Juanita La Larga
tenía su mayor fuerza, lugar que nosotros designaremos con el nombre de Villalegre. Esta rica, aunque peque?a población de Andalucía, estaba muy floreciente ent
í tenían voto estaban tan subordinados a un grande elector, que todos votaban unánimes y, según suele decirse, volcaban el puchero en favor de la perso
s le citaba como prueba y ejemplo de que la fortuna no es ciega y de que concede su favor a quien es digno de é
elio o un Trajano; pero como vivía en Villalegre y en nuestra edad, se contentó y se aquietó con ser el cacique, o más bien
los grandes soberanos han tenido un ministro favorito y constante, sin el cual tal vez no hubieran desplegado su maravillosa actitud ni hubieran obtenido la hegemonía para su patria, don Andrés Rubio tenía tamb
, ágil y recio, con poquísimas canas aún, atusados y negros los bigotes y la barba, muy atildado y pulcro en toda su persona y tra
i lastimar al prójimo, y por hábil narrador de historias, porque conocía perfectamente la vida y milagros, los lances de amor
y tres doctores en Derecho, eran abogados Peperris, o sea, de secano, todos acudían a don Paco, que rábula y jurisperito, sabía más de leye
r o nombrar, le estaban sometidos y devotos, y como no entendían de reglamentos ni de disposiciones legales sobre administración y hacienda, don Paco era quien repartía las contribuciones y lo disponía todo. Cuidaba al mismo tiempo de la limpieza de la villa, de la conservación de las Casas Consistoriales y demás edificios públicos y del buen orden y abastec
quebraba y había que matarla, lo que es los sesos, la lengua y lo mejorcito del lomo no se prese
fanega y cinco celemines; pero como allá en lo antiguo había estado el cementerio en aquel sitio, la tierra era muy generosa y producía los garbanzos más mantecosos y más gordos y tiernos que se comían en toda la provincia, y en cuya comparación eran balines los celebrados garbanzos de Alfarnate. Poseía también don Paco quince aranzadas de olivar, cuyos
on más de veinte pipas entre chicas y grandes. Para llenar las pipas y las tinajas era don Paco due?o de un hermoso majuelo, que casi tenía seis fanegas
has gallinas, y con patio enlosado y lleno de macetas de alba
tecilla falsa que había en el corral. En suma, la casa era tal y tan cómoda y se?oril, que si la hubiera alquilado don Paco, en vez de vivirla,
errible contra: la dependencia de don Andrés Rubio, dependen
de voluntad enérgica y de incontrastable poderío a quien sirven y de cuyo capricho y merced están como colgados. Don Andrés Rubio había, digámoslo así, hecho a don Paco; y así como le había hecho
anto por prudencia previsora, le servía con la mayor lealtad y celo y procuraba complacerle siempre. Don Paco, sin embargo, no recelaba