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La dimensión del deseo

La dimensión del deseo

Rossetica

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Capítulo

Luego de la salida de la dimensión del sexo, dónde todo salió mal, Amaia tiene que volver a su familia, a su vida y a Aidan. ¿Sabrá gestionar tanto? ¿Cómo la recibirá su familia y su gran amor?

Capítulo 1 Analogías

Amaia

Estaba sentada en la terraza de mi pequeño apartamento, disfrutando de un lindo amanecer.

Solo eso era lindo en mi vida... los amaneceres que adornaban la vista de mi nuevo hogar.

Otra noche más en la que no dormí más de cuatro horas, me llevó a la terraza a fumarme tres cigarros, tenía la sensación de que nunca más conseguiría dormir una noche entera.

Y sí, ahora fumaba...

Todos los recuerdos me envolvían como cadenas de fuego, me veía girando en un carrusel de dolor.

Y lo peor de todo... Es que Aidan no estaba. El había prometido repetidas veces que me protegería siempre, que no me dejaría sola, que estaba a salvo con él.

Pero no lo estuve, y aún al día de hoy, sigo sin estarlo.

La diferencia es que ya no necesito de un hombre que jure que me va a proteger y después no lo haga. Hoy soy tan poderosa como hace ocho meses fuí débil.

En esa misma medida avancé de menos a más y aunque sé, que tuve que sacrificar mucho para conseguirlo, hay momentos en el camino, que la vida te recuerda, que cada ser humano está solo en el mundo.

Aunque haya nacido el mismo día de mi hermana, lo hice sola, todos lo hacemos solos y nos vamos solos también.

Yo tuve que irme sola, tuve que sanar sola y así mismo tendré que regresar... sola.

Ya no lo tengo a él, el ya no me tiene a mí. Mi familia ahora es la suya y yo no soy más, que un triste recuerdo de su pasado y un amargo vacío de su presente.

Porque regresaré, pero sé, que nada será igual; porque no me esperan, puede que no me quieran y desde luego, difícilmente me perdonen.

Mirando el sol llenar por completo de su luz y calor mi terraza, abrazo mi cuerpo rememorando con tristeza y furia todo lo que me trajo aquí.

Aquella maldita noche, ese cerdo que hoy sentencian, a nada, comparado con lo que merece, me sacó a la fuerza de mi casa, de entre las manos de mi propio padre, que me dejó ir.

No hizo nada para protegerme de aquel miserable que me lo quitó todo.

Hasta lo que no sabía que tenía... me quitó.

Mientras Andrew me llevaba amarrada en su auto, yo gritaba y nadie me oía, los malditos dispositivos no emitían sonido alguno.

Después supe que alguien los desconectó. Alguien que trabajaba para Archer, el supuesto capitán encargado de Andrew, pero todo eso era una farsa. Andrew nunca ayudó a la policía a desmantelar nada.

Mientras yo veía como un auto venía detrás nuestro y hacía cada gesto que podía para que me vieran, Andrew cada vez aceleraba más. Yo confiaba en que Aidan nos seguía, que me encontraría como siempre dijo que haría, pero no fue así.

Aquella noche nada fue como debía hacer sido. Aquella maldita noche perdí todo, ganando nada.

Lo peor de todo fué, ver a mi hermana tirada en el suelo y no poder ayudarla, dejarla, porque estaba siendo llevada a la fuerza por Andrew; pero sobre todo ver morir la esperanza que creció en mí cuando ví que habíamos volcado. Casi me quemo dentro del coche, pero el maldito me salvó, para luego quemarme la vida el mismo.

El cuarto cigarrillo de la corta mañana estaba encendiendo, cuando un toque me hizo atrapar mi arma de la gaveta pequeña del mueble de la sala. Tocaron otra vez, pero esta ocasión sentí las llaves entrando en el cierre y mientras apuntaba con mi arma hacia la puerta, se dibujó delante de mis ojos la figura de Douglas.

— Joder, Amaia.¿Por qué coño no abres? Sabes que me preocupo, pensé que, alomejor de nuevo...

— Tranquilo comandante que la vida solo se intenta quitar una vez, cuando ves que fallas,te traen de regreso y toda la mierda sigue en el mismo sitio, llegas a la conclusión que no vale la pena. Que tienes que hacer algo para barrer tu solo tus porquerías o volverás una y otra vez al punto de partida.

— No estoy de humor para tu filosofía negra está mañana, tenemos cosas que hacer.

— Al menos tómate un café, y deja de entrar en mi casa cuando te da la gana. Las llaves se las dejé a Julia, no a tí y no veo a tu mujer por aquí. Deja de robarle mis llaves — sonrió mostrando el llavero que volvió a guardar en su pantalón y fue directo a mi cafetera a preparar café.

El había estado para mí todo este tiempo, y Julia, su mujer, me había acompañado en cada paso de las decisiones que tomé. Las buenas y las malas.

Mientras yo terminaba mi vino mañanero y Douglas se bebía su café, me ofreció unos documentos.

Me senté sobre la banqueta de la isla de la cocina y los tomé.

— ¿Estás segura Amaia?

— Sabes que sí, Douglas.

Me va a pagar todo lo que me ha hecho, toda esa gente me lo debe. Y la única paz que podré sentir, será el día que les quite la vida. Uno a uno. No los quiero muertos hoy, ni los quiero libres. Pero quiero matarlos yo, con mis manos y sin que nadie me lo impida. Y esta es la única manera.

— Sabes que en teoría yo no sé nada de tus planes, y en la prática estoy contigo hasta el final.

— Gracias, lo sé...

— Hoy es el día hermosa, hoy verás a tu familia de nuevo... Y a él.

Su cuidado para hablar de Aidan siempre me enternecía, sabía cuánto me dolía hasta escuchar su nombre. Cuando lo pensaba en mi cabeza, me dolía lo que jamas seré capaz de describir.

— No voy a hacerlo Douglas, hoy no. Iré al juicio porque se lo debo ya sabes a quién, pero no me presentaré hoy frente a mi familia. Y desde luego no frente a Aidan.

Me senté en el sillón de la pequeña sala y desde ahí podía ver a Douglas perfectamente. Era todo pequeño pero práctico, justo lo que necesitaba para mí sola y sobre todo para sentir que podía oír todo lo que pasaba en la casa entera. Si me veía en un sitio grande sentía que me podrían estar esperando detrás de cualquier columna.

Estaba bien, decía mi psiquiatra pero yo no me sentía bien del todo. Había mucho por trabajar.

— Amaia, él empieza a trabajar ya, será ascendido a comandante, le van a asignar un nuevo grupo de trabajo y las respectivas condecoraciones. Ya está rehabilitado y aunque te duela, el hizo su trabajo. Atrapó a todos los

cabrones esos y aunque no lo quieras aceptar, era lo que tenía que hacer.

— Ya lo tengo asumido Douglas, a ver si te vas a creer que voy al psiquiatra a perder el tiempo. Pero el que lo tenga claro no quiere decir que me duela menos.

Tu mejor que nadie sabes lo que me pasó, y él no estaba. Lo voy a querer toda la vida, pero no se cuando voy a superar todo. Ya nuestra historia no tiene arreglo.

— ¿Por eso nunca te has quitado tus sortijas de matrimonio?...¿Porqué no tiene arreglo?

No pude decir nada, mi vista viajó automáticamente a mi dedo. Justo al lado de mis sortijas de matrimonio me había hecho un tatuaje. Una rosa negra, como símbolo de lo que un día nos unió y llevaba otra parecida detrás de la oreja, me las hice como marca de un pasado tan amado como odiado por mi. Una rosa por el y una por mí.

— Ya me voy, solo quería que tuvieras claro que una vez firmes, perteneces al cuerpo. Nadie puede saber a qué te dedicas y serás metida en el sistema como un agente más. A pesar de que me encargué de que te asignen el caso que quieres, tienes que saber que en el futuro no será así. Tu comandante se comunicará contigo en tres días y te dará la información que necesitas para empezar tu misión. Yo apartir de este momento soy tu coronel, pero sigo siendo tu amigo. Cuando Aidan sepa todo, tendrás mi casa a tu disposición. No habrá espacio en el mundo para esconderte. Porque querrá recuperarte a como dé lugar. Pero al menos seremos dos con armas para defenderte.— sonreí sin alegría.

Firmé los documentos y devolviéndolos a sus manos me despedí de el.

Me puse un vestido negro, era el color perfecto para una ocasión tan oscura como esta y un pañuelo en la cabeza que cubriera mi pelo con unas enormes espejuelos de sol. No quería ser reconocida.

Saliendo hacia el juzgado me llegó el correo de confirmación de mi entrada a la agencia secreta.

Ya era oficial...

Comenzaba mi venganza.

Aitana

Aquella mañana estábamos todos visiblemente nerviosos.

Mi madre no había dormido en toda la noche, se había pasado la mayor parte de ella hablando y fumando con Aidan.

Él se había quedado con nosotros y se había hecho demasiado unido a mi madre, creo que por compartir la opinión de que Amaia seguía viva.

Después de aquella noche en qué mi hermana nunca volvió, todo se tornó tan incierto, que era como vivir en tierra de nadie. Habíamos perdido el horizonte. No veíamos más que niebla.

Mi padre nunca apareció, mientras Ashton luchaba por su vida en el hospital y yo estaba bajo observación médica en una sala de urgencias, mi padre se marchó de nuestras vidas hasta la fecha.

Aidan, había descubierto a través de Sila, dónde estaba el club de Simón. Le avisó a mi hermana por un mensaje que ya no tenía que seguir a mi padre pues ellos iban hacia el club. Recibió al instante una respuesta que decía que ella se iría conmigo y con Ashton para el hotel y lo esperaríamos allí.

Nadie podía adivinar que Andrew la tenía y que se la llevaría con él.

Ese mensaje no lo envió Amaia.

Carter se entregó solo esa misma noche, y Muriel por su parte fue capturado junto a Simón.

Fué Simón quien le dijo a Aidan que su hermano estaba en la dimensión. Era un engaño, pero Aidan cegado por su deseo de enfrentar a Andrew, no lo pensó dos veces y salió hacia el internado.

La desesperación era tan grande que perdió el control de su auto y se volcó rodando por un barranco.

Aquella nefasta noche, perdí a mi hermana, casi pierdo a Ashton y a Aidan le costó un mes en rehabilitación y bastante tiempo en atención psiquiátrica para sacarlo de su estado de negación por la perdida de mi hermana.

Se refugió en el alcohol y justo hace dos meses hoy, que le dieron el alta. Desde entonces vive con nosotros, él y su particular carácter.

— Si les parece bien desayunamos y nos vamos todos preparando.

Ninguno me miró, pero al menos entraron y después de picar algo de desayunar, se vistieron para irnos.

— Nena, todo va estar bien. Cuando los condenen, podremos seguir adelante amor, necesitamos cerrar esta etapa.

Me recosté sobre el cuerpo de Ashton que me abrazaba frente al espejo de la habitación y mirándonos fijamente por nuestro reflejo le dije...

— Ash, no confío en que alguna vez cerremos ninguna etapa, tu hermano y mi madre fingen vivir, pero no viven. Esta familia está astillada y eso no tiene arreglo cariño. Pero te amo por tratar de animarme. — levanté mi rostro a su cuello y lo besé. Era tan alto que ni en tacones estaba a su altura.

— Aitana, ya mi hermano va a empezar a trabajar y eventualmente se irá de viaje, eso lo ayudará y tu madre, cuidando de Allan va a ir poco a poco resignandose a qué la vida sigue. Ten fé.

— Ocho meses Ash, ocho meses muy duros y muy pocos cambios cariño. Pero me gusta que seas positivo. Porque yo no puedo serlo.

Misteriosamente el internado se incendió, justo después de ser desalojado por la investigación policial. Pero aquel incendio se cobró la vida de Dalila, o al menos eso fué lo que dictaminó uno de los bomberos encargados del tema. Eso trajo como consecuencia que Allan, el niño de ella con Andrew, se quedara con Sila, pues Aidan que lo adoraba, estaba hospitalizado y no se encuentra aún en condiciones de cuidar a un pequeño y además enfermo. Pero ahora que las cosas cambiaban de rumbo mi madre se haría cargo del pequeño mientras nosotros trabajamos y estudiamos. Hoy el pequeño estaba con Savier y Katy.

Katy era la hija de la cocinera del internado, que tras el incendio se acercó mucho a Savier y terminaron viviendo juntos.

— Vamos Aitana, bajen — gritaba mi madre desde abajo.

— Vamos nena, quiero salir de esta mierda ya.

Ya nos esperaban listas Camila y Sila, así como mi madre y mi cuñado.

Una vez llegamos al juzgado y nos sentamos todos, tuve las dos sorpresas más grandes de mi vida.

Cuando todos los letrados entraron a la sala con sus respectivas togas y demás aditamentos para desempeñar su trabajo, trajeron a los acusados.

Simón estaba en el primer banco, al lado de Carter y Muriel. Todos esposados.

Camila y Sila ahogaron su llanto y se dieron las manos a modo de apoyo pues ambas estaban en la misma situación, enamoradas de dos mafiosos que a pesar de sus fechorías habían sido la salvación de ambas chicas.

Yo no las juzgaba, no podía. Todos tenemos un pasado, y aunque el de ellos era muy oscuro, ellas tenían el derecho de amar a quien quisieran.

Yo estaba enamorada del hermano del hombre que arruinó mi vida, la de mi hermana y la de mi madre.

Nadie escoge a quien ama.

Y justo en ese momento de mi analogía, concluí en qué Andrew no estaba en la sala.

Con Aidan y Ashton a cada lado de mi cuerpo era difícil tener libertad de movimientos.

A pesar de eso, luché incómoda por mirar a las otras puertas de la sala por donde pudieran estar trayendo a Andrew, y me tropecé con la mirada azúl de alguien a quien conocía tanto como a mí...

Amaia.

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