El amante perdido
ad para ella, así como por diez años el recuerdo de la bonita niña de sonrisa pura lo fue para él. Tras unos buenos minutos con sus cuerpos pegados, con
calle, abrazados, no era muy apropiado, además que en cualquier momento alguien más podría
proximación que se tiene a la persona que nos dirigimos. Si a quien conoces le quieres decir señor, señora, señorita o joven, usas "san" después del nombre o apellido; si es u
nca antes la habían contemplado de esa manera. Le gustaba la sensación que despertaba en ella ser fijamente obs
unciar su hombre. Le daban ganas de cerrar los ojos y deleitarse co
entes –Shiro se forzaba a razonar correctamente mientras seguían sentados en medio de la calle. Había esperado mucho tiempo para volverla a ver, y ahora que la tenía enfrente, se
r su expresión de felicidad al escuchar todos los halagos que le entregaba. La respiración la tenía muy agitada, sentía que el corazón se le saldría del pecho por como e
conversar –dijo esperando poder hacerlo y que no deba irse pronto-, ¿o acaso debes ir a trabajar o
abras que le lanzó Suki, echándola de la recepción de su boda y diciéndo
–preguntó Shiro preocupado y
¿tienes tiempo para conversar un rato? –preguntó con tristeza-. Recuerdo que platicar co
muchacho de diecisiete años que no volvió a ver solo porque no pudo dar con su paradero al no ubicarlo en la última dirección en donde supuestamente viviría. Shiro ya era todo un hombre, uno muy atractivo, aunque tuviera un aspecto muy desaliñado por la ropa y calzado gastados que llevaba y por no peinar su cabello d
ees y revises si tienes más heridas, además del codo raspado; luego podemos salir al sal
ito de los empleados. El personal de cocina, que ya estaba trabajando para tener listo los ingredientes que necesitarían para preparar los diferentes potajes que indicaba el men
l restaurante. Al final del camino cruzaron una puerta de doble hoja para ingresar a una habitación en donde había más sillas, manteles, menaje, así como los
ecién lavada –dijo Shiro mostrando el cuarto de baño, el cual tenía buen aspecto-. Voy por algodón, desinfectante y
e corra el rímel en sus ojos o la base facial que utilizó para tapar alguna imperfección de su piel. Al levantar sus brazos vio que el codo izquierdo estaba herido con un gran raspón. Luego subió su vestido para ver cómo estaban sus rodillas. La derecha estaba golpeada, pero no sangraba, como sí lo hacía el codo. El tobillo izquierdo le dolía
el joven se percató de su querida amiga, de un salto se levantó y caminó apurado hacia ella. A Kazumi le era extraño que alguien le prestara tanta atención fuera del hospital, acostumbrada al maltr
mero o pariente del paciente-. No te preocupes, Kazumi chan, yo te respeto. Solo vamos a ingresar juntos para curar tu herida. Mis intenciones son puras y buenas contigo –soltó Shiro al notar la incomodidad en la médica. Ella solo
e sobre la cama. Vio la foto de una hermosa mujer sonriendo y reconoció a la madre de Shiro, ya que cuando era una niña este le enseñó varias veces la foto de la amada progenitora que falleció. Al
nca, evidenciando las ganas que tenía por tocar de más la piel de Kazumi. La médica, sin mirarlo a los ojos, levan
mero. Me serías de mucha ayuda en el hospital –dijo Kazumi para tener algo en qué conversar, y
eras de ser apoyo para los demás, aparte de trabajar en un centro de salud –dijo Shiro sonriéndole por lo emo
profesional? –preguntó Kazumi para saber
suficiente dinero para asociarme con alguna de las empresas que producen sake como un distribuidor y así dejar de ser un empleado y más bien dar trabajo a otros. Por
quieres ser
no fue muy buena conmigo cuando tenía la edad para estudiar como tú lo hiciste. Ya tend
rando su largo cabello del hombro en donde llevab
as para que vayamos al comedor del restaurante y ahí poder cenar mientras conversamos, ¿te parece? –la médica asintió con la cabeza y con una sonrisa tan bella como las que le
peinado hacia atrás, engominado, sujeto con una liga. Verlo así era casi imposible creer que él era el joven desaliñado de hace unos minutos atrás. Kazumi no pudo ocultar su asombro, ya que
lverla a ver, y saber que lo podía conseguir, le hacía feliz. Dejaron la habitación y él la llevó tomada de la mano hacia el salón comedor del restaurante. Necesitaba saber de ella, en especial si su
le llamó la atención y él prometió contarle esa anécdota en otra oportunidad. La anfitriona se acercó a ellos, con una enorme sonrisa ofreció una reverencia y la bienvenida al restaurante. La jovencita era la hija menor de los dueños, aún estudiaba en la escuela, solo que los fines de semana trab
uerían disfrutar una buena cena y darse un beso de vez en cuando. Shiro agradeció a la jovencita por darles esa mesa, y ella le susurró: «disfruta de tu chica», algo que hizo sonrojar al amigo de la médica, pero ella no se percató por andar
e, Kazumi chan –moría de orgullo por ella, por ser tan inteligente y
s un referente mundial en Neurocirugía. Ella es la Dra. Yuriko Müller, ese es su apellido de casada –precisó Kazumi y Shiro la escuchaba atentamente-. La diferencia entre ella y yo e
ue los médicos estudian muchos años para ll
que contaba sus hazañas académicas como si no fueran gran cosa, y eso era algo que lo enamoraba más-. Es que era apenas una adolescente que no tenía amigos ni familia en donde me encontraba, así que me la pasaba todo el día en el hospital, metida entre libros, participando en las investigaciones, así como en las cirugías y estudios que hacían a los pacientes. Regresé a Tokio hace un año y ocho mese
proveía tímidamente la reconfortaba. Ellos habían cambiado, y ella era consciente de eso, pero a la vez sabía que era el
da que fue con ella cuando le dijo su nombre-. Una mujer adulta me abrió la puerta y se notaba que estaba bebiendo alcohol por como olía su aliento. Me presenté y ella no me dejó terminar de hablar, empezó a insultarme y me echó del lugar. Mi guardaespaldas evitó que me golpea
ecordar a esa mujer pervertida con la que se obligó a mantener encuentros sexuales solo para sobrevivir
o me dejó ni preguntarle dónde estabas ni mucho menos que le dejara mi dirección para que te la entregue, por si alguna vez se encontraba contigo –la tristeza
ese momento Shiro sintió que quería llorar al recordar las veces que despertaba decidido en emprender camino hacia el campus de la universidad más prestigiosa de Japón solo para buscarla, y cómo las ilusiones se caían como un castillo de naipes al se
ó llevar por ellos es aquella que vive precariamente. Tú terminaste en la pobreza porque a los diez años estabas solo en la vida, sin quien te ayude ni ampare. Si yo hubiera sido algo mayor cuando te conocí, te hubiera podido ayudar... -Shiro dejó de acar
z es que todo lo que sucede tiene su motivo de ser. Quizás no lo podemos ver de inmediato cuando se da, pero pasa el tiempo y empezamos a descifrar el misterio que cada hecho tiene. Si tú hubieras sido mayor, no serías la Kazumi que conocí y llegué a querer de inm
dejar el tenue contacto físico que hubo entr
orarios, así que Shiro le explicó que se levantaba a las 4 am para empezar con el reparto de los periódicos a las 5 am. Este primer trabajo lo hacía hasta las 7 am, de ahí regresaba al restaurante y empezaba a limpiar el salón comedor, luego seguía con el frontis y los almacenes, ya que la cocina la limpiaban los empleados que trabajaban ahí. A eso de las 3 pm empezaba con el reparto de sake, l
a la familia de la médica, pero sospechaba que eran muy diferentes a ella. Eso le hizo suponer que ese era el motivo para que su amiga ya no viviera más con ellos, y se lo comentó, pero Kazumi empezó a llorar, por lo que él la abrazó y la llevó a sentarse en una banca de un parque por el cual pasaban. Ahí le contó a su amigo lo que Naoki Yamazaki le p
o mientras acariciaba la espalda de la médica, quien ya había dejado de llorar y estaba pe
rás de mí insistiendo a que le cumpla el deseo de ser su amante –ella em
rescatar la relación con tus padres y hermana. Yo, que no pude tener una familia porque la muerte me la arrebató, sé lo importante y necesario que
e inocente de Kazumi, dejó un beso sobre sus cabellos. «Pronto te diré todo lo que siento por ti, Kazumi. Solo déjame conseguir mi propósito de emprender mi nego
ofreció a llevarla hacia su apartamento. Ella le agradeció con una hermosa sonrisa y ambos subieron al auto. Con ayuda del GPS, que tenía la ruta predeterminada, Shiro pudo manejar sin problemas hacia el edificio en donde vivía la médica en el barrio exclusivo de Ginza. Dejaron el vehículo en el estacionamiento y subieron hacia el pent
ijo Kazumi entregándole el va
r, hasta te detallé mi horario de
e 7am a 3pm en el restaurante y luego a partir de las 6 pm
pravado acosador de la bonita Dra. Shimizu –que la calificara como bonita la sonrojó. Para ella, Shiro
o triste al creer que entre ella y él no pasaría más que una
humor de la médica-. ¿Acaso es porque mi presencia incomodaría a alguien espe
estaría viviendo sola en este enorme lugar, que solo com
r ti para salir a almorzar y luego pasear por la ciudad -propuso Shiro como respuesta al hecho de que ella no tenía a n
z, con esa intensa mirada que ella no reconocía a qué se debía, y solo porque ella había accedido a pasar la tarde del domingo con él, supo
una cita? –preguntó
e momento, Kazumi no se imaginó lo que