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Amor & Castigo

Amor & Castigo

Rocio Verdun

5.0
calificaciones
1.3K
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21
Capítulo

Rubí killer es una chica de 20 años, que tiene un oscuro pasado el cuál ella deja todo atrás. Y decide empezar de nuevo con su vida en otro país, donde nadie la conoce, como también nadie sabrá su secreto. Acompañada con su familia, ella sigue adelante con su vida, tratando de llevar una vida de lo mas normal posible Pero lo que ella no sabe es que muy pronto el curso de su vida y las que la rodea tomarán un curso muy diferente a los que ella imaginaba. Muy pronto se vera sacudida por la presencia de un hombre poderoso, quien no la dejara irse de su vida, el amor y la obcecación de tenerla será mas fuerte que la propia razón. ¿Acaso ella aceptará los cambios en su vida? ¿ Aceptará ella este amor? Sólo nos queda averiguarlo...

Capítulo 1 Prólogo

He leído muchos libros de amor a lo largo de mi vida. Y, aunque nunca he creído en ese sentimiento apasionado, siempre me ha fascinado leerlos. Desde temprana edad, he visto la vida desde una perspectiva diferente cuando se trata del amor. Para mí, el "amor verdadero" no es más que una idea romántica escrita en papel, una ilusión que otros viven, pero que nunca he sentido realmente. Tal vez es solo mi experiencia, pero en mi mundo, ese tipo de amor simplemente no existe. Afortunadamente, he aprendido a encontrar satisfacción en mi soledad, libre de las complicaciones que trae el enamorarse.

Junto a mi hermana, Juliana, hemos cambiado de país, de apartamento en apartamento, buscando estabilidad. Ella, a diferencia de mí, encontró el amor en medio de nuestro caos. Y de ese amor nació mi adorada sobrina, Victoria, una niña caprichosa, hermosa y tierna que ilumina nuestros días. A pesar de todo lo que hemos vivido, no puedo imaginar una vida lejos de ellas. Son mi familia, mi refugio en un mundo que ha sido cualquier cosa menos amable.

Nuestros padres, bueno... Ellos nunca estuvieron realmente presentes en nuestras vidas. Desde que tengo memoria, Juliana y yo nos tuvimos la una a la otra para enfrentar el mundo. Los recuerdos que guardo de nuestros padres no son agradables; más bien, están llenos de sombras y amargura. Mi padre era un hombre involucrado en negocios oscuros, rodeado de armas y problemas. Era un fantasma en nuestras vidas, ausente tanto en cuerpo como en espíritu. Mi madre, por su parte, trabajaba incansablemente en un hotel durante la semana y en una cafetería los fines de semana. Su tiempo para nosotras era escaso, y aunque la recuerdo con ternura, su presencia también se desvanecía entre las responsabilidades.

Mi madre era una mujer de belleza etérea, casi como una figura sacada de un cuento. De estatura mediana, con un cuerpo esbelto y elegante, su rostro irradiaba una calidez angelical. Tenía una piel tersa, unos ojos grandes y redondeados de color avellana, y una nariz delicadamente respingada. En el lado derecho de su rostro tenía un lunar pequeño, un detalle que la hacía aún más especial. Su cabello negro le caía en cascada hasta la cintura, convirtiéndose en uno de los pocos recuerdos visuales que conservo intactos.

Pero todo cambió aquel día fatídico. Esa jornada se llevó lo único que teníamos: a nuestra madre. Recuerdo vívidamente la imagen de su cuerpo tirado en el suelo de nuestra sala, rodeada por un charco de sangre. Juliana, destrozada, estaba sentada a su lado, abrazando sus piernas y llorando desconsoladamente. En el suelo, junto a ella, había un reloj antiguo con un nombre grabado al reverso, unas iniciales que nunca olvidaré: A.M.

Desde entonces, nuestra vida fue un constante ir y venir, mudándonos de un lugar a otro, siempre huyendo, siempre en movimiento. Finalmente, llegamos a Nueva York con la esperanza de un nuevo comienzo, pero en realidad, nuestra pesadilla *p*n*s comenzaba. Con un padre que era sicario, la seguridad y la normalidad eran conceptos ajenos para nosotras. La paz nunca fue una opción. Años más tarde, nuestro padre murió, un ajuste de cuentas, decían algunos. Aunque los noticieros reportaron que se había suicidado, nosotras sabíamos la verdad: alguien más se encargó de silenciarlo.

Con la muerte de ambos padres, fuimos enviadas a una casa hogar donde, al menos en teoría, estaríamos a salvo. Pero los recuerdos de esos días oscuros siguen vivos en mi memoria. Han pasado catorce años desde que tuvimos que escondernos de los hombres que mataron a nuestros padres. Cuando mi hermana alcanzó la mayoría de edad, se independizó y se fue de la casa hogar, llevándome con ella. Afortunadamente, la directora de la casa hogar me permitió vivir con Juliana, aunque las cicatrices emocionales seguían ahí, profundas e imborrables.

Desde ese día, he guardado en mi corazón un odio que se ha convertido en mi motor. Si alguna vez encuentro al hombre detrás del reloj, al responsable de nuestra desgracia, juro que lo mataré como al perro miserable que es. Algunos dicen que el odio consume el alma, pero en mi caso, es lo único que me ha mantenido viva todos estos años.

Hay un dicho que mi madre solía repetir: "Lo que no te mata, te hace más fuerte". Quizás por eso no he encontrado el verdadero amor, o tal vez lo encontré y ni siquiera me di cuenta. En todo caso, no estoy interesada en buscarlo. ¿Para qué? Solo para que la vida lo arranque de mis brazos. Lo único que deseo es cumplir la promesa que me hice años atrás: vengar a mi madre, restaurar lo que la vida me arrebató.

Esta es mi historia, una historia que aún no ha llegado a su final. Todavía tengo capítulos por escribir, caminos por recorrer y, tal vez, un destino que me espera en la encrucijada entre el amor que siento por mi pequeña familia y el odio que alimenta mi existencia. Mi vida es un relato de amor y venganza, de pérdida y supervivencia. Y aunque no sé qué me deparará el futuro, sé que mi historia aún no está concluida.

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