El idilio de un enfermo
de salir Andrés de casa por la tarde, su tío
cesito habl
ero encima de la mesa, y mirand
el asunto es delicado, y por esos andur
usted
ro inminente de asarse vivo, y sacando de un rincón de la sala el tremend
eguntó ésta,
eo un rato
o!... Y yo aquí espera que te espera,
ujer... Procurar
á... Haré el chocolate a la seis,
La perspectiva de un chocolate con t
er, no hagas tal..
me importa, que se que
lfures por tan poco...
no he de estar hecha una esclava todo el santo día
tonces me quedaré en casa...
que aquí queda la esclava tostándose la piel, ha
no te incomodes
a, anda, pues buena soy para incomodarme!...
terrible entonación ?que las mujeres eran todas unas bestias.? Andrés no se atrevió a preguntar el motivo que tenía para pronunciar este dictamen tan desfavorable al bello sexo, aunque lo sospechaba. Algunos pasos más lejos, dijo ?que era mejor tratar con las vacas que con ellas.? El mismo silencio por part
a vehementes sospechas, muy próximas a la certeza, de lo que su tío quería decirle, trataba, por cuantos medios hallaba, de divertirle de su propósito. Preguntábale a cada paso a quién pertenecían las fincas que dejaban a los lados; se enteraba menudamente de la riqueza de cada vecino, de la forma del cultivo, d
se sentaron. ?Ya estoy cogido; preparémonos,? pensó Andrés. El cura se limpió el sudor del rostro y del cuello con un desmesurado pa?uelo de yerbas, se sonó después con horrísono trompeteo, dijo tres o cuatro frases insignificantes a propósito del calor
gas vida de fraile; cada edad pide lo suyo. Los jóvenes deben divertirse y gozar y hasta hacer diabluras... perooo (aquí una pausa) pero con su cuenta y razón... En esta aldea no tienes, me entiende usted, muchachas que puedan emparejar contigo... Yo no quisiera por nada en el mundo que pasases entre mis feligreses plaza de calavera, ni mucho menos que te metieses en algún belén que acarrease disgustos a todo
Entro en casa de Tomás como en otras muchas del pueblo... Es verdad que bromeo
nsejo que obres con prudencia y procures, me entiende usted, no dar motivo a que la gente murmure... Habla
acer algún error o disculpar su proceder. Cuando el tema ya no dio más de sí, se levantaron, cambió la conversación, y paso tras paso l
con Rosa, por más que no fuesen guiados de una intención malévola, de sobra comprendía que no podían acarrear a la chica más que disgustos. Cuando menos la colocaban en mal lugar a los
nado en las redes de aquel capricho, que podí
e Madrid,? se dijo mientras bajaba con lento paso, la cabeza baja, los ojos en el suelo, hacia el lugar. Pero al poco trecho se hizo otra reflexión, que vino a modificar la primera algún tanto. ?En Madrid aún debe de hacer mucho calor: mejor será que aguarde hasta entrado el oto?o; mientras tanto, haré lo que mi tío me ha dicho; frecuentaré menos la casa, y procuraré distraerme de otro modo. Por de pronto, hoy no voy allá.? Caminó
or ella, vio a lo lejos, no muy apartada de la casa de Tomás, a una mujer que iba en la misma dirección con una herrada sobre la cabeza. Por la figura y el modo de andar, más que por el traje, pues las aldeanas se visten generalmente de la misma m
a broma, D. Andrés!
sistió en
rar la herrada
bede
ejo caer s
eó y soltó buena parte de agua, que vino a dar sobre el rostro y
jado? Perdóname-dijo And
a un instante por los brazos y la dio un f
conoce que traigo la herrada!... Déjeme usted llev
etes v
uente por el jarro d
ta que
del
ué he de entrar en casa?
ó mucho en aparecer de nuevo Rosa con un jarrito de barro negro en la mano. Y,
a le explicó lo que había hecho en el día. Por la ma?ana había ido con Rafael a un casta?ar en busca de hoja para lecho del ganado; después había estad
que yo no lo h
ara
acompa
esos sitios... ?No ve usted que todo el mundo m
ía la cabeza. Rosa sostuvo que no había motivo, q
a de risa. Andrés sostenía con formalidad que iban aumentando mucho sus fuerzas con el ejercicio, que levantaba ya una porción de libras más a pulso. Rosa se burlaba de este aumento: cada cual tenía las fuerzas que Dios le había dado: no quería creer en la eficacia de la gimnasia, que el joven trataba de explicarle con cal
desasirse. El contacto de aquellas manos, un poco deformadas por el trabajo, morenitas y regordetas, le causó exquisito deleite. Cansado de jugar, se sentó y atrajo suavemente hacia sí a la joven por la punta de los dedos. Rosa tenía arremangada la camisa y lucía unos brazos redondos y tersos que, si no eran modelo acaba
a recoger el jarro, qu
en la ciudad, y viéndola suspensa, sin saber en qué consistía, se lo explicó prácticamente. La zagala lo encontró muy gracioso. Se de
evita negra de alpaca, pantalón y chaleco blancos y sombrero de jipijapa. Era D. Jaime, el tío de Rosa. ésta, al divisarlo, se apartó bruscamen
enen de dar un paseíto, verdad
Andrés.-Encontré a Rosa en la fuente,
a estas horas por los caminos... Vengo de tu casa, Rosit
con sonreír, to
rumpir... Sigan, sigan ade
ués de este encuentro, cesó por completo la alegría de aquélla: quedó pensativa, inquieta. Fueron v
nos haya visto de bracero... Después de todo, au
ron. Andrés la instó de nuevo para que desechase todo temor. Ella repitió lo mismo: que no tenía ningún miedo, pero que era ya casi noche y de s
aban a brillar algunos tímidos luceros. Extinguíanse los rumores que las faenas agrícolas despiertan en semejante hora. Ya no chillaban los carros de regreso de las tierras: ya no se oían los gritos de los paisanos azuzando al ganado al meterlo en el establo: ya no sonaban las esquilas de las vacas, ni mugían alegremente los becerros al sentir
había entrado también confianza en sí mismo; creíase bastante fuerte para tumbar a cualquiera de un garrotazo, y de vez en cuando, para cerciorarse de ello, hacía furiosos molinetes con su bastón de acebo. En los intermedios marchaba tranquilamente, dejando vagar su mirada por los contornos indecisos de los montes y los árboles, y el pensamiento correr libremente por los recuerdos pl
él, de uno de los lados del camino, se alzó una sombra que al instante tomó la
as no
modo y se inmutó de otro; porque al momento logró reconocer el que tan inopinadamente le cortaba el paso; el cua
esuró a explica
sar... La tarde está tan grata que no a
nte, puso en duda esta explicación en el
Pero a mí me espera mi tío para cenar, y no puedo d
s juntos... Yo también me voy hacia la posada
estó no muy
Cl
el sombrío y desigual camino de
ará encantado de e
uc
con estos aires tan saludables que aquí se respiran.
o bastante;
negocios... Los trabajos de cabeza concluyen con
nido este mercachifle estólido??
uales debilitan: en cambio el ejercicio c
soy viejo, no me importa... Pero usted no sé cómo puede vivir sin sus teatros y sus cafés y sus círc
e! Crea usted que
rse distracciones agradables, a
el tonillo zalamero de estas palabr
nes son idénticas a las de u
s chicas del lugar revueltas con sus palabritas de miel. En particu
la lengua; ya comprendo por q
ago yo y lo hace usted y lo hacen todos. Es una
e un joven tan bien parecido, tan elegante y chistoso c
e cuando las bromas son inocentes, ni las de u
rnos ha conseguido amansar a mi sobrinita Rosa más que usted... Era una
que con las demás jóvenes del pueblo, ni ella se h
sa es un pimpollito muy fresco y muy apetitoso-dijo don
... pero yo nunca la he hablado más que como un
habrá pasado cerca de ella de
ue no tengo con Rosa más relaciones que las
orte son aficionados a divertirse cuando se les presenta ocasión. Nad
ecente, hija de una familia a quien estimo... Para jugar y divertirm
o insinuante y meloso,-que ya se le escapar
ha pasado por la imaginación nada semejante a eso... Y me sorprende que
ocurrieron estas ni?erías por pasar el rato. Ya sé yo que usted es incapaz..
tales disparates... y si los piens
mografía del pueblo; y en estos dimes y diretes dieron sobre él, con lo c
o sigo a la rector
ios, se?or;
la casa de su tío, y mientras se iba acercando lentamente a ella, no dejaba de pr