-Te he dicho muchas veces que no vengas aquí si no tienes nada importante
que decir, ¿cuántas veces te lo tengo que repetir? -gritó el
señor Alberto cuando Claudia entró en su taller.
Ni siquiera había dicho el motivo por el cual había ido y, su padre ya había
concluido que no era nada importante.
Se quedó de pie junto a la puerta y miró fijamente a su padre,
que estaba sacudido por la ira.
Sus compañeros de trabajo la miraron con lástima mientras
observaban la escena. No era la primera vez que presenciaban este
tipo de escena. «El Sr. Alberto debe odiar realmente a su hija»,
pensaban algunos.
Claudia dio un paso atrás, con los ojos humedecidos por las
lágrimas, realmente no era la primera vez que su padre la echaba
así, pero realmente le dolía cada vez que lo hacía. Se dio la
vuelta, corrió hacia la puerta y salió rápidamente del taller de
carpintería.
Ella había querido decirle que su mamá se había desmayado y
estaba en el hospital, lo había llamado muchas veces, pero él se
negaba a contestar sus llamadas, así que su única opción era ir al
taller, pero él no la dejaba ni hablar.
Entró en un taxi y le dijo al conductor la dirección del
hospital.
Sus pensamientos volvieron a su infancia, sus recuerdos eran
borrosos, pero sabía que su padre la adoraba, recordaba las veces
que la tapaba cuando estaba a punto de dormir, y le leía cuentos aún
adormecida.
A pesar de que no eran tan adinerados, él solía llevarla a ella
y a su madre todos los miércoles de excursión. Desde parques de
atracciones hasta la playa, pasando por el zoo, ella siempre estaba
contenta.
No fue hasta una noche en la que su madre y su padre tuvieron una
fea pelea que todo cambió. Su padre se emborrachó y cuando volvió,
desató su veneno sobre ambas.
A veces, encerraba a su madre en el baño y la golpeaba hasta
hacerla papilla. Aunque no sabía lo que había pasado, estaba segura
de que no estaba lejos de esa pelea de aquella horrible noche.
Claudia volvió a la realidad cuando el conductor le dijo que
habían llegado. Sonrió débilmente y pagó su billete. Bajó del
taxi y se dirigió al hospital, su madre la necesitaba ahora mismo.
El cuarto de su madre estaba situado en la planta baja, a pocos
metros de la entrada principal. Claudia entró en el cuarto, una
enfermera estaba preparando el goteo del suero de su madre.
-¿Está bien? -preguntó Claudia expectante.
-Sí, está bien, sólo ha tenido la presión alta, pero ya se
ha estabilizado. Pronto se despertará -respondió la enfermera
mientras le sonreía.
-Gracias -respondió Claudia agradecida.
La enfermera miró detrás de ella con expresión de preocupación.
-¿Su marido?
-Está en camino, llegará pronto -mintió.
-De acuerdo, me voy a ir ahora, informa si hay algún problema
-asintió, la enfermera sonrió y se fue.
En otro lugar...
-Señor, su baño está listo.
Magdalena habló con calma mientras observaba al hombre que dormía
en la cama grande. No sabía si debía despertarlo, ya que podría
abofetearla o, peor aún, despedirla. Se quedó allí repitiendo las