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La oficina de Alberto Díaz era moderna, minimalista, y de una sobriedad casi clínica. Todo estaba organizado con precisión, desde los papeles sobre su escritorio hasta el reloj en la pared, que marcaba las 4:00 p.m. Beatriz, su secretaria, tocó la puerta antes de entrar.
— Señor Díaz, la señorita Marta Rodríguez está aquí para la entrevista.
— Bien, envíala.
Beatriz asintió y salió. Pocos minutos después, la puerta se abrió con suavidad. Marta entró sin vacilar. Su postura era erguida, pero sus ojos reflejaban una ligera tensión. Cerró la puerta con cuidado y se acercó a la silla frente al escritorio de Alberto.
Él seguía mirando la pantalla de su ordenador, como si nada de lo que pasara en la sala fuera de su interés. No levantó la vista cuando ella se sentó, pero la reconoció por la hoja que tenía sobre la mesa.
— Marta Rodríguez —dijo él, sin apartar la vista de la pantalla.
— Vamos a ser claros, no me gustan las entrevistas largas. ¿Por qué quieres trabajar para mí?
Marta se quedó en silencio por un momento, sintiendo la presión de la pregunta. Sabía que no podía esperar un trato amable. Pero lo que no esperaba era la frialdad con la que él se dirigía a ella.
— Estoy buscando un trabajo donde pueda hacer algo más que simplemente cumplir con las tareas. He trabajado en jardinería, pero siempre he sentido que puede ser más que un simple oficio. Es una manera de ayudar a las personas a encontrar algo de paz en un espacio que puede ser un refugio para ellos.
Alberto finalmente levantó la vista, pero sólo para mirarla de forma rápida y sin emoción.
— Paz… —dijo, casi burlándose, pero con la mirada fija en ella.
— Eso suena un poco idealista. ¿Qué tiene eso que ver conmigo?
Marta se sintió ligeramente incómoda por la respuesta, pero mantuvo la calma.
— No se trata de ti directamente. Se trata de un lugar donde las personas pueden sentirse bien, incluso si no pueden expresarlo. Mi experiencia no se limita solo al cuidado de las plantas. Creo que un jardín también puede ser una forma de conectar con alguien que no puede comunicar sus necesidades de manera convencional.
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