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El amante perdido

Capítulo 3 .

Palabras:7396    |    Actualizado en: 15/04/2023

po cursando normalmente esos años de estudio hasta terminar la escuela. Así fue que hablaron con el Director del plantel para proponerle que solicite un ex

aprendió antes de ir a la escuela todo sobre las materias que le impartirían durante los años de secundaria. El director aceptó la pro

acompañando a su madre alguien tuviera que preguntar por Kazumi. Tras dar el examen, el cual terminó mucho antes del tiempo estimado, indicaron que ella ya estaba preparada para dejar la escuela y empezar la universidad, pero los pedagogos opinaron que al ser apenas una niña sería mejor que ese año cursara con los alumnos de la última clase de

discriminada por sus compañeras, y los muchachos simplemente la ignoraban a no llamar su atención. Consciente de que era completamente imposible que pudiera tener un buen trato con sus compañeros al tener intereses diferentes porque las edades de ellos fluctuaban entre

ra. La escuela de la niña prodigio era privada, una de las mejores del país, en donde los muy adinerados o los muy talentosos podían estudiar. Reiko era del grupo de los talentosos al estar ahí por una beca, por lo que sabía lo que significaba ser diferente, más ella cuando su familia ni siquiera era de escala media en la sociedad, sino que eran pobres. La muerte de su padre dejó a su madre y a ella en una situación

ad nació entre ellas y pudieron contarse algunos secretos, como que Reiko aún extrañaba a su padre, aunque este haya fallecido hace ocho años, y que a Kazumi le dolía no poder tener una relación bonita con su hermana y con su madre, ya que ambas no gust

ían llegar gente apegada al mal vivir, a los placeres pecaminosos, a los vicios, por lo que podían ser peligrosos al no haber forjado el carácter adecuado para contener el grado de maldad que pudieran guardar en su interior. Reiko jamás le diría a Kazumi que tenía miedo de llegar a esa hora a su casa porque al ser mayor debía mostrar seguridad y valentía, pero la niña prodigio se imaginaba lo que su amiga sentía y le preguntó si podía conocer su casa al llevarla hacia ella en el auto que

arse un poco de esa área comercial, estaría la zona urbana pobre de Tokio en donde vivía Reiko junto a su madre. La niña prodigio estaba muy emocionada porque iba a conocer a la madre de su amiga, una mujer que se la imaginaba como una superheroína para haber salido adelante con una hija, ya que no se

cual Kazumi nunca antes había escuchado a su amiga hablar sobre él. El muchacho quedó en silencio, admirando a Kazumi, a quien se le hacía muy r

ueriendo tocar la cara del jovencito, pero se contuvo al saber que no estaría bien hacerlo. Luego se alejó un par de pasos y le ofreció una sonrisa,

sobre él porque no sabía cómo explicar nuestra relación –el jovencito prestó atención a

, pero no con su amiga, sino porque lo que acababa de decir todo el mundo lo s

cuide de él, nosotras lo acogimos. La única relación que nos une es la amistad –dijo Reiko y Shiro

zumi, ya que hasta ese momento no le

ra molesto, sino porque le preocupaba que Kazumi encontrara en

ue sus doce años le proveían, hizo que Shiro se sonrojara, Reiko lo notara y e

que te conozca mamá –y así entraron

siado grandes, para que las calce. Kazumi miró los pies descalzos del muchacho y supo que le estaba ofreciendo sus sandalias para que no tuviera frío al caminar sin zapatos. Ella se las colocó y luego le agradeció con una reverencia y unas palabras: «Tenía razón, eres cálido

pués de terminar la deliciosa comida, Kazumi volvió a agradecerles por acogerla en su hogar y ser tan buenos con ella y prometió que la próxima vez que los visitaría ella se encargaría de llevar la cena. A Shiro le encantó escuchar que Kazumi volvería, ya que toda la velada se la pas

cena, Shiro le pedía ayuda a la niña prodigio con su tarea de Matemáticas, ya que estaba en el segundo año de secundaria superior y, según él, se le complicaba un poco entender los problemas de geometría y trigonometría. Para ella no era un problema enseñarl

derado nunca antes visto y eso hizo que el Gobierno Japonés, a través del Ministerio de Educación, le propusiera estudiar la carrera que ella quisiera en la mejor universidad de todo el país: la Universidad de Tokio. Kenzo pensó que su hija elegiría Economía, para de algún modo trabajar en la empresa familiar

que tenía para ir junto a su hija a vivir esa nueva aventura, ya que Reiko era lo único que le quedaba en la vida y no quería dejarla sola. Lo malo de tomar esa decisión era que Shiro se quedaba solo, sin quien lo acogiera, cuan

ían su historia de orfandad y así buscaban apoyarlo para que saliera adelante. Kazumi también le prometió que seguiría yendo a buscarlo y que le invitaría a cenar seguido. Esto último era lo que más quería: seguir viendo a la niña prodigio que se había robado su

mantenerse y ser independiente por completo. Yumei Takahashi era el nombre de la mujer a la que Maeko san le había hablado de Shiro para que lo ayude por un año. Al compartir el nombre de la difunta madre del

llama a esos negocios en los que los hombres van a beber y platicar entre ellos, comiendo algunos aperitivos que la mama preparaba u ofrecía, como calamar seco, pero en realidad ese negocio era solo una fachada, ya que ahí jalaba a los hombres para que luego fueran a un motel en donde los espe

rgas que hacían que sus músculos se desarrollen y definan, marcando tentadoramente diferentes zonas de su juvenil cuerpo. Sus facciones eran finas y varoniles, su cabello, el cual lo llevaba largo hasta el mentón,

res de pantalones, unos cuatro polos, una bufanda y una casaca, además de algunas piezas de ropa interior que no llegaban ni a la media docena. En otro bolso llevaba sus zapatos, los cuales eran un par de deportivos y unos de color negro para el co

uvieran algo de valor que había en su pobre vivienda. Lo único que pudo rescatar fue una foto de su madre, una en la que se veía el mar detrás de ella, en donde la recordada progenitora lucía muy joven y sonreía con amor porque el padre de Shiro fue quien estaba al otro lado de la cámara captando ese momento en el que, de seguro, le pareci

se lugar, a esa mujer. Por varios minutos se quedó parado sin hacer nada, debatiéndose si debía o no avisar sobre su presencia al golpear la vieja y muy maltratada puerta. Al final decidió que mejor era irse, pero antes de que pudiera dar el primer paso, el cual era decisivo y necesario para qu

o. Al notar la incomodidad de Shiro, la viuda pensó que este se había dado cuenta que debajo de esa prenda ella no traía más ropa, y que, al ser un adolescente deseoso de contacto físico, de descubrir el cue

a quien le hablaba. Después de hacer lo que le pidieron, caminó hacia la cocina. Él ya conocía la distribución de la pequeña casa porque el día en que fue con Maeko san para hablar s

ar las intenciones de esa mujer. Tenía las palmas de las manos pegadas a los muslos

er en la intimidad? –preguntó la viuda m

? –preguntó levantando la mirada,

a él con el trozo de manzana que había cortado en una de sus manos,

ensar en lo que decía. La viuda se det

zumi? –pregun

me antoja querer tocar –casi en un murmullo, sonrojado y sin saber claramente el por qué conf

ene? –quiso s

mujer empezó a reír a carcajadas, mientras que

al abrir la bata que portaba. El jovencito retrocedió asustado, ya que no se esperaba que la

ado, ya que no se sentía bien p

a de Shiro y apretó suavemente. Al no gustarle lo que la viuda estaba haciendo, se alejó de ella corriendo hacia la habitación en donde había d

ede con usted –dijo Shiro sin mirar a la mujer,

caliente, hasta tendrás con quien pasar la noche divertidamente –y nuevamente la viuda quiso tocarlo en su zona ínt

lo que me pide hacer –dijo Shiro seguro de lo

mi puerta. Y ten la seguridad que así lo haré, siempre y cuando tú te quieras meter entre mis piernas y pagarme con placer el hospedaje y la comida q

lorar. Más que preocuparle en dónde viviría, lloraba por el bochornoso momento que esa mujer le hizo pasar. Si Shiro hubiera sido un muchacho sin pudor ni moral no lo hubiera pensado dos veces y hubiera aceptado la propuesta de la viuda, pero él ya había entregado su corazón a Kazumi, aunque esta misma no lo supiera, y no quería traicionar a su corazón ni a la niña que ya amaba al

o, no tengo mucho que darte, pero al menos no estarás durmiendo bajo las estrellas y podrás dejar tus pertenencias mientras vas a la escuela –secándose las lágrimas con su camiseta, Shiro agradeció al hombre mayor lo que estaba hacien

o. Para fortuna de Shiro, el anciano tenía un camarote de dos niveles en su habitación, por lo que no dormiría sobre el duro

y bien educado. ¿Acaso eres un niño rico que ha caí

–el hombre mayor lamentó cómo la vida había maltratado a

jos. No so

Él murió antes de que yo naciera –sin madre y sin padre, Shiro era una pr

era ext

stica que es una mutación muy particular. Mamá me contaba que no solo mi padre tenía los ojos

stán tus tías?

dar con ellos. Si no los he buscado es porque creo que ellos no quieren saber de mí. Mamá estaba sola en el mundo hasta que conoció a papá, así que ellos debieron saber que cuando papá murió,

aba el desayuno con los insumos que su nuevo amigo compraba y ayudaba al repartidor de periódicos a surtir la máquina expendedora. Luego iba a la escuela y regresaba a las 5 pm. Llegaba a ayudar en lo que el noble hombre mayor necesitara y a preparar la cena. A partir de las 9 pm empezaba a hacer sus deberes escolares hasta la medianoche. Los fines de semana en vez d

nte como lo hacía. Al encontrarse a un desvalido jovencito pospuso sus planes de dejar el trabajo para que le realicen la cirugía y retirarse a vivir con su hijo en la ciudad de Fukuoka, de donde era oriundo, por lo que tendría una seria recaída a

nueva casa en donde viviría el muchacho, pero él no le pidió la dirección de su casa a su querida niña, ni siquiera un número telefónico al cual pudiera contactarse con ella. Por ayudar a su amigo Hashimura san y trabajar en los negoci

re de negocios no quiso, ya que solo podía hacerlo si se quedaba con el empleo que estaba dejando el hombre mayor al jubilarse, pero Shiro tampoco quería dejar la escuela, así que no l

e, pero fue inútil, ya que los negocios funcionaban de noche, haciendo imposible que pudiera refugiarse en ellos. Al no saber qué hacer, el recuerdo de las últimas palabras que le dijera la viuda Takahashi llegaron, y él pensó que eso había sido una maldición que esa mala mujer le había lanzado. «Tendré que volver don

y preguntó por la viuda. Como la vivienda no era muy grande, la dueña de casa pudo escuchar la voz del muchacho preguntando por ella. Takahashi san había amanecido con un cliente de su snack con el que usualmente tenía encuentros íntimos clandestinos, ya que el hombre era casado

us pertenencias al hombre. Este, quien la conocía bien, pudo no

un niño? –dijo el amante de turno de Takahashi

tú estás de más aqu

ros, debes estar aquí por necesidad –dedujo lo último al barrer con la mirada a Shiro y notar que sus ropas y calzado

ivir como un mendigo –soltó Takahashi san acercándose a Shiro. El muchacho lamentaba su fortuna al tener que sucumbir ante esa mala mujer solo por haberse quedado solo en la vida a temprana edad. En eso

lo solo –dijo Shiro mirando a la

uiero. Si estás pensando en otra mientras estoy encima de ti, no me interesa mientras me des lo que quiero –la viuda comenzó a caminar hacia la habitación que sería del jovencito cargando una de las bolsas que este llevaba consigo. Él la siguió manteniendo la misma inexpresiva mirada-. Ah, y tampoco es que a cada rato voy a querer estar sobre ti, yo también tengo que trabajar para ganarme el sustento. Cumplirás sin contratiempos con tus d

er a los caprichos de la viuda. Aihara san era prácticamente el dueño de todo en Kabukicho, un yakuza con mucho poder en el barrio rojo, el proxeneta mayor, ya que nadie se prostituía en esa zon

bajo. Cuando regreses, antes que yo me v

como si estuviera preguntándole su nombre o edad; golpear hasta matar a quien no quería o podía pagar las deudas de apuestas; perder la mente fumando, aspirando o inyectándose cualquier droga que les ayude a alejarse de la horrible realidad en la que estaban sumergidos. Vivían sin preguntarse qué pasará mañana, sin tener objetivos que alcanzar, sin sueños que cumplir. Aunque reían, no eran felices; se les notaba el miedo, la tristeza, el enojo, el asco, la desesperación, pero parecía que no sabían identificar esas emociones y solo las cub

a o no, pero Takahashi san no lo dejó, ya que lo esperaba desnuda sobre la cama. Él solo desvió la mirada hacia una de las paredes de la habitación. Para darse ánimo y pasar ese incómodo momento se repetía a sí mismo que todo era por sobrevivir para volver a ver a Kazumi. La viuda dejó la cama del muc

rse a Kazumi de unos veinticinco años besándolo, tocándolo, lamiéndolo, chupándolo, todo lo que Takahashi san le hacía. Al recrear esa imagen en su mente, el cuerpo de Shiro respondió al estímulo táctil de la viuda, quien, tras colocar un preservativo en el falo erecto del muchacho, lo introdujo en su vagina al sentarse sobre él. El movim

n ese momento no sabía con certeza la razón de su llanto: si era porque prácticamente había sido violado o porque extrañaba de sobremanera los días en que vivía con Maeko san y Reiko, esperando deseoso el momento en que llegara Kazumi para compartir un bonito tiempo con ellos, a quienes consideraba sus amigos. Shiro sentía q

rgullo y dignidad para regresar a tocar la puerta de Takahashi san; había descubierto que estaba rodeado de gente viciosa y corrompida que sufría porque ese estado pecaminoso solo les producía una falsa felicidad; había conocido el tacto de una mujer sobre

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