Noventa y Siete Deseos Pendientes

Noventa y Siete Deseos Pendientes

Gavin

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Capítulo

En el pináculo de su poder, Mateo brindaba por el contrato que lo convertía en la figura más influyente de la región. Pero la sonrisa se le borró al mencionar a Ximena, la mujer que, con sabiduría ancestral, lo había elevado de la nada, solo para ser desechada sin piedad. Escuché a las sirvientas cuchichear: "La tiró como a un perro. Dicen que solo la usó por un pacto extraño. ¿Cien deseos?" . A Ximena la había visto partir: sin lágrimas, sin tristeza, solo con una frase inquietante: "Todavía me debes noventa y siete deseos" . La historia de Ximena era un susurro a voces: una curandera de la sierra, atada por error a Mateo tras consumir una ofrenda destinada a un nahual. Tres años a su lado, transformándolo de joven caprichoso a hacendado próspero, mientras él la obligaba a sonreír y reír por mero capricho. Y ahora, tras la llegada de la rubia Sofía, Ximena fue humillada, echada de la hacienda, su sacrificio reducido a nada. Mateo la había arrojado al suelo, gritando: "¡Nunca significaste nada! ¡Solo eras un consuelo mientras esperaba a mi verdadero amor!" . Pero ella, con una calma inquietante, se levantó, su voz clara y sin temblor: "El pacto no ha terminado. Todavía me debes noventa y siete deseos" . Horas después, arrastrándose en el anonimato, Ximena sentía el dolor de un contrasentido brutal causado por los deseos contradictorios de Mateo: "Deseo que nunca me dejes" y el cruel "¡Lárgate de aquí!". Esto le provocó una tos violenta, y, al cubrirse la boca, vio una mancha de sangre. Al alba, Mateo la buscó con un nuevo deseo, el más cruel de todos: "Deseo que tomes el lugar de Sofía. Deseo que recibas su castigo: veinte azotes en la plaza. Y después, deseo que te largues de mi vista para siempre" . Ximena aceptó con serenidad, con cada latigazo, una palabra resonaba en su mente: "Hogar" . El vigésimo golpe la dejó atada y sangrando, pero libre. No era el fin, sino el inicio de una búsqueda desesperada por parte de Mateo, una vez que la verdad le fue revelada: Ximena, su víctima, era en realidad, aquella niña de ojos oscuros y rebozo rojo que le salvó la vida siete años atrás.

Introducción

En el pináculo de su poder, Mateo brindaba por el contrato que lo convertía en la figura más influyente de la región.

Pero la sonrisa se le borró al mencionar a Ximena, la mujer que, con sabiduría ancestral, lo había elevado de la nada, solo para ser desechada sin piedad.

Escuché a las sirvientas cuchichear: "La tiró como a un perro. Dicen que solo la usó por un pacto extraño. ¿Cien deseos?" .

A Ximena la había visto partir: sin lágrimas, sin tristeza, solo con una frase inquietante: "Todavía me debes noventa y siete deseos" .

La historia de Ximena era un susurro a voces: una curandera de la sierra, atada por error a Mateo tras consumir una ofrenda destinada a un nahual.

Tres años a su lado, transformándolo de joven caprichoso a hacendado próspero, mientras él la obligaba a sonreír y reír por mero capricho.

Y ahora, tras la llegada de la rubia Sofía, Ximena fue humillada, echada de la hacienda, su sacrificio reducido a nada.

Mateo la había arrojado al suelo, gritando: "¡Nunca significaste nada! ¡Solo eras un consuelo mientras esperaba a mi verdadero amor!" .

Pero ella, con una calma inquietante, se levantó, su voz clara y sin temblor: "El pacto no ha terminado. Todavía me debes noventa y siete deseos" .

Horas después, arrastrándose en el anonimato, Ximena sentía el dolor de un contrasentido brutal causado por los deseos contradictorios de Mateo: "Deseo que nunca me dejes" y el cruel "¡Lárgate de aquí!".

Esto le provocó una tos violenta, y, al cubrirse la boca, vio una mancha de sangre.

Al alba, Mateo la buscó con un nuevo deseo, el más cruel de todos: "Deseo que tomes el lugar de Sofía. Deseo que recibas su castigo: veinte azotes en la plaza. Y después, deseo que te largues de mi vista para siempre" .

Ximena aceptó con serenidad, con cada latigazo, una palabra resonaba en su mente: "Hogar" .

El vigésimo golpe la dejó atada y sangrando, pero libre.

No era el fin, sino el inicio de una búsqueda desesperada por parte de Mateo, una vez que la verdad le fue revelada: Ximena, su víctima, era en realidad, aquella niña de ojos oscuros y rebozo rojo que le salvó la vida siete años atrás.

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