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El amante perdido

Capítulo 9 .

Palabras:3424    |    Actualizado en: 17/04/2023

ían a la nómina de alguna de sus empresas y evitar así contratar personas con malos antecedentes o para saber si algún nuevo posible socio podía estar

ndar era un trabajo que debía realizar exclusivamente y solo, ya que era un tema delicado y personal. Aceptando las condiciones del anciano multim

rabajado en el Grupo Empresarial Fukuda y que había vaciado las dos cuentas bancarias que tenía: una de haberes, donde le depositaban su salario, y otra de ahorros, sumando entre ellas unos cinco millones de yenes –unos treinta y ocho mil dólares americanos-. Por los registros de la cuenta de ahorros, el investigador indicó que el dinero que había en ella e

poder económico para conseguir esos vídeos y encontrar a Yumei. Este trabajo le costó un poco más de tiempo al investigador, ya que demoraron unas semanas en facilitarle el material visual que debía revisar, pero al final halló los vídeos que le mostraban a Yumei en una estación de tren. Una corazonada hizo que Murakami no se comunicara de inmediato con su anciano cliente, ya que debía asegurarse que

que una anciana exprofesora de la escuela del pueblo llevaba ese apellido, así que la fue a buscar siguiendo las indicaciones que le dieron. Yukiko Ogawa era prima del padre de Yumei, la única tía que tenía por su familia paterna, ya que su padre fue hijo único. La joven tenía contacto con la profesora porque después de morir sus progenitores fue ella quien la cuidó hasta que terminó la escuela, m

errible accidente automovilístico. Era tan bella, tan amable y risueña. No quise que se fuera, pero todo el pueblo empezó a hablar mu

chos años, el título de respeto con el que se le debe llamar no es el de "san", que significa, para este caso, señora o señ

r conmigo por una temporada. Acepté sin dudarlo, como le dije, Yumei era mi hija porque cuidé de ella desde que fue una niña pequeña. Cuando llegó me abrazó fuerte y empezó a sollozar descontroladamente. Me asusté pensando

a vivir conmigo. En el pueblo, al ser pequeño, la noticia de la llegada de la sobrina de Ogawa sensei llegó a todos lados casi de inmediato. Al conocer lo que le había pasado a mi

cado de mi sobrina. El niño tenía los ojos dorados, así como el color del oro o del sol cuando este está en su máximo fulgor en el firmamento. Yo pensé igual que todos los del pueblo cuando lo vi al pequeño, pero Yumei me aseguró

e este al irse la había dejado con su hijo sin importarle nada porque ella nunca valió algo para él. Yumei lloraba abrazada a su pequeño, quien no tenía culpa de nada y

lo o ciudad, algo que no quería porque ya había decidido que sería aquí donde me quedaría hasta el día que me visitara la muerte. Ante ello, Yumei, sin decirme nada, se fue de la casa con su pequeño en brazos. Solo había pasado unos diez días desde que parió al bebé, no hab

ya que Ogawa sensei, al sufrir por el destino de Yumei y el de su pequeño, también fue una víctima de las decisiones erradas de Aki. Por la situación intolerante que vivió la joven en el pueblo de Takko al creer todos que su hijo era un mestizo, no pudo tramitar la identidad d

alidad el listado de los negocios y edificaciones urbanas y comerciales que existían por el tiempo que la joven madre llegó a Miyazaki, así evitaba los recintos nuevos donde, de seguro, nadie le daría razón de a

a su encuentro. Murakami se presentó y le explicó el motivo que lo había llevado a buscar en esa ciudad a la mujer de la fotografía que le mostró. Sachiko Abe,

sí quería conocerlo –dijo Sachiko como si pensara en voz alta y Murakami afirmó con un movimiento de cabeza-.

ran madre e hijo? –consultó el investigador

, pero su hijo, ni idea

ía exp

mente enferma y los médicos le recomendaron regresar a la capita

ermedad l

amiga-. Seguimos en contacto por esos tres años que estuvo en Tokio viendo la manera de ganarle

tendría por esas fe

raerlo a vivir conmigo y mi familia, pero él no quiso dej

tipo, sobre Yumei Ogawa no apareció nada,

buscarme. Su apellido era Morita, Yumei Morit

jo matrimonio antes d

vo y que estaba en etapa terminal, Yumei me contó la verdad, que el padre de su hijo le exigió que abortara porque él se iba a casar y el niño sería un bastardo que

el apellido Mori

ie su identidad. En ese lugar había muerto una mujer llamada Yumei Morita, unos cuantos años mayor que ella. En vez de

el nombre

ño es Shi

ue no sabía dónde est

retomar la comunicación, el mensaje que me informaba que el número al que intentaba comunicarme no existía era lo único que escuchaba. Viajé a Tokio para buscarlo, pero en donde vivía junto a una viuda y su hija un año mayor que él ya no había nadie. Me dijeron que la viuda y su hija se fueron del

uchacho que me pueda brindar

jo. Aquí todos querían fotografiar sus ojos porqu

que me ha facilitado un siguiente punto de locación, lo su

s terribles. Temo que esté pasando hambre, que haya terminado en vicios o que esté al lado de su madre en el panteón –la sinceridad del sufrimiento de Sachiko hizo que

habían sido adquiridas por una empresa inmobiliaria y las precarias viviendas habían sido derrumbadas para dar paso a un edificio comercial. El problema de tratar de hallar a una persona en Tokio era la cantidad de personas que viven en un territorio relativamente pequeño, en una ciudad donde la gente es discreta y existe sin

sobre ese hallazgo. Cuando el anciano multimillonario recibió la llamada del investigador y se enteró de cómo habían terminado los días de Yumei, con mucho dolor por la enfermedad que generó una metástasis, en la pobreza, ahogada en deudas, Masaki lloró amargamente

a tristeza del padre, pero al imaginarse lo peor no estaba muy distante de la verdad. Masaki, aún abrazado a Aki, le reveló a su hijo que Yumei había fallecido por un muy agresivo cáncer de mamas hace trece años atrás, que el niño tenía diez años cuando quedó huérfano y sumergido en la pobreza. Tomándose su tiempo el anciano respiró para evitar que la voz se le quebrara al tener que seguir dando malas noticias a su hijo. «Sabemos el nombre del niño, es Shi

odo iba bien y de la nada empeoró hasta morir. Masaki, junto a Yuna, preparó el traslado de Aki a Tokio para que sea despedido por su madre y toda la familia. Enfrente de la tumba de su hijo, el anciano padre le prometió que no descansaría hasta encontrar a ese hijo perdido, a su nieto, que removería los cimientos

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