Todo era un remolino en la cabeza de Andrea, allí estaba con su familia en el Aeropuerto Internacional del Caribe ʺGeneral en Jefe Santiagoʺ despidiéndose para partir a Maiquetía y luego al Aeropuerto Internacional John F Kennedy. Una decisión un tanto difícil de tomar, pero sin lugar a dudas algo que cambiaría su vida por completo. Se vio incitada a tomar la decisión por el apoyo de su primo Alexandro Rodríguez quien ya lleva años viviendo en esa ciudad.
Para Andrea era toda una aventura, pero también albergaba en ella el miedo a fracasar. Estaba consiente que no sería fácil, otro país, otras costumbres y otro idioma que dominaba a la perfección, una nueva puerta se abría en su camino. Dicen que el tren pasa una sola vez y hay que aprovecharlo muy difícilmente ese tren pueda pasar una segunda vez. Juró disfrutar cada oportunidad que el destino preparaba para ella.
—Cariño mío cuídate ¿sí? —Alfredo Rodríguez besó la frente de su tercera hija—. Hazle caso a tu primo, nada de cosas raras por favor. No te olvides que papi siempre estará esperándote con los brazos abiertos —Se acerca a ellos su hermana menor.
— Si te olvidas de mí te juro por mamá que agarro el primer avión con destino a Nueva York y te mato Andrea de los Ángeles —balbuceó Alexa—. Saludos al primo, nada de andar dándole quebraderos de cabeza que te conozco, piensa muy bien las cosas allá no estará papá para sacarte de problemas y defenderte.
—Tranquilos todos, jamás me olvidaría de mi familia— después de esas palabras se unió toda la familia para darse un caluroso abrazo— ustedes ante todo siempre serán lo más importante para mí, están en mi corazón y nadie les robará ese lugar. Roxana —señaló a su hermana mayor— cuida muy bien de los mellizos, tenles paciencia y sobre todo déjalos ser niños y divertirse —hizo una pausa el nudo en su garganta la estaba asfixiando—. Ricardo cuida de la pequeña Julianna dentro de unos añitos te pondrá la cabeza como un bombo cuando tenga muchos novios como su tía —abrazó a su hermana—. Alexa hermanita, no llores pequeña. Si éste de acá te hace algo —expresó viendo a su cuñado— vengo desde allá para hacerlo trizas ¿Me estás entendiendo Gabriel?
—Sí cuñada tranquila, la cuidaré con mi vida lo juro y cuidado no nos toque a nosotros ir a buscarte —ambos se abrazaron como si fuesen hermanos de sangre, en cuatro años compartiendo juntos para Andrea eran más que cuñados, era ese amigo que siempre la aconseja en sus peores momentos y le estaría eternamente agradecida—. Te quiero fea cuídate.
—Papá, Elena a ustedes les pido que sigan adelante, sé que al principio de su relación me opuse y mi actitud no fue la más adecuada y no saben cuánto me avergüenzo de ello. Se merecen ser felices, se merecen el cielo por todo los que nos han dado —sus mejillas se vieron bañadas por alguna que otra lagrimilla traicionera—. Cuídalo con tu vida es el hombre más especial, atento, responsable, caballeroso y comprensible que jamás conocerás. Él es todo para mí, por eso te ruego que desde hoy sus días sean maravillosos, que mi ida no de hincapié a la tristeza —se fusionaron en un abrazo— piensen en lo feliz que me harán, los amo.