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A Day Away
Sawyer, el mayor traficante de armas del mundo, dejó a todos en shock al enamorarse de Maren, la chica insignificante que nadie respetaba. La gente se burlaba: "¿Por qué perseguir a una cara bonita inútil?". Pero cuando las élites más poderosas empezaron a rodearla, sus mandíbulas cayeron al suelo. "¿Ni siquiera están casados y ella ya está aprovechando su poder?", suponían. Los curiosos investigaron el pasado de Maren... solo para descubrir que era una genio científica, una médica de fama mundial y la heredera de un imperio mafioso. Más tarde, Sawyer publicó en redes: "Mi esposa me trata como al enemigo. ¿Algún consejo?".
Moderno
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Caigo rendida en la cama luego del increíble sexo que Dixon me acaba de dar. No siento mis piernas después de tanto temblor, y de ese sexo oral que anteriormente me hizo mientras me tocaba ligeramente los pechos con ansías.

Me doy la vuelta y lo miro. Él solo está mirando el techo.

—Me follas increíblemente, cada vez mejor. ¿Cómo le haces?

No me responde, miro el techo de la misma forma que él.

—Atenea, hace tiempo quiero decirte algo… Y es sobre esto. —Dixon se da vuelta y nos miramos fijamente. Siento algo en el abdomen, algo que me golpeará muy feo.

—Dilo.

Bueno, él sabía cómo mi contestación iba a ser depende de tan grave sea el asunto. Se levantó y se vistió inmediatamente.

Entonces supe que era algo malo.

—Voy a casarme con Melanya.

Fue directo a donde más me dolía. Él tenía una relación desde ya hace dos años con Melanya, una accionista de arte que vivía en Brooklyn. A pesar de la distancia, él y ella llevaban su relación por las nubes. Cómo un rascacielos de Manhattan.

—¿Qué? ¿Me lo dices en serio o es otra de tus bromitas sexuales?

—Te lo digo en serio, Atenea… —me dijo sin más, tomó su celular y vio las llamadas perdidas de ella—. Esto ya no puede ir más a fondo.

Reí por lo bajo.

—De todas formas, seguirás cogiéndome contra la pared a sus espaldas.

Dixon se acercó a mí de forma violenta, me tomó del rostro y me hizo mirarlo fijamente.

—Estoy cansado de tus caprichos, Atenea, estoy harto de tu mierda. Harto de ti, de todo lo que tienes en mente y de lo que me haces. Estoy harto de cogerte, y cogerte de la manera en que siempre lo he hecho por estos tres años. Harto de tener sexo contigo. Ya no quiero más de esto.

Me solté de su agarre y le abofeteé la cara de un solo golpe.

—Mientes. Siempre mientes. Siempre vuelves a mí, esto ya ha pasado. Dixon, eres un gran y maldito mentiroso. No creo en tus palabras, solo tiras mierda de tu boca. —Dixon era una persona violenta, sin control de sus impulsos, y como siempre de alguna forma de lastimaba hasta follarme contra algún mueble diciéndome que era totalmente suya.

Me acostumbré a ese tipo de amor tóxico, fuerte, violento.

Y también a estar ciegamente aferrada a su sexo tan mierda, pero satisfactoriamente duro. Estaba enferma, cegada, lo sé. Pensarás: Que asco de protagonista, tiene una dura y enferma obsesión con el hombre que se ha cogido durante tres años y además le es despreciable. Pero ¿qué? Era sumamente egoísta.

Entonces, el impulso de Dixon me tomó por sorpresa. Me tiró a la cama y me abrió de piernas para luego meter su lengua en mi sexo. Lamió hasta hacerme caer de puro placer, pero luego me acercó a él y me lo dijo claramente:

—Odio hacerte sexo oral, odio todo de ti.

—Cállate y sigue lamiendo, solamente dices tonterías —Dixon se levantó y se sentó en la cama. Otra vez sus mierdas me afectaban.

Tomó los cigarrillos de la mesita de luz y prendió uno.

Se sentó en el borde del ventanal y suspiró.

—Hace tiempo dejé de quererte.

Eso me dio como un puñal en el corazón.

Comenzó a llover a cántaros de repente.

—¿Por qué sigues aquí entonces? Pudiste haberte ido.

—Este trabajo es mi puta vida, Atenea, algo que no entiendes porque jamás has tenido que lidiar con un empleo. Tienes cuentas que pagar, una vida que seguir, una futura esposa que complacer…

Maldita sea Melanya.

Maldito sea Dixon.

—No me interesa tu estúpida vida, Dixon. Solo pienso que exageras, has sido esta persona desde que tengo memoria. Pero ahora piensas que es fácil dejar todo esto atrás porque te casas con esa estúpida neoyorquina.

—Atenea, esto debió acabar hace mucho tiempo. Así que presentaré la renuncia hoy mismo, y me iré hoy mismo a Brooklyn —toma su chaqueta y de allí saca una invitación de bodas. Abro el sobre y veo un diseño elegante con sus dos nombres—. Tú y tu familia están invitados, ya sabes, no dejaría a tu padre ni Rebeca fuera de esto. Ni tu tía Aryan ni tampoco Cameron. Sé que Lucian y Dana ahora cuidan de Georgia, pero ellos también pueden venir si quieren…

Dejé la carta en la mesita de luz y me crucé de brazos.

—¿En un mes? ¿Te casas en un maldito mes? —quiero romper a llorar. Es tóxico su amor, duele, es enfermizo, pero me encantaba. Y odiaba hacerlo, porque sabía que aquello era totalmente malo y oscuro. No podía despegarme de él.

—Melanya lo prefirió así… No tengo más de que huir, solamente de ti.

Abrió la puerta de la habitación, el cuarto de huéspedes que se ubicaba a más de cinco metros de la mansión. Me miró de nuevo como un adiós, pero simplemente fue eso.

Me dejó desnuda y con frío, parada en el medio del pasillo antes de llegar al jardín.

Se había acabado todo con Dixon, como lo fue con todo lo que había soñado.

Maldita vida de rica.

Me visto rápidamente y corro detrás de él. Cuando llego al pasillo de la entrada de la mansión, lo escucho hablando con mi padre en su oficina. Claramente mi padre no estaba nada contento, se notaba por su tono de voz. Furioso, golpeando la mesa. La respiración de Dixon podía sentirla como si estuviese cerca de mí.

—¡No puede ser cierto, Dixon! ¿Recién me lo dices? ¡Tuviste tres años para decírmelo! No puedo creer lo que has hecho… Esto es inaceptable. Sabes que mi hija es tan solo una niña, pero ¿tú haciéndolo? Es algo que no te perdonaré… —Mi corazón se sacudió fuertemente al escuchar esas palabras.

—Lo siento, señor Brown, no era mi intención no decirle lo que pasaba. Me ganó el miedo quizás, pero estoy muy arrepentido y…

—¡Cierra la boca, mierda! —Dixon calló sus palabras al instante—. Estoy decepcionado de ti, ¿cómo pudiste…?

En ese momento había sin querer abierto la puerta, y ambos se giraron a verme.

—Atenea… —musitó Dixon, con lágrimas en los ojos—. Yo no quise hacerlo… Te lo juro.

—Bien, ¿estamos todos ahora? —Tuve que secarme las lágrimas que de repente me salieron de los ojos—. Atenea, ¿es cierto lo qué me está diciendo esta basura sobre ti?

Estaba a punto de asentir, estaba.

—Señor, Atenea no tiene la culpa. La culpa fue mía. No la cuidé como le prometí, y ahora estoy muy arrepentido de ello. Nunca quise… —me quedé paralizada en cuanto me vio, se giró a verme porque sabía que iba a decir esa palabra—. Nunca quise que su socio la tratara de esa forma acosadora. Fue un descuido mío.

Dixon había mentido, ¿el por qué? Para salvarme de mi padre.

Era violento y tóxico, pero de buen corazón a pesar de estar tan enfermo.

—Atenea, hija, ¿por qué nunca me lo dijiste? —Mi padre se acercó y me tomó del rostro, con los ojos casi llorosos. Aquel acoso había sido real, y fue horrible que su socio quisiera comprarme como a una prostituta—. Hija, lo siento mucho. Me siento culpable yo de haberte dejado tan expuesta a ese mundo. No volverá a pasar.

Mi padre me abrazó y me quedé en vista a Dixon.

—Señor… quería decirte que lo siento… —Dixon quiso hablar, pero mi padre no le dejó.

—Estás despedido, Dixon. Recoge tus cosas y lárgate. Y gracias por tu invitación a la boda, pero siento que me has traicionado por completo. No quiero verte más aquí, vete por favor. —Él nos quedó mirando atónito.

Se levantó y se retiró rápidamente.

—Papá, no tuviste que… —tuve que callar mis palabras cuando Maia y Cameron aparecieron en la escena. Cameron traía viejos documentos, ahora trabajaba con mi padre. Maia había entrado a limpiar la oficina.

—Luego hablamos, princesa, tengo mucho trabajo que hacer.

Se fue sin decirme más nada, Maia —mi sirvienta personal y mi mejor amiga desde que tengo memoria— me miró con mucha intriga. Se acercó a mí y me tocó el brazo.

Me conocía de pies a cabeza, sabía lo mal que estaba.

—¿Lo despidieron? ¿Tu padre supo la verdad? —preguntó preocupada.

—No. Dixon mintió y dijo que me descuidó cuando fuimos al aniversario de la empresa cuando Farrell quiso pagar una noche conmigo… Pensé que lo diría todo, lo pensé con fuerzas que cuando mintió no pude creer que me hubiese…

—Protegido. —Maia completó la palabra, me abrazó de repente haciéndome sentir demasiado relaja en sus brazos—. Estoy aquí para ti, amiga. Estará todo bien. Nena, tienes tiempo, tu madre no ha salido aún de la casa. Ve y alcanza a Dixon, habla con él.

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Atenea

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