Inglaterra, 1818
Cinco años atrás…
La residencia de los duques de Devonshire estaba hecha un caos, los sirvientes no sabían dónde esconderse de la furia de los duques, en ese momento no querían saber cómo era estar en el lugar de su hija menor, Jayne William.
—¡Eres una deshonra para esta familia! ¡¿Cómo pudiste hacernos esto Jayne?! — gritó Caleb William, duque de Devonshire y padre de Jayne — Pensé que serías una buena hija, que nos llenarías de orgullo, pero resultaste ser todo lo contrario. Te advertí que te alejaras de él.
—Lo siento papá, no pensé que esto fuera a pasar… — Jayne lloraba arrodillada en el suelo, miró a su madre suplicándole que la salvara, pero solo recibió su rechazo —… Pero… él… Christian no dejará esto así, él se casará conmigo, me lo prometió.
—¡Más te vale, Jayne, más te vale! ¡Porque estás completamente arruinada para cualquier otro hombre! — Volvió a gritar su padre — Y de lo contrario, ya sabes lo que te espera, y no cuentes con nosotros para subsistir. Por mucho que odie que lord Christian Evans entre a nuestra familia, tengo que aceptar ese hecho, ¿cómo pudiste Jayne?
Jayne al escuchar las palabras de su padre no pudo evitar sentir miedo, si Christian no aceptaba casarse con ella estaría perdida, sus padres la desampararían y ella no tendría oportunidad de nada más en la vida. Pero eso no pasaría, estaba segura de que Christian se casaría con ella, él se lo había prometido, le había jurado amor más de una vez, él la quería, así que ese miedo no tendría que estar en su cuerpo.
—Él… él si me aceptará como su esposa, Christian me ama — dijo ella ilusionada levantándose del suelo, aún estaba en camisón de dormir cuando sus padres fueron a su habitación buscando una explicación para el escándalo con el que Londres se había levantado esa mañana.
—Él nos confirmará tus palabras en cuanto llegue, debe de venir en camino, lo he manado a llamar urgentemente — dijo Caleb dándole la espalda a su hija —. Te espero en mi despacho.
Y sin más salió de la habitación de Jayne dejándola sola con su madre.
—¡Mamá, por favor perdóname! Te juro que no quería que esto pasara — trató de acercarse a su madre, pero fue rechazada nuevamente —. Mamá…
—Pensé de todo menos esto, Jayne, me has decepcionado, y reza para que ese joven acépate casarse contigo y sea una boda rápida antes de que parte de la sociedad empiece a darte la espalda a ti o a toda nuestra familia —masculló Juliet, su madre.
—Estoy segura de que sí nos casaremos — dijo Jayne muy segura de sus palabras.
—Permiso, el duque requiere la presencia de ambas en su despacho — dijo la Sra. Joss, ama de llaves de la residencia.
Rápidamente, las dos salieron hacia el despacho de Caleb. Jayne aún estaba en camisón, pero así mismo se presentaría frente a su padre. Al llegar, Jayne vio a Christian, sonrió y no pudo evitar ir con él y abrazarlo.
—¡Christian, mi amor! — gritó ella — Dile a mis padres que nos amamos y que me convertirás en tu esposa.
—Jayne… — poco a poco fue apartándola mirándola seriamente, luego miró a los padres de Jayne quienes esperaban la confirmación de las palabras de su hija—… Yo… lo siento…
—¿Qué? ¿Por qué mi amor? No fue culpa tuya que todos acabaran sabiéndolo — Indicó Jayne queriendo acercarse nuevamente, pero Christian la detuvo —. ¿Qué pasa Christian?
—¿Puedo hablar con Jayne en privado? — preguntó Christian.
—Ya que más da que te dejemos sola con un hombre, y más cuando fue el mismo que te arruinó — expresó Caleb saliendo del despacho junto a su esposa.
—Christian lo siento, no sé cómo esto llegó a oídos de todo Londres, pero…