Soy Roy Castillo, un pastelero, y hoy mi matrimonio de seis años, cimentado en la promesa de un amor inquebrantable, se desmoronó por completo.
Mi esposa Lina, mi salvadora desde la infancia y el ancla de mi frágil mundo, supuestamente me amaba solo a mí.
Pero un hombre llamado Máximo irrumpió en mi tranquila pastelería, Dulce Marea, sonriendo con suficiencia mientras pronunciaba las palabras que desgarrarían mi alma: "Ella y yo estamos juntos, está embarazada. El hijo es mío".
El impacto fue tan brutal que ahogó mis pulmones, desatando un ataque de asma que me arrastró a los recuerdos de mi trauma infantil, mientras la humillación se grababa en mi delantal con un mate arrojado.