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Eres mi prioridad

Eres mi prioridad

M.A. Soriano

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Capítulo

Andrea es una chica sencilla, que ha superado las dificultades que la vida se ha empeñado en ponerle en su camino. Su relación insípida la lleva a tomar la decisión de acabarla, dándose cuenta de que todo era una farsa. Lo que pensaba de su novio, no era, pero en medio de ese caos conocerá a un hombre que le pondrá su mundo de cabeza. Fabio tras la pérdida de su padre hereda el negocio familiar y lo hace crecer. Nunca pensó que el amor le llegaría sin buscarlo y en las circunstancias más extrañas que pudo imaginar. Cada vez que ve a Andrea sabe que es la indicada, por la que luchará contra todo pronóstico. Un día de indecisión, les dará el giro a sus vidas que han esperado por mucho tiempo. Aunque… Entre el amor, la pasión, la intriga y la obsesión desmedida… ¿Culpables o víctimas? Pero sobre todo eso… las prioridades. Cuando tienes las prioridades definidas, las decisiones no son problema.

Capítulo 1 1 DILEMA

Viernes por la tarde, recostada en mi cama mirando al techo. Mi mente divagaba en sí asistir o no.

Por una parte, quería verlo, quería saber que estaba bien y estar más tranquila; por otro lado, mi orgullo me decía, no seas tonta, no te quiere, no le importas.

Ya eran las 7 de la tarde, la cita era a las 9, mi celular sonó en tono de mensaje, era él... “¿Vendrás?”

Había quedado con mi novio para cenar. No sabía qué contestar, no quería mostrar interés.

Me metí a la ducha, sabía que mis deseos de verlo eran mayores a mi orgullo, al salir del baño le contesté el mensaje diciendo un simple… "si, ahí nos vemos"

Me arreglé un poco, maquillé mis mejillas y mis pestañas, puse un poco de lápiz labial, algo sencillo, escogí ropa interior negra y de encaje, sabía que lo volvía loco. “Es solo por si acaso” me decía a mí misma, me puse un capri color negro y una blusa blanca con escote en redondo que resaltaba mis pech0s. Es verano, así que no necesito nada de abrigos.

Salí de casa hasta llegar a mi coche, me quedé pensando con las manos en el volante, por un rato, aún estaba indecisa, recargue mi cabeza en el asiento, respiré profundamente y lo pensé un poco, al fin encendí el auto y salí con rumbo a mi restaurante favorito, un restaurante de comida italiana. Si no llegaba otra vez por lo menos comería rico.

Llegué al estacionamiento y busqué entre los coches, el suyo no estaba. Bajé y me dirigí al interior, elegí una mesa junto a la gran ventana de cristal que daba a la calle, el mesero se acercó y me dio la carta, le dije que esperaba a alguien y ordenaría hasta que llegara, él solo asintió y me preguntó si no se me ofrecía nada.

Yo solo negué y le di las gracias. Pasó un poco más de media hora y recibí su mensaje...

—“¿Ya estás en el lugar?”

Un suspiro salió de mi interior, esto no pintaba a algo bueno, respondí de inmediato.

— "Si ya hace un rato llegué" —llamé al mesero y le pedí una botella de vino para acompañar mi pasta.

—Un Pinot Blanc por favor.

—Muy bien, ¿solo eso, señorita? —preguntó.

—Por el momento si, gracias —respondí sin mirarlo.

—Ahora vuelvo —me dijo y dio media vuelta para traer mi encargo.

Tomé mi celular y le envié un nuevo mensaje "solo dime si vendrás o no, no quiero esperar demasiado, como la última vez"

El mesero volvió con el vino y me sirvió una copa, solo agradecí aún sin siquiera voltear a verlo.

La notificación del mensaje me distrajo de darle el primer sorbo a mi copa, la puse de vuelta en la mesa y miré la pantalla, no lo podía creer o tal vez sí, !Lo volvió a hacer!

“Perdóname, de verdad quería llegar, pero tuve un imprevisto en la oficina y tengo que quedarme más, tengo que entregar el proyecto el lunes y aun no estoy ni a la mitad”

De verdad no lo podía creer, él fue quien insistió, quien me rogó venir, yo ya no quería seguir ilusionándome en vano y como tonta volví a caer.

Tomé mi copa y me bebí todo de un jalón, tomé la botella, llené mi copa y llamé al mesero.

—Estoy lista para ordenar.

—Perfecto, la escucho.

—Quiero una pasta Alfredo con camarón y brócoli —tomé mi copa nuevamente y bebí el contenido, me disponía a tomar la botella nuevamente, pero volteé a verlo cuando sentí su mano sobre la mía intentando tomarla y hacerlo él.

Retiré mi mano de la botella, no se si era lo frío de ésta, el tacto del chico o qué demoni0s, pero sentía la mano cosquillear. Rellenó mi copa y solo quedó un poquito en la botella.

—¿Solo será la pasta? —me preguntó al tiempo que me veía directo a los ojos, después de colocar la botella en la mesa nuevamente. Me sentí un poco confundida, no sé si por lo que ya había tomado y a la velocidad en que lo hice, o por la profundidad de sus ojos negros mirándome con algo de... como decirlo... ¿curiosidad?

— ¿Perdón? —le dije algo confundida.

—Solo le pregunto, por si no va a esperar a su acompañante.

—No, solo será eso —bajé la mirada a mi copa con nostalgia y él se fue.

Volteé la vista hacia la calle por la gran ventana, la vista era muy bonita, las luces de la ciudad le daban un toque romántico a aquel lugar, era un segundo piso donde se encontraba mi mesa.

Pero aun con eso, también le daba un toque nostálgico, o solo era la manera en que me sentía, un sentimiento que no era nuevo en mí.

La relación que tenía con Óscar… bueno si se le puede llamar relación, ya que él solo tenía tiempo para su trabajo, siempre tenía cosas que hacer en torno a su profesión y aunque yo también trabajo, no entendía que sólo viviera para trabajar y siempre era yo quien ocupaba el segundo lugar.

Ya teníamos casi dos años de salir, a los cuatro meses de comenzar con nuestras citas, me pidió ser su novia. Yo estaba feliz, ese hombre me gustaba mucho, de estatura mediana y delgado, ojos verdes, bastante guapo a la vista, inteligente y responsable, creo que eso último era lo que estaba echando a la basura nuestra relación.

Era demasiada la obsesión con el trabajo, no podía llamarlo de otra manera, eran escasas o casi nulas las veces que salíamos, ni a su familia visitaba, su madre sabía de él por medio de mí, esta situación sinceramente me tenía harta. Me daba tristeza por la señora, ninguna madre se merece eso.

Pensaba en todo eso con la mirada perdida en las luces de la ciudad y con mi copa en mano dando sorbos de vez en cuando.

—Aquí está su orden —su voz salió con precaución como si no quisiera interrumpir mis pensamientos.

—Gracias —le contesté mirándolo otra vez en esos ojos negros que resaltaban en su rostro varonil de tez morena, con una barba corta y cuidada.

—¿Alguna otra cosa que le pueda ayudar? —me preguntó como si supiera que necesitaba consuelo o por lo menos hablar con alguien, por cómo me sentía.

—Todo bien, gracias —traté de sonreír.

Se retiró y me dispuse a devorar mi cena, “está deliciosa” pensé al mismo tiempo en que cerraba los ojos para disfrutar más profundamente el sabor de esa exquisitez.

Comí y bebí despacio, saboreando mi cena al tiempo que me perdía en la vista que me daba la ciudad.

Termine mi pasta y continúe con lo que quedaba en la botella, reflexionando en lo que haría.

Sí, ya lo venía pensando varias semanas atrás y hoy lo había decidido, terminaría con Óscar.

Pedí la cuenta para irme, un mesero diferente terminó por atenderme, la pagué y salí del lugar. El vino si me paso factura, me sentía algo animada, pero no como hubiera querido para no sentir mi orgullo pisoteado.

Busqué en mi bolso las llaves de mi coche, primero a la derecha y nada, luego más abajo, ¡no estaban! “¡¿dónde están?!” Me pregunté internamente. No podía ser, no las encontraba.

No quería ver en el interior del coche, no quería ver lo que era ya un hecho y tener que ir en taxi a casa. Al fin lo hice, solo para confirmar que efectivamente las dejé pegadas al interior.

Solo eso me faltaba, ya eran casi las once de la noche. El sitio estaba escueto, muy pocos autos estaban en el estacionamiento al frente del lugar, creo que fui casi la última persona en salir de aquel restaurante.

“Bueno, no queda más que llamar un taxi” trataba de darme ánimos, saqué mi teléfono y al intentar desbloquearlo, “¡nooo! esto no me puede estar pasando” ¿sin batería? Es el colmo. Estaba en el límite de la desesperación.

—¿Todo bien? —escuché una voz detrás de mí.

Con la mirada al suelo y el dedo índice en la sien, di la vuelta para ver quien me estaba hablando, estaba al borde de gritar y maldecir mi suerte. Si tan solo me hubiera quedado en mi casa viendo una película.

Levante la mirada al dueño de esa voz, “¡hay no puede ser!” Pensé, “es el mesero que me atendió, debe estar pensado en lo patética que me veo después de darse cuenta de que mi cita no llegó y que estoy como loca en el estacionamiento”

Estaba ahí parado, vestía unos jeans azules y una playera manga larga color negr0, ya no llevaba el uniforme de su trabajo, se veía un poco más fornido, era alto, ya en ese outfit parecía más un chico malo que un mesero.

—¿Te puedo ayudar en algo? —Me dijo al ver que yo no contesté a su primera pregunta sacándome de mis locos pensamientos.

—Este... no… gracias —no sonó muy convincente.

—¿Segura? —insistió.

— Bueno, sí. Resulta que dejé las llaves dentro de mi coche —le dije con algo de amargura y vergüenza —. Creo que si puedes ayudarme —agregué.

—Claro, dime.

—¿Podrías pedir un taxi para mí, por favor? —lo miré con ojos suplicantes.

—Tengo una mejor idea, podría llevarte —me dijo embolsado una sonrisa que se le veía jo0didamente Sex1.

¿Pero qué me pasa? ¿Cómo podía estar pensando eso en este momento? Creo que ya no volveré a beber de ese vino.

—Oh, no, no quiero causar problemas, solo el taxi, lo que pasa es que mi teléfono se quedó sin batería —le dije mientras sacudía mi celular muert0 con mi mano.

—No es problema, de verdad, déjame ayudarte —me dijo mirándome con esos ojos negro profundo y un poco más serio —. No me sentiría tranquilo si te vas en taxi siendo ya tan tarde.

No estaba segura, una vez más en este día donde no sabía qué hacer y la primera vez no tomé la mejor decisión.

—Está bien —le dije un poco apenada y dudosa de lo que había decidido —¿Dónde está tu coche?

—Este... no traigo coche, soy más... ¿Cómo decirlo…? de dos ruedas —me dijo encogiéndose de hombros.

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