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El Misterio de Adeleine

El Misterio de Adeleine

Malegna Hevil

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9
Capítulo

No quiero publicar aquí, no me deja eliminar mi libro, auxilio. No quiero. No quiero publicar aquí, no me deja eliminar mi libro, auxilio. No quiero. No quiero publicar aquí, no me deja eliminar mi libro, auxilio. No quiero. No quiero publicar aquí, no me deja eliminar mi libro, auxilio. No quiero. No quiero publicar aquí, no me deja eliminar mi libro, auxilio. No quiero. No quiero publicar aquí, no me deja eliminar mi libro, auxilio. No quiero. No quiero publicar aquí, no me deja eliminar mi libro, auxilio. No quiero. No quiero publicar aquí, no me deja eliminar mi libro, auxilio. No quiero. No quiero publicar aquí, no me deja eliminar mi libro, auxilio. No quiero. No quiero publicar aquí, no me deja eliminar mi libro, auxilio. No quiero. No quiero publicar aquí, no me deja eliminar mi libro, auxilio. No quiero. No quiero publicar aquí, no me deja eliminar mi libro, auxilio. No quiero. No quiero publicar aquí, no me deja eliminar mi libro, auxilio. No quiero. No quiero publicar aquí, no me deja eliminar mi libro, auxilio. No quiero. No quiero publicar aquí, no me deja eliminar mi libro, auxilio. No quiero. No quiero publicar aquí, no me deja eliminar mi libro, auxilio. No quiero. No quiero publicar aquí, no me deja eliminar mi libro, auxilio. No quiero. No quiero publicar aquí, no me deja eliminar mi libro, auxilio. No quiero. No quiero publicar aquí, no me deja eliminar mi libro, auxilio. No quiero. No quiero publicar aquí, no me deja eliminar mi libro, auxilio. No quiero.

Capítulo 1 Adeleine

Los últimos y escasos arboles se abrían paso a la entrada trasera de la casa, arriba en el piso superior, se veía a mi hermana jugar con Hunter, mi gato. Termine de llegar hasta las escaleras, piso fuerte la madera de los escalones para sacar el barro de mis botas, y el ruido provoca que mi madre salga fuera. Me observa desde la puerta con una ceja alzada.

Y esa ceja alzada solo significa una cosa, o bueno, puede significar muchísimas cosas, malas o buenas. Pero sobre todo malas, en realidad.

–Creí que nunca llegarías a comer.

Subí los dos escalones que me separaban del porche y me escabullí entre el espacio restante que no ocupaba en el marco de la puerta. Me reí por lo bajo, algo que por supuesto escucho.

Cierra la puerta, coje mi plato del mesón de la cocina. –Muy graciosa, Adeleine.

–Mamá, me tarde menos esta vez.

Me excuso, no siempre suelo llegar temprano, pero, últimamente ya no hay mucho que ver, todo prácticamente lo conozco. Y siendo sincera, me aburro muy rápido de lo que ya conozco.

Los pasos cortos y apurados se escuchan por las escaleras, y de inmediato sé que es mi hermana, una enana y pálida niña que le tiene un gigante amor a los animales. Salta desde la sala hasta la cocina, toma asiento a mi lado y empieza a comer con entusiasmo, aunque no le va a durar mucho. Hay que batallar para que pueda acabarse un solo plato de comida.

No porque se encuentre enferma, si no que no le gusta comer. Bien extraño, a decir verdad, pero no la culpo, comer a veces lo mismo aburre. Y algo que aburra no es divertido para nada.

Mastico los ultimo que me queda de pan con carne y bebo todo el vaso de agua de golpe. Me levanto y dejo todo por lavar, que lo lave Mith. Que ahora que lo pienso, ¿dónde estará?

Mith es una rara criatura femenina que tiene un complejo de doncella salvada por un príncipe. Ridículo, pero encantador. Los príncipes no existen más allá que en la Gran Ciudad, y ahí se quedaran. Tal vez algún día se le cumpla el deseo de ir y casarse con un príncipe, así se hace rica. No sería un mal destino.

Pero todos sabemos que no ocurrirá, no porque sea fea, porque en realidad no lo es, si no que, es muy lejos y creó que el príncipe ya se casó, entonces, no tiene oportunidad, además ella es solo una cría de dieciséis años.

–¡Adel! –un grito largo y bien pronunciado se escucha desde afuera.

Mi madre en el instante me observa, solo le toma unos segundos procesar quién es y a donde voy, sus ojos me dictan la orden de que me comporte. Ya tengo en consentimiento, así que me voy sin remordimientos.

–¡Adel! –vuelven a gritar a largando la parte final.

Corro y salgo abruptamente por la puerta principal, y ahí, al final de las escaleras está la dueña de la voz, otra enana más. Este es un pueblo de enanos, en realidad no, es solo una broma que a veces se me sale de las manos, las enanas suelen enojarse si las llamo así seguido.

Nani.

Mi amiga de la vida, el único ser que me soporta. Aún no entiendo como tanta paciencia le puede caber en ese cuerpo tan pequeño, es muy sorprendente en verdad. Con un vestido largo y de un celeste muy claro con bordes azules oscuros, su cabello recogido en trenzas y un tarro de lo que podría ser alguna bebida con alcohol, tal vez vino, tal vez ese líquido blanco que parece agua, pero definitivamente no es agua, quizás. No me sorprendería si así fuera.

–¿Qué tal? – la toma del brazo y empiezo a caminar, o arrastrarla hasta la plaza.

–¿Estás lista? ¿No se te olvida nada?

Dice, pero no se detiene. Esas palabras hacen que por alguna razón un sentimiento o sensación de que olvide algo, me inunde, pero lo descarto rápidamente, no es así, estoy más que preparada.

–Perfecto, ¡disfrutemos hoy de toda la comida que este gratis por ahí!

Grita efusivamente, algunos de los pueblerinos que pasan y van hacia el mismo destino se voltean a observarnos. De vuelvo la mirada despectivamente, no es que me interese mucho captar la atención de los demás, a decir verdad.

Hoy es un día especial, hoy por fin es la celebración de los Pinos. Es una celebración anual que se hace en honor a el bosque de pinos que cubre y rodea al pueblo, y que por siglos a crecido y con él, algunos de los primeros hombres que ayudaron a sentar las bases del reino. Mucha gente de todos lados vienen a celebrarlo, aunque este sea un pueblo lejos de la Gran Ciudad, la capital del Reino, no significa que lo que aquí se encuentra no represente algo importante para los regentes.

Este bosque por siglos albergo los pueblerinos que construyeron y edificaron la capital y otros pueblos igual de grandes. Los Pinos es uno de los tres pueblos más grandes. Es grande, pero ya muy monótono, al menos para mi y todos los que llevan una vida entera aquí.

La plaza cada vez queda más cerca, a medida que nos acercamos, los carritos ambulantes llenan las calles, en el cielo y colgando muchas faroles y adornos a luz de velas y químicos extraños que brillan. Figuras y formas raras decoran las casas, tiendas, establos y recintos de las calles.

La calle principal se cubre de gente apretada y bulliciosa, ociosos de llegar al centro y observar las atracciones principales.

–¡Pero miren quién está aquí!

La voz tediosa resalta de la del gentilicio y visitantes. Es Iris, la queridísima hija del pueblo, bien conocida por ser la hija del Alcalde de este pueblo. Tiene la reputación y fortuna de ser alguien que ser aprovecha de su posición y estatus, todos la conocen, unos poco, y luego estamos nosotras que sabemos muy bien quién es.

Nani me observa y empieza a jalarme a otra dirección. –No vale la pena.

–¿A dónde van?

Alza su voz chillona, se contonea con su vestido y apretado corset, acaricia su cabello apretado en una cola que parece tan dura como un tronco. Con la expresión más soberbia que puede existir.

–A otro lado donde se pueda estar sin respirar el mismo aire que tú.

Respondo con una amabilidad falsa, hago caso a lo que Nani me dice.

–Ya nos veremos después.

Escupe en el suelo, alguna de las tantas atolondradas con las que siempre anda se ríe. Nos observan con desdén, no sin antes lanzar una mirada llena de lápiz negro y mucho rencor.

Y tiene toda la razón, nos veremos luego. Doy una última mirada a la espalda de comprimida de Iris. Huimos a otra calle más pequeña, pero con el mismo destino, por fortuna la hija del pueblo se pierde entre los pueblerinos que siguen su camino como abejas a la miel.

–Es bastante tediosa. –digo para mí, pero termino por soltarlo más como una queja abierta a conversación. En este punto el tarro de Nani ya no esta en su mano, a saber, dónde lo dejo tirado.

–Lo es, lo es. Pero eso significa que no podamos ignorarla, todo el pueblo sabe lo que paso la última vez, y todo por meterte donde no te llaman. –da un jalón suave en mi brazo para acentuar lo que dice.

–En mi defensa, ella estaba y sigue comportándose con un animal que ladra, solo le falta ir a cuatro patas y listo.

Digo sin pensarlo. Ella me observa con un rostro de comprensión y burla.

–No sé ni para que te digo las cosas ya. –dice para echarse a reír.

Me le uno tras contagiarme de su risa, captamos las miradas de algunos, pero es lo que menos importa ahora.

Iris es petulante y muy difícil de soportar para mí. La última vez que tuve un enfrentamiento con ella fue por hacer el papel de animal con alguien ya comprometido con nada más que Nani. Termino enrollándose con el aún sabiendo que estaba en planes de comprometerse con mi queridísima amiga.

La trifulca fue a peores cuando ella misma los encontró entre sabanas y con sudor en la piel. Nada bueno estaba fluyendo entre ambos aún más, ¡irrespetando lo que ese tipejo y Nani tenían! Aunque él no era de mi total agrado, mientras la hiciese feliz, eso bastaba para mí.

Afortunadamente todo ello se acabó, pero eso no quiere decir que haya terminado de la manera correcta. En cuanto a Nani, bueno, no es que le falte mucho, ya hace dos años de eso. Supera las cosas con cierta facilidad sorpréndete, es una mujer digna de admirar.

–¿Sabes que al final termino con él?

La escucho hablar. Sé de lo que habla.

–No me sorprende…–digo, el centro de la plaza es visible.

Carritos con dulces raros, grupos de personas haciendo maniobras y acrobacias. Alguien que escupe fuego, animales raros y extraños. Un carrito con una mujer que lee las cartas, y muchísimas cosas más. La feria de los Pinos es distinta una vez que creces y lo mítico y fantasioso termina siendo alguien con trucos fáciles de percibir para aquellos atentos. Pero es entretenido siempre.

–Se fue del pueblo, tengo entendido, se lo merece.

Le digo a la castaña, ella suspira y sus ojos se iluminan con la luz amarillenta de los faroles, se encoje de hombros y continúa diciendo:

–Era lo mínimo, si me seguía persiguiendo pidiendo por perdón iba a terminar mandándolo a lanzar desde el Pico de Rui.

Lanzo una carcajada de nuevo, pero con más fuerza está vez.

No solo porque sé que ese tipo la tenía cansada luego de estar persiguiéndola todo el rato, sino porque además la creó muy capaz de hacerlo.

Ella solo me observa con una sonrisa de suficiencia y seguimos nuestro camino.

Observo la majestuosidad del lugar y como la inmensidad de la naturaleza se festeja y mimetiza, los árboles más altos del bosque se mueven con el viento, sus hojas que abren y bailan en todas las direcciones, tienen ese verde tan oscuro es sus hojas más largas, y en las nacientes un verde más claro que se difumina a ser más oscuro mediante crecen, tenuemente se refleja el amarillo, el violeta o el azul, colores creados con telas de colores y velas para reflejar los tonos con lámparas. Algunas líneas de sogas con farolas de distintas formas como estrellas, las distintas fases de la luna, caras de los antiguos reyes, e incluso la insignia del reino, se tejieron en los árboles como decoración flotante. La noche profunda brinda el escenario perfecto para la celebración.

En gran parte los pinos son una exclusa para beber y vender, funciona para que todos salgan a disfrutar, a conocer, a tener una noche de frenesí. Es perfecta para los depravados, para las damas de compañía y para los bebedores.

Es buena para mi padre, las festividades significan más trabajo y más trabajo significa monedas de plata para vivir.

Veo como Nani suelta el agarre de nuestros brazos y se pone en la fila para leerse las líneas de las manos, me hace seña de que la siga.

–¿En serio vas a gastar en esto, mujer?

Me pongo detrás de ella. –Es divertido, a ver si me dice algo que tenga que ver con ir de este pueblucho.

Frente a nosotros algunos hacen la misma fila con la intención de saber su futuro o lo que sea que esa bruja de adentro pueda o quiera inventar. Más de uno saldrá con un pronostico de una muerte inminente falsa.

Seguro es divertido trabajar en eso, fingir que sabes lo que haces, decir palabras nada precisas y mentir sin hacerte responsable de ello, divertidísimo.

–Cierto, a la Gran Ciudad, ¿no?

Recuerdo que me lo dijo, tiene planes de irse. No hay nada que le guste aquí, así que planea largarse lejos.

–Sí, estoy buscando trabajo ahí, mi tía Rosaline me envió una carta hace unos días, dijo que me ayudaría. Cuento con eso, quiero irme. –las últimas palabras que salieron de su boca fueron dichas con una tristeza que pensé que no oiría más.

–No hay nada que te haga cambiar de opinión, supongo. Yo también me iría si tuviera la oportunidad.

Un intento de sonrisa se forma en sus labios, que más que significar algo bueno, solo es un atisbo de la mala situación en la que nos encontramos.

Ella, engañada, traicionada, humillada, perseguida y tachada. En un pueblo donde condenan con palabras, y marcan con miradas. Donde lo que haces te marca para siempre.

Y luego yo, que nunca he sido un ejemplo de mujer como esposa. Quizás por salirme de las reglas, aunque creo que eso podría ser pasable, pero, termine de arruinar mi “reputación” al ir enfrentarme a esta tipeja Iris y dejarla llena de tierra y sin mechones de cabello.

No me arrepiento, pero gracias a eso termine casi expulsada del pueblo por el Alcalde. No termino bien que digamos, pero llegamos a un acuerdo en el que sí trabajaba para ellos en la casa real del pueblo se arreglaría el problema.

No me toco de otra que ser servidumbre, de todos modos, de algo tenía que empezar a sacar monedas. Nani al final termino sin su prometido, y yo termine por darle su merecido a Iris, no por lo que hizo sino por lo que tenía planeado hacer. Machacar aún más lo que quedaba del nombre de mi amiga, su familia es una ejemplar y no iba a permitirlo. De todos modos, también tenía unas cuentas pendientes conmigo, por ejemplo, aquella vez que convenció a su padre de subir los impuestos de mi familia por “ingresos altos”. O cuando era pequeña me corto el cabello por tenerlo más largo que ella.

–Siguiente.

Sentí como brinco frente a mí, y se adentró a la carreta con mantas que parecía más una casa con ruedas que una carroza. La vi desaparecer entre mantas sin mirar atrás. La voz de la vieja se me hizo extraña, vieja, arrugada como una verruga. Ojalá encuentre lo que quiere adentro, ojalá esa falsa bruja le de lo que su corazón anhela. Aunque sea falso, a veces aferrarse a algo incierto termina por darle alas para que se convierta en realidad.

Observo los alrededores, la gente camina, cuchichea, cantan, beben y bailan. Al son de la música, al son de la cerveza o el vino. Los colores tiñen los lugares, las velas derraman la cera por el piso, los niños corren, y gritan, el verano se siente en el aire.

Me pregunto cómo sería volver a esa edad, donde no tienes tantas preocupaciones. Sería increíble dejar de tener veinte y tener solo nueve. Tal vez eso nos daría la oportunidad a todos de reescribir nuestro destino y que no termine fatal.

–No entendí nada. –abre de manera abrupta las mantas. Se le escapa un mechón salvaje de cabello, cae en su frente tapando su vista y creando otra cortina de bellos más tupida que las de sus propias pestañas negras. –Te toca a ti, vamos. –jala de mi mano y coloca una moneda de cobre.

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