El jefe insoportable
Trabajar para Leandro Vólkov es como firmar un contrato con el diablo... pero sin el beneficio de una muerte rápida.
Todos los días me levanto a las seis, me ato el cabello en un moño tan apretado que podría causarme migrañas, me pongo mi uniforme personal de "no me mires"-blusas tres tallas más grandes, pantalones rectos, cero escote, cero curvas-y me preparo mentalmente para enfrentar el apocalipsis con corbata.
Mi jefe no sonríe. Nunca. No dice "gracias", no dice "por favor". Él da órdenes con voz grave y ojos fríos, como si fuera una especie de rey caído del Olimpo corporativo. Un dios griego en traje de diseñador... que odia a la humanidad.
Y yo, su secretaria personal, soy la víctima número uno.
-¿La presentación está lista, Morel? -su voz me hizo saltar como si me hubieran echado hielo en la espalda.
-Sí, señor Vólkov -respondí sin mirarlo, concentrada en mi pantalla. No le des el gusto. No lo mires. Ignora el aroma a colonia de escándalo y esa mandíbula perfecta.
Él se acercó a mi escritorio. Mi pobre taza de café tembló.
-Espero que no tenga errores. Esta vez no tengo paciencia.
-No se preocupe. Para usted, perfección o nada -murmuré con una sonrisa tan falsa como su compasión.
-Sorprendente. Creí que para usted, solo el mínimo esfuerzo era suficiente.
Quise voltearme y lanzarle el teclado. Pero simplemente asentí y seguí tecleando.
Piensa en tu perro. Piensa en esa pizza con extra queso. Piensa en que algún día este hombre resbalará en el mármol pulido de su propia arrogancia.
Horas después, tras una larga jornada de "haz esto", "corrige aquello" y "¿es que nadie aquí piensa?", llegó ese bendito momento:
-Puedes irte, Morel. Has sido... tolerable hoy -dijo sin despegar los ojos de su portátil.
-Lo anotaré en mi diario -contesté en voz baja.
Al salir de su oficina, sentí el aire del pasillo como una bocanada de libertad. Saqué el teléfono y le escribí a Lucía, mi mejor amiga, mi cable a tierra, la única persona con la que puedo hablar sin tener ganas de golpear algo.
Iskra: ¡Otro día sobreviviendo al infierno!
Lucía: ¿Ya escapaste de Mojoncio? ¿Hoy sí vas a salir conmigo o te vas a casar con tu pijama otra vez?
Sonreí al leer su mensaje, habíamos despotricado sobre mi jefe unas mil veces y decidimos que lo llamaríamos mojoncio, a la final solo era una gran mierda.
Me apresure a responder.
Iskra: Me lo merezco. Hoy me sirvo una copa. Me ducho. Y me arreglo. Dame 30 min.
Lucía: ¡Eso! Quiero verte divina, perra.
Iskra: Tú pídelo, yo obedezco.