El salón parecía una obra de arte diseñada para impresionar. Candelabros de cristal flotaban sobre mesas cubiertas de flores blancas, y las risas falsas se mezclaban con el tintinear de copas de champán. Todo olía a éxito, a poder, a perfección.
Victoria Ríos, la mujer detrás de esa perfección, estaba de pie al centro del universo que ella misma había construido. CEO de Maison Ríos, diseñadora icónica, portada de revistas internacionales. Nadie podía tocarla. Nadie podía alcanzarla.
Pero esta noche, ella no quería estar ahí.
El aire le resultaba denso, sofocante. Las felicitaciones vacías, los brindis, los fotógrafos, sus propios empleados… Todo era parte de una obra teatral que ya no tenía sentido.
Una sonrisa más. Un saludo más. Un apretón de manos.
Hasta que algo en ella se quebró.
—Voy al tocador —dijo a su asistente, y antes de que alguien pudiera reaccionar, Victoria ya estaba cruzando la cocina del hotel, deslizándose entre meseros y bandejas, hasta salir por una puerta de servicio que daba a un callejón húmedo y oscuro.
Nadie la siguió.
Caminó sin rumbo, los tacones resonando en el asfalto, hasta que se los quitó con fastidio. Siguió descalza, con el vestido de seda deslizándose sobre sus piernas mientras el viento frío la despeinaba y borraba lentamente el perfume caro que llevaba encima.
No tenía plan. Solo quería desaparecer.
Terminó en un bar de mala muerte, donde el ambiente olía a humo, cerveza rancia y abandono. Nadie la reconoció. Ni siquiera la miraron demasiado.
—Whisky, doble. Sin hielo —ordenó.
Y luego otro. Y otro más.
La noche se convirtió en una sombra borrosa. Las risas ebrias salían de su boca sin razón. En algún momento, dejó el bar tambaleándose. Ya no sentía el frío. Ya no pensaba en la colección que debía presentar en París. Ya no era la reina de la moda.
Solo una mujer vacía huyendo de su propia vida.
Cayó sobre una banca de parque, el vestido sucio, el maquillaje borrado por las lágrimas que ni siquiera notó que había derramado. Se dejó caer como una muñeca rota.
—¿Y esta aparición? —dijo una voz masculina.