icon 0
icon TOP UP
rightIcon
icon Reading History
rightIcon
icon Log out
rightIcon
icon Get the APP
rightIcon

El idilio de un enfermo

Chapter 4 No.4

Word Count: 3818    |    Released on: 06/12/2017

ormar si hay en la villa al

e?or;

guiarme a casa

centemente con pantalón y chaqueta negros, bufanda al cuello, negra también,

ualidad, el sobrino de

rvi

gusta de ir conmigo a las Bra?as, lo haga con toda

el sombrero sobre la cabeza, sin quitárs

ase, por Dios, el sombrero... No esperaba yo esa atención... Pues cuan

ada, y de allí podrá marchar en un car

mente...

ndo en la industriosa villa

que mi tío me enviase caballo... No le decía

o dije... Entonces me dijo:-Hombre, Celesto, ma?ana puede ser que venga un sobrino mío en el tren de la tard

ue usted me haya c

ndrés, sino que, dominando este color notablemente, todavía dejaba que otros matices, tirando a amarillo, verde y morado, se ofreciesen con más o menos franqueza entre los muc

e:-Mira, mi sobrino viene muy delicadito, casi hético el pobreci

a. Fueron a la cuadra, enjaezó Celesto los caballos, sacáronlos fuera. ?En marcha, en marcha!... No; todavía no. Celesto no se siente bien del estómago, y se hace servir una

joven cortesano protestaron enseguida de aquel nefando traqueteo, y a cosa de un kil

ste jamelgo es un poco duro? Si usted

oí nunca quejarse al se?or cura de su

costumbrado a esta

os con calma, hemos de ll

n a caminar al paso, unas veces viv

es. El polvo y el humo de carbón de piedra que invadían la villa y sus contornos, ensuciándolos y entristeciéndolos, iban desapareciendo del paisaje. La vegetación se ostentaba

usted, se?or de

más bien d

usted gan

oc

le el diente. No he padecido nunca de ese mal... Bien es verdad que tampoco usted padecería si se hubiera pasado cinco a?os en el

usted

un decir: est

me pa

e seis meses, y no he aprobado más que un a?o de teología. La pobre de mi madre no puede sostenerme tanto tiempo en el seminario ni en posada tampoco: es necesario abreviar

ece tan ma

Ya sabe usted que hasta se están vend

usted ahora aq

odavía algún tiempo el arreglarlos. A pesar de todo cuento, Dios mediante, cantar misa de aquí a dos a?os... Ea, bajémon

uya puerta tremolaba una banderita blanca y encarnada

compa?arle a usted. Me está la

ndo cuanto pudo la voz.-Va usted a ver una de las mejores mozas del partido, más

no son para descritas. Sus ojos acuosos brillaron como diama

r lo que guste. ?Así pudieras echarte tú en la copa, salerosa, y bebert

tómago te ha

único que puedo decirte es que m

ué quiere usted tomar, caball

aso d

barre?o colocado al extremo del mostr

enos ojos, de brazos rollizos y amoratados; gorda y colorada en demasía. Cuando a

o se me seca el gaznate... Vamos, D. Andrés,

este se?or en su casa?-pregunt

s, princesa;-?no es

Va

ustan lo

con voz almibarada, entrando en el recinto cerrado por

comería con mucho gusto-re

mismo tiempo por la barba y clavándole sus ojos cl

evisó sus cascos a ver cómo estaban de herraduras, arregló los aparejos, mientras escuchaba dentro de la taberna un alegre y continuado retozar, salpicado de fra

n formadita por delante como si tuviera veinte a?os, y no tiene más de catorce... ?Arre caballo! ?No repara usted, D. Andrés, cómo agradecen los caballos que el jinete eche unas copitas? Es c

sabe usted busca

sfacción hasta salt

cuando voy y vengo... pero no pasa de ahí... Por supuesto, D. Andrés, que esto no dur

otro modo, más vale que s

día que me ordene sanseacabó... fuera vino, f

cansaba de hablar, entonaba alguna canción picaresca con ribetes de obscena, que hacía reír no poco al joven cortesano. La alegría es contagiosa, como

por la amena carretera, que ce?ía como u

asentaba un caserío de poca importancia. Desde allí siguieron por un camino tan pronto ancho como estrecho, que faldeaba la monta?a a semejanza de la carretera, y estaba sombrado a largos trechos por los avellanos de las fincas lindantes. El paisaje era cada vez más agreste. El valle se había trasformado en ca?a

s hondos, labrados al borde de alguna pe?a, exploraban los ojos todos los secretos del fondo... Las monta?as a veces se levantaban sobre él a pico, y eran blancas y coronadas de vistosa crestería, entre cuyos agujeros se mostraba el azul del cielo. El musgo formaba en e

cesar sus groseras anacreónticas, re

respeto y emoción ante aquella vigorosa naturaleza, que no

y lejos de R

n el centro mismo. En cuanto salgamos de esta apretura y subamos un repechito corto, lo vere

e encantan: esto

ase; pero viéndole muy serio, hizo una leve mueca de sorpresa, y arreando al caball

que es gor

buena

ra hace

condesa, mar

ura ca

e divisó a una muchacha que lleg

e te vas a estas horas, chiquirrit

o con el caballo y le aplicaba golp

a Lada

e comen

se per

una moza

odía! Déjame p

ro antes vas a de

, ?no l

Marín a llevar fruta a tu tía

a primos ni a tíos! Vamos,

pecha de que la conversación iba a ser la

n riachuelo cristalino que hacía eses, dejando a entrambos lados praderas de un verde deslumbrador. Cerraban este valle algunas colinas pobladas de árboles de tono más oscuro. Por detrás de las colinas, en segundo término, alzaban su frente altísimas monta?as de pi

e percibía uno mayor que los otros, descansando entre el follaje de una vegetación soberbia.-Aquél debe de ser Riofrío-se dijo Andrés poniéndose la mano por encima de los ojos, a guisa de pantalla, para examinarle con más comodidad. Mas la gentil aldea se resistía a la inspección, ocultándose a medias detrás de los árboles, que le servían en toda su extensión de poético baluarte. No podía darse nada más bello. El río, iluminado por los rayos oblicuos del sol, era un cinturón de plata bru?ida que lo a

do!-Y a toda prisa dio la vuelta y bajó hacia el sitio donde lo dejara. Celesto se encontraba en situación apuradísima. Encogido, doblado, hecho un ovillo, yacía al pie de una de las paredillas del camino, mientras T

uno! ?Malos diablos te lleven a ti y a todos los capellanes! ?Ven

seminarista, que estaba a punto de pasarlo muy mal si uno de ellos le acertaba; mas lo

. ?Sucio! ?sucio! ?suciote!... Ya se lo diré a tu madre, que cree que tiene un santo e

ba del suelo a la víctima y la sacudía con la mano el polvo. Celesto se tocó por todas

gran

a usted el caballo, porque p

uadra no ha querido espera

us

erfectame

esto estaba un p

concluirán el día que tome las órdenes mayore

Andrés sonriendo irónicame

nte... s

; gran corredor de madera ya carcomida, cubierto casi todo él por una vigorosa parra, que lo aprisionaba por debajo con sus mil brazos secos y le servía de hermosa guirnalda por arriba; el vasto alero del tejado pob

ambita, que traigo forasteros!-principió a gritar Celesto, aplicando al propio ti

l corredor y en la puerta respectiv

n el cura desde arriba

brino en persona, se?o

sé yo que sería tan puntual. Al

z mórbida y pálida y la figura de perro sentado, a re

orito Andrés! ?Qué escuálido viene

rendió agradablemente que su mal estado de salud partiese el corazón de una persona que nunca le había visto. Echó pie a tierra

Claim Your Bonus at the APP

Open