Novia del Señor Millonario
Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey
Mi esposo millonario: Felices para siempre
El arrepentimiento de mi exesposo
Extraño, cásate con mi mamá
El dulce premio del caudillo
Los Mellizos del CEO
El réquiem de un corazón roto
Yo soy tuya y tú eres mío
El gran regreso de la heredera despechada
Algo que siempre e tenido presente es que nuestro corazón no escoge a quién amamos, aunque la parte racional de nosotros nos diga que no es el indicado, aún así nos aferramos a la idea de que sea lo contrario.
Y eso es lo que me llevo a perderme, debí hacerle caso a mí instinto, a lo mejor no estuviera tan rota de haber sido así.
El llegó como una luz a mi vida, pero que podría saber yo si tan solo era una adolescente, no pensé en que ese chico que parecía tan bueno terminaría persiguiéndome toda la vida...
O eso pensé hasta que aparecieron ellos.
Capitulo 1
Todos los días eran una lucha para mí, las noches eran largas y los recuerdos siempre me perseguían... Él siempre me perseguía.
Trato de alejar esos pensamientos de mi mente y me levanto de la cama, siempre era lo mismo todas las mañanas, lo primero que hago al despertar es recordar y es algo muy frustrante la verdad. Porque odio recordar.
Hace unos meses me gradué de la preparatoria y hoy me mudare a la universidad. Específicamente me iré del país también.
Quiero estar lo más lejos de aquí e intentar hacer una nueva vida.
Obviamente mi madre no está de acuerdo, piensa que es ridículo mudarse de Nueva Zelanda a Nueva York, se que está lejos pero es lo que quiero y es lo mejor para mí.
Ella dice que ya debí superar esa situación, no importa cuántos psicólogos haya visto, ninguno haría que olvidara lo que pasó y eso era algo que ella no entendía. Lo que me pasó no es algo que el dinero pueda borrar.
En cambio mi padre si lo comprendía, ser hija única tenía sus beneficios, como ser su consentida, él fue quien me ayudó a convencer a mamá de dejarme ir tranquila. Aunque si no la hubiera convencido igual me hubiera ido.
Mi vida ahora era una rutina que llevaba de una manera monótona, el bañarme al pararme, vestirme y prepararme para la preparatoria, pero en esta ocasión me prepararía para abordar un avión hacia lo que esperaba que fuera un respiro para mí corazón y mi alma.
Cuando me vengo a dar cuenta ya estoy bañada y vestida parada frente al espejo alisando mi cabello.
Dios me extraño tanto...
Antes mi cabellera tenía un brillo que resaltaba su color negro y mí piel que al ser bastante pálida resaltaba aún más, mis ojos son de un color marrón, pero no ese que es color caca, es un marrón que tiene un brillo que los hace ver profundos... Bueno tenían ese brillo, eso también lo había perdido como muchas otras cosas de mi misma.
Mi madre hizo todo lo posible para hacerme cambiar de opinión, me mostró las mejores universidades de Nueva Zelanda pero simplemente era el estar aquí lo que me hacía sentir peor cada día.
Mi único refugio había sido estudiar porque a pesar de todo todas mis notas eran excelentes y eso me abría las puertas en todos lados. Quería estudiar contaduría desde que era una adolescente y a mí padre le alegraba que siguiera sus pasos, aunque no lo hacía por él, si no por mí, pero me gustaba que estuviera orgulloso de mi.
Escucho como alguien entra a mí habitación y me volteo lentamente para observar qué es mi madre.
No la había oído subir, pero esto siempre me pasaba ya que un noventa por ciento del tiempo me la pasaba dentro de mi mente y eso me distraía mucho de lo que sucedía a mi alrededor.
—Llegaras tarde al aeropuerto Mhia— dice y yo hago un pequeño puchero— ¿O es que te arrepentiste y ya no quieres ir?— noto como algo brilla en sus ojos. Ya quisiera que me quedara, pero no sería así.
Hago algo parecido a una sonrisa, desde hace tiempo ya no sabía lo que se sentía al sonreír de verdad.