Me bajo de mi auto y llego a la cascada, donde quedé a encontrarme con aquel hombre; un hombre alto y guapo, todo de él grita lujo; el hombre que conocí en aquella fiesta elegante.
Respiro profundo. Nunca he sido una chica asustadiza, pero debo admitir que estoy nerviosa, jamás había hecho algo como esto, siempre me he metido en problemas de niña rica, pero esto es otro nivel, sin embargo, en cuanto escuché la oferta no pude decir que no.
—La nena cumplió —escucho su voz y me sobresalto, volteo y está allí, con su traje y sus dos guardaespaldas.
Dos hombres robustos y de piel morena. Dan miedo.
Él me empieza a recorrer el cuerpo con una mirada lasciva, una mirada que acostumbro a que me den pero no de esta forma. Es como si tuviera rayos en sus ojos. Como si conociera cada parte de mi ser o al menos quisiera conocerlo.
Lentamente también inspecciono de nuevo lo que llevo puesto; una blusa ceñida a mi cuerpo, una falda corta y unas botas largas, mi bolso de mano y mi cabello suelto.
—Por supuesto —respondo cuando me doy cuenta que he tardado en hacerlo. No quiero que piense que soy una niñata miedosa.
—Tan bella como siempre, tengo la leve impresión de que serás estupenda, tienes el porte y todo lo necesario para esto —responde ajustando su corbata fina.
Cuando escucho aquello, sonrío. Siempre me ha gustado llamar la atención, atraer miradas y deseos. Me gusta eso y me fascina cuando me dicen que soy hermosa porque, aunque sé que es cierto, cuando te lo dicen los crees aún más, te ayuda, te hace sentir poderosa.
—Alto allí, ni siquiera he dicho que sí —hablo segura, es una decisión un poco difícil.
—Pero lo harás, todas lo hacen, todas quieren lo que yo les puedo dar —responde seguro.
¿Qué me puedes dar? Ya lo tengo todo, vivo en uno de los mejores vecindarios de la ciudad, visto con las mejores marcas y tengo miles de tarjetas de crédito, sin embargo, hay algo en su mirada que me invita a seguirle. Como un demonio que te seduce. Que te atrapa, que te da cada cosa que quieres, cada deseo lo convierte en realidad, aunque sea oscuro, muy oscuro. No puedo evitar sonreír al escucharlo.
—¿Cuánto? —pregunto.
—Me sorprende esto de ti, no lo necesitas, estás que te hundes en dinero —responde sin responder verdaderamente a mi pregunta
—La idea fue tentadora, tal vez lo hago por placer —comento y él sonríe. Es verdaderamente hermoso.
—¿Placer? La mejor sensación de la vida. La mejor que he podido experimentar. Vale más que el dinero —dice.
Me tomo un minuto para mirar a los dos gorilas y están igual que como llegaron, con su porte y listos para atacar, por si toca. Es como si no estuvieran escuchando nada de lo que decimos, pero al mismo tiempo sí.
—Aún no me has dicho cuánto.
—Miles de dólares, ya sabes, clientes excelentes y de mucho dinero —alardea.
—¿Seguridad? —pregunto—. No quiero sentirme asustada.
—Cuido a mis muchachas, ten eso seguro —dice con una sonrisa, es muy guapo—. ¿Algo más?, no verdad, vamos, acepta y ya.