Juanita La Larga
a tan grande desproporción de edad, la gente murmuradora lo explicó todo suponiendo que Anto?uelo era novio de Juanita, y que don Paco tenía o trataba de tener relaciones amorosas con la madre, la cua
parecer ju
La gente decía que al fin se había dejado tentar y lo daba todo por hecho. Cuando veía la gente que Anto?uelo y don Paco iban a las nueve a la casa
on a don Paco algunos de sus a
dos rodeos, y cuando Anto?uelo no estaba presente, se atrevió a pedirlas y a indagar por qué vení
explicaban todo, afirmando que Juanita y Anto?uelo eran exactamente de la misma edad, s
s aún y que a Juanita ni remotamente le convenía para novio; pero ella no acertaba a prescindir del cari?o fraternal que le tenía, n
el verdadero interés que el buen nombre de Juanita le inspiraba, insinuaba que, aunque todo fuese mor
se puede decir que fueron predicados en desierto. Poco a poco dejaron de menudear las visitas de An
estaba dócil oído a sus cari?osas reprimendas, y
obre la gentil cabeza, más airosa y gallarda que una ninfa del verde bosque, y más majestuosa que la propia princesa Nausicaa, que tam
liviano, provocativo y sucio movimiento de caderas y los pasitos menudos que suelen tener las chulas, sino que era un andar sereno, a grandes pasos, nobl
que para nada necesitaba ella y que entendía que hubiera desfigurado su cuerpo. Sólo llevaba, entre el ligero vestido de percal y sobre la camisa y enaguas blancas un justillo
ble imitar a la princesa Nausicaa, sin rebajarse o avillanarse demasiado; y así, aconsejó y amonestó tantas veces y con tan discretas razones a Juanita para que no fuese a la fuente, apoyánd