El idilio de un enfermo
cir, morado; los ojos claros y redondos, como trazados a compás; ágil en sus movimientos, a pesar de la obesidad, y fuerte como un atlet
orbónica, abría los ojos desmesuradamente y los clavaba con tal fuerza en el interlocut
o cuando su tío le propuso que se quitas
nen en el baúl que trae un carretero-dijo, con el as
No traes
revió a responde
ces te pondr
a, y salió empu?ando un par de zapatillas como lanchas
ítate esa
gaba
no vale nada... parece de pape
ió que se refer
or, no t
haquetón forrado; ya verás
damente, a más de él, otros dos sobrinos. Pero André
?esa cabeza!... El sombrero lastima la frente... Esper
ando se miró en el espejillo que colgaba sobre la cómoda, hacía una figura t
ahora en e
toy ca
lo que voy a preguntarte. ?Me
, s
ncuentras d
í,
da... Tú me has pro
ntro medi
e detuvo delante de su sobrino, y clavando en él una mi
necesari
no re
pitió en voz más alta y sin dej
ijo Andrés e
Có
ocu
co y continuando sus paseos.-Lo primero que debemos hacer para curarnos es cui
, s
ja?-exclamó quedando
no me ha h
nela. A mí me da cinco vueltas. A
speración Andrés, que sudaba ya
nte en el algodón y la lana. Andrés le examinaba en tanto con viva curiosidad no exenta d
le decía en una que ?para llegar a la posición que él ocupaba en la magistratura, algún discurso y algunas partes intelectuales se necesitaban.? El cura respondía que ?para alcanzar el estado sacerdotal también se requerían cualidades de inteligencia.? El ministro replicaba furioso: ?Cuando a ti te han ordenado, hombre de Dios, ?no habrían podido ordenar igualmente al jumento que te llevó a Valladolid?? Estas y otras groserías se habían olvidado, al parecer, por ambas partes. El magistrado, cuando hablaba del cura a su hijo, le decía: ?Más claro qu
!... ?Y qué es d
éndose la tercera parte de mi fortuna, que le he cedido
pero dulcificándose súbito, a?adió:-Tú no tienes la culpa... eres Heredia al fin y
ya estaba casi en tinieblas; después extendió el mantel para la cena sobre una mesa de casta?o, negra y pu
na en
!-exclamó el cu
del velón hería de lleno cierto cuadro que colgab
?-preguntó, dando por sup
de águila?-Y extendiendo en seguida la mano derecha sobre la cazuela, a guisa
nar, m
general-dijo Andrés
echo, la caballería para cargar cuando haga falta... En la retaguardia los batallones navarros... En la vanguardia los castellanos... ?Capitán Tal, despliegue usted su compa?ía en guerrilla y moleste usted al enemigo por el flanco derecho... Coronel Cual, proteja usted con un batallón al capitán Tal para el caso de retirada... Comandante Tal,
anes imperiosos de un general en jefe; se?alaba con el dedo los diversos rincones de la
, da sus órdenes y dispone el ataque. Suena el toque de fuego, ?pin! ?pan! ?pun! de aquí, ?pin! ?pan! ?pun! de allá... ?pom! ?pom! suena la artillería de los liberales. La de los carlistas, callada esperando la ocasión... Los liberales parece que llevan ganada la batalla, y avanzan... En esto el general Nogueras, que seguía contemplando con su anteojo el combate, mientras charlaba y reía con sus ayudantes, se pone serio de pronto... ??Rayos y truenos! ?Qué es lo que veo?... ?La vanguardia del ejército envuelta! ?De dónde mil rayos ha salido esa tropa? ?Qué caballería es aquélla?... A
daba miedo. Algunas gotas de sudor le salpicaban la frente. Se le hab
edes muchos prisio
con acento irritado.-Yo no he s
stratégica. Al finalizar, rezó en voz alta un Padre Nuestro en acción de gracias,