Un Príncipe y Su Guardiana Rota

Un Príncipe y Su Guardiana Rota

Gavin

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Capítulo

"Soy un príncipe huérfano, olvidado en un palacio que me ignoraba. Mi única compañía era la soledad, mi único consuelo, una mirada amable del Capitán Alonso. Siempre lo observé desde la sombra. Hasta que, un día, llegó Ximena, mi nueva guardiana, su armadura llena de cicatrices de batallas reales. Ella no irrumpió en mi vida, la desordenó, pero no para protegerme a mí. No, su mirada se fijaba en Alonso, con una intensidad que nunca me dedicaba a mí. Ella lo seguía por todas partes, arriesgando su vida en misiones peligrosas, solo para estar cerca de él. Una noche la encontré desangrándose, una herida que se ganó por él. "¿Por qué haces esto, Ximena? Eres mi guardiana. Si te matas, ¿quién me cuidará?" , le pregunté. Ella respondió con una tristeza profunda: "Nadie te cuidará, niño. Tienes que aprender a cuidarte solo" . Pero yo solo pude decir: "No. Yo te quiero a ti" . Justo cuando creí que empezábamos a entendernos, llegó la noticia que lo destrozaría todo. "El Capitán Alonso se va a casar. Con la Emperatriz del Norte." El sonido de la espada de Ximena al caer resonó en mi corazón, un ruido seco como el de un hueso rompiéndose. La vi en el patio, golpeando el poste de madera, una y otra vez, tratando de romper el dolor que la consumía. "¡Ximena, detente! ¡No te destruyas por un hombre que ni siquiera sabe que existes!" , le grité, interponiéndome. Con la voz quebrada, le supliqué: "¡Si te vas, me dejarás completamente solo! ¿Es eso lo que quieres, Ximena? ¿Abandonarme como todos los demás?" Su espada tembló, y por primera vez, la vi llorar de verdad. No, no la abandonaría a la desesperación. Aunque mis "accidentes" la exasperaran, la obligarían a vivir, a cuidarme. Y cuando decidió ir a la boda de Alonso para confrontarlo, yo sabía lo que debía hacer. No la detendría con un truco. La seguiría, porque si ella iba a caer, yo caería con ella. Porque era mi familia. Y a la familia no se le abandona."

Introducción

"Soy un príncipe huérfano, olvidado en un palacio que me ignoraba.

Mi única compañía era la soledad, mi único consuelo, una mirada amable del Capitán Alonso.

Siempre lo observé desde la sombra.

Hasta que, un día, llegó Ximena, mi nueva guardiana, su armadura llena de cicatrices de batallas reales.

Ella no irrumpió en mi vida, la desordenó, pero no para protegerme a mí.

No, su mirada se fijaba en Alonso, con una intensidad que nunca me dedicaba a mí.

Ella lo seguía por todas partes, arriesgando su vida en misiones peligrosas, solo para estar cerca de él.

Una noche la encontré desangrándose, una herida que se ganó por él.

"¿Por qué haces esto, Ximena? Eres mi guardiana. Si te matas, ¿quién me cuidará?" , le pregunté.

Ella respondió con una tristeza profunda: "Nadie te cuidará, niño. Tienes que aprender a cuidarte solo" .

Pero yo solo pude decir: "No. Yo te quiero a ti" .

Justo cuando creí que empezábamos a entendernos, llegó la noticia que lo destrozaría todo.

"El Capitán Alonso se va a casar. Con la Emperatriz del Norte."

El sonido de la espada de Ximena al caer resonó en mi corazón, un ruido seco como el de un hueso rompiéndose.

La vi en el patio, golpeando el poste de madera, una y otra vez, tratando de romper el dolor que la consumía.

"¡Ximena, detente! ¡No te destruyas por un hombre que ni siquiera sabe que existes!" , le grité, interponiéndome.

Con la voz quebrada, le supliqué: "¡Si te vas, me dejarás completamente solo! ¿Es eso lo que quieres, Ximena? ¿Abandonarme como todos los demás?"

Su espada tembló, y por primera vez, la vi llorar de verdad.

No, no la abandonaría a la desesperación.

Aunque mis "accidentes" la exasperaran, la obligarían a vivir, a cuidarme.

Y cuando decidió ir a la boda de Alonso para confrontarlo, yo sabía lo que debía hacer.

No la detendría con un truco.

La seguiría, porque si ella iba a caer, yo caería con ella.

Porque era mi familia.

Y a la familia no se le abandona."

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5.0

El aire denso y sofocante de la habitación de hotel barata me asfixiaba. Frente al espejo manchado, la joven de ojos vacíos que me devolvía la mirada era casi una extraña. Pero el montón de billetes en la mesita de noche era real, sucio, tangible. Cien mil pesos. El precio, me convencía, de la vida de Alejandro. Por él, todo valía la pena; incluso la pureza que había sacrificado. Con el corazón latiéndome entre la esperanza y el pánico, corrí al hospital, el olor familiar a antiséptico prometiendo un nuevo comienzo. Pero al doblar la esquina, risas. No, no risas de alivio, sino carcajadas burlonas; la voz de Valeria, mi detestable rival, seguida por la de Alejandro. "¿En serio te creíste que esa tonta iba a conseguir la lana?" , dijo Valeria. "Claro que sí, mi amor. Sofía es tan ingenua... Le monté el numerito del enfermo terminal y se lo tragó enterito. Ya debe estar vendiendo hasta el alma para juntar el dinero" , respondió Alejandro. El suelo bajo mis pies se derrumbó. Su enfermedad, nuestro amor, todo era una farsa cruel. Una elaborada venganza por una beca que yo gané con mi esfuerzo. "Cuando traiga el dinero, la grabaré... Será la humillación de su vida" , susurró Alejandro, su voz conspiradora. Ahogué un sollozo, el dolor físico y emocional era insoportable. Me habían golpeado, manipulado, usado para el entretenimiento de una audiencia cruel. ¿Por qué? ¿Por qué esta maldad? En medio de mi desesperación, el teléfono sonó. Una llamada de Londres. La inoportuna noticia de un abuelo al que creía muerto para mí. Pero en ese instante de quiebre, una idea. Una única y afilada oportunidad para escapar. Decidí que no me destruirían. Esta vez, se acabó la Sofía ingenua. Ahora solo quedaba una Sofía decidida a contraatacar. Y ellos, mis torturadores, pagarían.

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