Juanita La Larga
alguno había tenido, había sido con tan maravilloso recato, que nadie se había enterado de ello en Villalegre, lo cual es una inverosimilitud extraordinaria, po
ase con mucho disimulo y muy para dentro. Debemos, pues, creer que don Paco no había tenido amoríos, a no
te, cuando estaba de tertulia con el escribano y el boticario y con otros se?ores en los poyos que había junto a la fuente, sus ojos se fijaban con amorosa
e era difícil de dominar; pero se le pasó bastante tiempo sin dar muestra exterior
cha, la cual o desde?aría su cari?o o sólo por interés se movería a corresponderle. Pensaba luego que Juanita, aunque en aparente libertad, estaba muy vigilada por su madre, y como madre e h
una furia del Averno si su padre le diese madrastra, sobre todo de tan ruin posición, y si a los siete nietos que ella le había dado, y a los que calculaba que podrían venir todavía persistiendo ella en su actitud productora, quitase él la esperanza de heredar el m
mundo no estaba yermo ni falto de hombres de Estado rústicos, los cuales podrían buscarse y traerse de fuera del lugar para que a él le reempla
ario de los Evangelios y de las Epístolas. El padre Anselmo sería capaz de excomulgar a quien ella le mandase. Y en lo tocante al b
algo débil de carácter, adelantaba en su imaginación los casos futuros, y presuponiéndose ya prendado de Juanita, dec
calle para no verla en el portal o asomada a la ventana; y no ir a la tertulia de los poyetes, bajo los álamos, para no tener que admirarla cuando charlaba con las demás zagalonas o
veces a pasar por delante de la casa de Juanita más de lo que era necesario, a ir a la iglesia cuando él sabía qu
y atendido el desenvolvimiento físico de Juanita, que había llegado a transformarse de muchachuela en una magnífica y real moza, no estaba bien y era darse poquísimo tono el ir por agua a la fuente como la más plebeya y humilde pelafustana. Pero a Juanita