabundo, le rompió la mano con el tacón.
El dolor era insoportable, pero la traición de saber que Armando, el mayordomo que conocía la verdad del pacto que ligaba el destino de los Vargas a su familia, se puso de lado de Daniela, fue aún peor.
La advertencia de Sofía, "Están acabando con su propia fortuna", se cernía sobre ellos, pero Daniela solo aumentó la humillación, cubriéndola de harina.
En ese instante de abrumadora desesperación y abandono, un pensamiento le dio fuerza: Ricardo Vargas.
Ricardo llegó, interponiéndose entre Sofía y su familia, llevándola al hospital y revelando que él conocía el pacto ancestral.
"El pacto no está roto, Sofía", le dijo. "Solo está buscando un nuevo ancla. Un nuevo pacto. Entre tu familia y la mía. Mi rama de la familia."
Con la decisión de Ricardo de protegerla y establecer un nuevo pacto, Sofía, la chica de origen humilde, se levantaría de las cenizas. OPUESTOS
Eréndida Alfaro Emma Marmolejo era la típica buena niña, buena hija, buena estudiante, buena ciudadana, buena hermana, buena en todo; por eso, Fernanda Marmolejo, hermana menor de Emma, decidió ser lo que la otra no era, haciendo sufrir a los que no la querían por no lograr ser tan perfecta como su hermana, y dañando a su nada querida hermana, de paso. Pero las cosas no son como Fernanda las conoce, pues ella ni siquiera se interesa en ver más allá de lo que está frente a su nariz y, puede qué, para cuando se dé cuenta de cuál es la realidad, sea demasiado tarde para tener una vida normal. Emma y Fernanda son OPUESTOS, ¿o no? Mi Talento, Su Traición
Gavin La fábrica textil, nuestro universo, soltó una bomba: una beca para estudiar arte en España. Era un sueño, la única vía para escapar de una vida ya escrita.
Pero el mundo se me vino encima cuando, buscando consuelo en mi novio Mateo, escuché algo que me congeló: él, susurrándole a su prima Camila que mi talento era "local", que el verdadero puesto era para ella, conseguido con sobornos.
Regresé a la sala con el alma hecha pedazos, justo a tiempo para escuchar lo impensable: "Y la persona seleccionada es... Sofía Martínez." La ironía era cruel.
Mi padre me abrazaba, pero yo solo veía a Mateo, pálido, acercándose para pedirme lo imposible: "Sofía, ¿podrías... podrías pensar en cedérselo a Camila?" La traición era descarada, y el amor se convirtió en cenizas.
Con un dolor que me quemaba, me fui a España, a un taller rústico, con un mentor implacable, lejos del "glamour" prometido. ¿Podría mi talento, según ellos "local", sobrevivir en este nuevo y hostil mundo o sucumbiría ante su desprecio? El Fénix y Su Corazón Roto
Gavin El aroma a cebolla asada y cilantro, el perfume del esfuerzo de mi padre Don Pedro Ramírez, era el aire que respiraba mi sueño: una beca deportiva en la mejor academia del país.
Estaba a punto de tocar el éxito, hasta que un acto de mi supuesta caballerosidad lo torció todo.
Laura Pérez, la chica más popular de la escuela, me señaló con un dedo tembloroso y sollozó: "Él me atacó."
En cuestión de horas, mi mundo se desmoronó, mi beca se detuvo y mi apodo de "El Fénix" cambió a "El Monstruo".
Pero lo peor llegó cuando mi padre, mi héroe, murió en un "accidente" intentando limpiar mi nombre.
La culpa me carcomía, ¿por qué fui tan ingenuo?
Meses después, hundido en la miseria, los vi: Laura y Alejandro, riendo, confesando su cruel plan.
"Tu padre fue un imbécil por meterse donde no lo llaman. Se buscó su propio final," dijo ella con una sonrisa helada.
La rabia me cegó, me abalancé sobre Alejandro, pero sus guardaespaldas me arrastraron a un callejón.
Los golpes llovieron, y mientras la oscuridad me envolvía, mi último pensamiento fue: "Te fallé, papá."
Pero entonces, el familiar olor a cebolla y cilantro invadió mis sentidos.
Abrí los ojos, ileso, en el mismo callejón, escuchando el mismo grito de Laura.
Estaba en el pasado, justo en el momento en que todo comenzó.
Esta vez, no habría héroes.
Solo un Fénix resurgiendo de sus cenizas para cobrar venganza. El Secreto Bajo El Maltrato
Gavin El olor a madera vieja y el sudor se mezclaban en el patio, mis pies descalzos siguiendo el ritmo de un jarabe tapatío imaginario.
"Sofía."
La voz de mi madre, María, era un cuchillo: "¡Qué torpe eres, niña! ¡Siempre haciendo el ridículo! ¡Bájate de ahí, nos estás avergonzando a todos!"
Ese día en la fiesta de mi abuelo, mi cuerpo cayó al suelo, pero mi corazón se hizo pedazos cuando mi padre, mi santuario, me gritó con furia desconocida: "¡Lárgate a tu cuarto!"
Desde ese día, el mundo se encogió. La vecina me negó el pan, la gente bajaba la mirada en el mercado.
Todos parecían conocer un secreto sobre mí, una verdad terrible que me convertía en un monstruo a sus ojos.
¿Qué había hecho yo? ¿Qué palabra, qué frase, convertía el amor en violencia con un solo susurro?
Estaba sola en una isla de odio, rodeada por un mar de susurros que no podía entender.
Pero una noche, cansada de tanto dolor, decidí enfrentarla, gritándole: "Si tanto me odias, ¡déjame ir!"
Ella me agarró del pelo, pero antes de que me golpeara, la voz de mi abuelo tronó: "¡María, suéltala!"
Creí que la pesadilla terminaba.
Pero entonces, mi madre pronunció esas palabras que me helaron la sangre: "No sin saber la verdad, tengo que decirles algo. Un secreto."
Yo supliqué: "¡No escuches su secreto! ¡Por favor, abuelos, vámonos ahora!"
Fue inútil. Mis abuelos escucharon el veneno, y sus miradas de amor se transformaron en horror.
"Eres un error," dijo mi abuelo, y su golpe dolió más que todos los demás.
Me abandonaron. Todos. La "tía" Carmen, mi última esperanza, también me traicionó.
"¡Tía Carmen! ¡Ayúdame! ¡Me lo juraste!"
Pero ella, mi supuesta salvadora, solo miró.
La golpiza me dejó al borde de la muerte, pero el llanto de mi madre en la habitación contigua me detuvo.
"No puedo más, Carmen. No puedo seguir haciéndole esto."
Me arrastré, conteniendo la respiración, y pegué la oreja a la puerta.
Fue entonces cuando escuché el secreto, la verdad que lo cambió todo, una verdad mil veces más oscura de lo que jamás imaginé. Corazón Quebrado, Alma Incendiada
Gavin El olor a carnitas y el humo de cigarros llenaban el patio.
Era mi fiesta de despedida.
Mi mamá y mi papá, orgullosos, presumían mi carta de aceptación a la universidad.
"Nuestra Luz se nos va a la capital", decía mi padre con la voz quebrada. "Va a ser alguien grande."
El "Tío" José y mi abuelo Don Pedro me miraban con admiración.
"Siempre fuiste la más lista", me palmoteaba el Tío José.
Mi abuelo me entregó un sobre abultado de dinero.
"Para que no te falte nada, mi niña."
Todos aplaudían, me llamaban "Luz María", la promesa del barrio.
Pero en mi boca, la palabra "gracias" se sintió como ceniza.
Mientras todos caían borrachos, entre ronquidos y el zumbido de mosquitos, supe que era el momento.
Llené dos cubetas con gasolina.
El fuego corrió como una serpiente hambrienta.
Las llamas naranjas y rojas devoraban todo.
Vi las siluetas arder, escuché los gritos.
Contaba a los muertos en mi cabeza.
"Uno. Dos. Tres. Catorce."
En la sala de interrogatorios, el oficial Sánchez me gritaba.
"¡Catorce personas, Luz! ¡Incluyendo a tu propio abuelo! ¿No sientes nada? ¿Eres un monstruo?"
Él no entendía.
El Comandante Ramírez, con sus ojos cansados, me preguntó.
"¿Por qué una chica como tú quemaría a todo su barrio? ¿Qué puede hacer que una luz brille tanto hasta quemarlo todo?"
Lo miré, la sonrisa seguía en mi cara.
"No soy una luz, Comandante", le dije, mi voz sonando extraña. "Soy el incendio."
Pedí ver a mis padres.
Ellos entraron, mi madre con el rostro hinchado, mi padre envejecido.
"¡Dime que no es verdad, mi vida!", gritó mi mamá. "¡Ellos te dieron todo!"
"Yo prendí el fuego", dije en voz baja. "Yo los maté a todos."
Mi madre tembló. Mi padre palideció.
"¿Por qué?", susurró mi padre.
"Porque se lo merecían", respondí, con una sonrisa torcida.
Sus ojos se llenaron de terror.