Adhara
— Feliz cumpleaños Fresita.— La voz de Aarón hace eco en toda mi habitación a través de la llamada— ¿cómo está la pelirroja más hermosa que ilumina toda Escocia?
Río por lo bajo ante su efusividad a esta hora de la mañana, no me considero una persona perezosa pero definitivamente despertar el día de mi cumpleaños a las ocho de la mañana no es muy divertido que digamos.
— He estado mejor ¿Tú por qué tan feliz si odias levantarte tan temprano un domingo? — agrego vagamente.
Y lo entendía, ciertamente si. Si no hubiese llamado probablemente aún estuviese dejando babas por toda mi cama y no teniendo una conversación tan poco emocionante a estas horas.
— Te dijera, pero si lo hiciera de pronto pierde toda la diversión y deja de ser sorpresa.
Me incorporo espantada, ni en broma aceptaré eso. El concepto de diversión de Aarón siempre va al extremo. Tengo experiencias suficientes como para argumentar en su contra respecto a eso. La última vez terminamos siendo arrestados en ropa interior porque queríamos nadar. Si se tratase simplemente de nadar en un lugar cualquiera lo hubiese entendido y ahora solo me reiría, pero no, se nos ocurrió la brillante idea de pasear en el yate a las cuatro de la mañana por el mismísimo río Támesis, lanzar fuegos artificiales porque las nubes oscuras tapaban las estrellas y la Luna se sentía sola.
Solo diré algo de esta experiencia, fue vergonzoso. De ahí viene la expresión de horror que tengo ahora mismo en el rostro.
— Sea lo que sea, olvídalo. Mi padre está en la ciudad y no quiero mis fotos esposada en ropa interior en una comisaría rondando nuevamente por internet.
— Me estás matando Fresita, le quitas lo divertido a la vida.
— Vete a dormir Aarón, nos vemos en el almuerzo.
— Definitivamente necesitas mejorar esos gustos tuyos. Yo soy la bomba organizando fiestas baby. No valoras mi potencial.
Bajo la protesta sin cesar de Aarón le prometí que me pensaría si lo dejaba organizar el After de mi fiesta de cumpleaños, pero siendo sinceros no es como si hubiese tenido otra opción. Me arrope nuevamente y dormí plácidamente hasta que un mensaje de mi padre unas horas más tarde me despertó.
— Feliz cumpleaños linda, espero que descansaras bien. Necesito que estén listas pronto, Omar pasará a recogerlas en una y media. Besos papá.
Genial, como si arreglarse para ser el plato principal de un almuerzo de críticas fuese lo más sencillo del mundo.
Si ser presentada de manera oficial a los medios y personas de alto nivel no es lo suficientemente intimidante, sumemos a eso el hecho de que las personas más influyentes de la elite estarán allí e intentarán emparejarme con algún hijo de un político, canciller o algo así.
Por suerte no estaré sola en esa tortura, mi hermana también opina lo mismo al respecto y reconozco que es menos flexible respecto a verse obligada a aceptar un matrimonio por conveniencia.
Me levanto, tomo un baño y me pongo un juego de dormir de dos piezas para salir en busca de mi hermana.
Los pasillos de la mansión se sienten agradables cuando no hay personas recorriendo los salones, o los hombres de papá por cada esquina acechando como si viviese en una prisión.
Miro los alrededores y emergen en mi mente miles de recuerdos en este lugar.
Me imagino corriendo detrás de papá, quejándome porque mi hermana no quiere jugar conmigo o simplemente con la cara llena de chocolate de tanto escabullirme a robarlo la cocina mientras me preparaban mi pastel favorito.
Buenos recuerdos y magníficas sensaciones hacen vibrar mi pecho de alegría.
Recorro prácticamente media mansión para llegar desde mi habitación a la de mi hermana para felicitarla y forzarla a levantarse y así llegar a tiempo a los compromisos del día de hoy.
Cuando llego me recibe una puerta entreabierta con una habitación oscura y silenciosa.
No puedo creer que aún esté en modo oso a estás horas y me toque despertarla con ese mal genio que se trae cuando la levantan. A veces no sé si soy la hermana o la mamá gruñona en esta relación.
Entro y le pego un grito para hacer esto más rápido, además admito que amo molestarla y ver su cara malhumorada cada que hago esto.
— Alana, espero tener tu fea cara lista en treinta minutos para bajar, papá nos espera para almorzar.
Un gruñido ronco es la única respuesta que recibo del cuerpo que yace inerte bajo las sábanas.
No puedo creer que entre todos los días del mundo ella decidió emborracharse descomunalmente el día antes de nuestro cumpleaños, justo cuando sabe que estará toda la familia y socios de papá aquí para celebrarlo. Sabía que esa fiesta de anoche no era buena idea, debí traerla conmigo cuando regresé a la una de la mañana. Pero cómo hacerlo si la señorita se me desaparece.
— Alana levanta ese trasero de una maldita vez si no quieres que llame a Omar para que te saque a rastras de esa cama — demando con un tono autoritario en un vago intento de intimidarla.
Amenazarla con Omar siempre funciona, aún recuerdo el día que la lanzó en la bañera porque no quería levantarse.
Desde la cama una almohada es lanzada en mi dirección pero rebota contra la pared.
«Pero será idiota»
Supongo que será por las malas entonces. Doy media vuelta hacia las cortinas y las abro de un tirón, haciendo que se filtre de forma intensa los rayos del sol.
— Maldita sea déjame dormir demente.
¡Un momento! Esa no es la voz de mi hermana...
Cierro de golpe nuevamente las cortinas y comienzo a girar muy despacio hasta que mi mirada se encuentra con unos pies extraños.
Ok, definitivamente esos no son los pies de mi hermana, a menos que Alana sea como Fiona que se transforma en ogro y le cambie el cuerpo.
Mi mirada indiscreta va subiendo por el cuerpo de la persona que ocupa la cama de mi hermana, lo siguiente que veo son unas piernas fuertes y muy definidas, a medida que voy subiendo con la mirada estoy cada vez más tentada a comenzar a gritar que se ha colado un extraño, pero el maravilloso cuerpo que está prácticamente al descubierto dejando muy poco a la imaginación, me impide hacerlo.
«A mí me gustan mucho de esos»
A mí también querida conciencia.
Mi vista queda fija en su abdomen que sube y baja a un ritmo lento y pausado. Tiene unos abdominales muy bonitos, y de pronto se aloja en mí una enorme curiosidad de cómo se sentirá ese trabajado abdomen bajo la punta de mis dedos o de trazar las líneas que esculpen su cuerpo para apreciarlas suavemente y sin distancias.
Ok, definitivamente mis hormonas están revueltas y no estoy siendo objetiva.
Mis mejillas comienzan a calentarse cuando soy consciente de la tienda de campaña que llama mi atención «justo ahí» por su erección matutina. Esta situación me da demasiada vergüenza así que terminaré cuánto antes con esto porque sé que es imposible que mi hermana esté aquí con él.
— Lamento mucho molestarte pero ¿podrías decirme dónde está mi hermana?
— Crees que te puedes callar un rato o irte de una vez. ¿Te parezco niñero o qué?
Uhhh pero que grosero, menudo idiota a esta hora de la mañana.
Vale, mi hermana no está y el señor tienda de campaña no está siendo muy amable que digamos, así que mejor me largo de una vez.
Solo me pregunto cómo terminó él en la cama de mi hermana, y sobre todo, dónde estará metida ella.
Cuando me dispongo a salir de la habitación la puerta comienza a sonar con un leve toque.
No es posible que este día pueda empeorar más.
— Alana tu hermana te estaba buscando y papá se ha cansado de esperarlas, te espero abajo en una hora para llevarlas al yate.
Mierda, sabía que Omar vendría si me tardaba en bajar con mi hermana, pero si entra en la habitación estamos perdidas ambas. Ella por tener un chico en su cama y yo por estar en la habitación con un chico semidesnudo. Digamos que mi hermano raya lo obsesivo respecto a ser celoso y sobreprotector.
Al no recibir una respuesta su toque se vuelve cada vez más fuerte, pero no se que hacer para no dejar a mi hermana al descubierto.