icon 0
icon Recargar
rightIcon
icon Historia
rightIcon
icon Salir
rightIcon
icon Instalar APP
rightIcon
Capítulo 3
Exigir explicaciones
Palabras:1503    |    Actualizado en: 13/04/2023

Antes de que Carolina pudiera reaccionar, la arrastraron hasta el despacho y la empujaron de cara a la puerta. Aunque vio la mano de Máximo, llena de cicatrices, no pudo prestarle mayor atención porque estaba justo detrás de ella, respirándole en el cabello.

No lo entendía. Aun cuando estuvo llena de miedo por un momento, la desagradable sensación pronto fue sustituida por cierta excitación.

"¿Qué dijiste?", le preguntó Máximo en la oreja en un susurro ronco y enfadado. Tenía una mano apretándole la cintura con casi demasiada fuerza y una pierna entre las suyas, además de las caderas pegadas a su espalda.

"¡Me... me trataste como si fuera una prostituta!", se quejó, luchando por respirar y mantener la compostura. Su presencia estaba mareándola.

Sin embargo, no imaginaba que para él pudiera ser igual.

Máximo no había experimentado una satisfacción tan intensa con una mujer, a pesar de que ni siquiera se besaron y ella no lo tocó en ningún momento. Después de dejarla en su habitación en medio de la noche, volvió a la propia y repasó en su mente el tiempo que pasaron juntos. Deseaba desesperadamente algo más, pero no se atrevía a volver. Si se despertaba y lo veía... Si lo rechazaba, no podría soportarlo.

El chico se encontró en una situación difícil. Apretándola contra la puerta y con sus cuerpos a escasos centímetros de distancia, tuvo que recurrir a toda su voluntad para resistirse a darle la vuelta y besarla. O ir más allá. Sin embargo, el comentario anterior sobre su masculinidad solo consiguió enfurecerlo.

"Te casaste por dinero, ¿verdad? Después de todo, el matrimonio implica sexo. Y si tienes sexo por dinero, eso te convierte en prostituta, ¿o me equivoco?", respondió con furia. "Ahora, dime, ¿¡cómo te atreves a cuestionar mi hombría!?".

Se retorció, apretándole aún más la cintura mientras empujaba sus caderas hacia delante. La chica soltó un pequeño gemido y él no supo si lo había entendido mal.

"¡No soy una... prostituta!", afirmó enfadada, tanto por sus palabras como por lo mucho que estaba disfrutando de la proximidad de su cuerpo.

"¿Crees que no soy un hombre?", preguntó moviendo las caderas para que Carolina pudiera sentirlo en su espalda. "¿Quieres que te demuestre cuán hombre soy?".

Carolina no era consciente de los demonios que se habían apoderado de ella, obligándola a pronunciar las siguientes palabras.

"¡Sí! ¡Muéstrame!".

Máximo se quedó momentáneamente atónito, pero pronto una sonrisa astuta se dibujó en su rostro. La chica estaba ante él con un ligero vestido veraniego; no pudo resistirse a deslizar los dedos por su muslo, haciéndola soltar suaves jadeos de placer.

Tras bajarse la cremallera del pantalón, inclinó el cuerpo de ella hacia delante; pero notó que la diferencia de altura sería un inconveniente.

"Cierra los ojos".

"¿Eh?".

"¡Que cierres los ojos!", ordenó y Carolina asintió, obedeciéndolo de inmediato. Sintió que le daban la vuelta y el aliento de Máximo le acarició el rostro. La chica soltó el joyero que aún sostenía e intentó tocarlo; pero él la detuvo.

"¿Puedo agarrarme a tus brazos? Llevas puesta una camisa, ¿verdad?", preguntó entre suspiros.

"De acuerdo", dijo mientras la soltaba. Carolina levantó las manos para aferrarse a los brazos de Máximo. Él miró sus labios sonrosados, que eran ligeramente carnosos, y la besó.

La muchacha deseaba poder acariciarle el cabello; sin embargo, le fue prohibido, por lo que se contuvo. En cambio, abrió la boca y él profundizó el beso. Sintió que la conducía hacia algún lugar, hasta que la levantó del piso y la sentó en lo que reconoció como una mesa.

Incapaz de resistirse por más tiempo, subió las manos hasta su cabello. Máximo se detuvo por un instante, cuando los dedos se deslizaron sobre la calva en su sien. Como a ella no parecía importarle, dejó que lo tocara solo ahí.

"¿Todavía te duele?", murmuró en medio de los besos.

"No", mintió ella, saboreando la sensación de aquellos labios sobre los propios.

Los dos capataces esperaron fuera hasta que oyeron caer cosas al piso y consideraron si debían entrar. No obstante, se detuvieron de golpe al oír los fuertes gemidos de Carolina.

"Creo que...".

"Deberíamos irnos. Los jefes ya lo solucionaron", dijo el más bajo, y juntos abandonaron el lugar.

Dolores, que se había quedado cerca, sonrió al escuchar a la chica. En el fondo de su corazón, deseaba con honestidad que ambos pudieran ser felices juntos, ya que ella le parecía una buena persona. Por tanto, sin perder la feliz sonrisa en sus labios, se retiró.

Máximo y Carolina respiraban con dificultad. Él le puso la mano detrás de la cabeza y la atrajo hacia sí. Tenía la mejilla apoyada en el pecho. Incluso si no se quitó la camisa, Carolina podía sentir el calor que emanaba de su piel y los latidos de su corazón.

'¡No puedo creer que lo hiciéramos de nuevo!', pensó, mordiéndose el labio mientras mantenía los ojos cerrados.

Hacía mucho tiempo que Máximo no tenía intimidad con una mujer, por lo que no estaba seguro de si la necesidad de estar junto a ella se debía a la prolongada abstinencia o al hecho de que Carolina era diferente en realidad. En cualquier caso, le aliviaba sentirse menos tonto como hombre y, a juzgar por la reacción de ella, le parecía que disfrutó lo que hicieron juntos.

'Las prostitutas saben fingir de maravilla', sonó una voz amarga en su mente.

"Mantén los ojos cerrados. Te ayudaré a llegar a la puerta", le dijo. Carolina arrugó el entrecejo.

"Quiero verte".

"No", respondió él con brusquedad.

"Pero... ya somos íntimos. ¡Estamos casados!", protestó, aunque no abrió los ojos.

"Dije que no. Solo me permites tocarte porque no me has visto".

"¡Eso no es verdad!", replicó indignada.

"Entonces, ¿eres tan profesional que puedes pasar por alto mi aspecto?", inquirió manteniendo ese tono desagradable. Carolina comprendió a qué se refería. Incluso de hallar las palabras correctas, estuvo segura de que no podría describir el dolor que la atravesaba.

Lo apartó de un empujón manteniendo los ojos cerrados y se levantó de la mesa, casi tropezando.

"¡Eres un imbécil!", se quejó, conteniendo las lágrimas. "Te di mi virginidad, ¿¡cómo puedes decir eso!?".

"¡Nada que una simple cirugía no pueda resolver!", se burló.

Carolina gritó de rabia, dio unos pasos hacia delante y abrió los ojos para ver por dónde iba. Se fijó en el joyero que estaba en el piso y, con el impacto de la caída, se abrió para exponer un impresionante collar de diamantes. De una patada lo apartó y abandonó furiosa el despacho.

Máximo, quien fue testigo de todo, negó con la cabeza.

'¡Si cree que me engaña, se equivoca!', pensó, enojado.

Mientras tanto, César estaba en la capital, furioso a más no poder.

"¿Qué pasa, hijo mío?", preguntó Yolanda, apoyándose en el marco de la puerta y mirándolo.

"No fue Eloísa la que se casó con Máximo", se quejó él, levantándose.

Su madre, una mujer mayor, entró en la oficina.

"Déjame ver a la chica", pidió.

César, quien tenía una foto de la familia Navarro en su computadora, abrió el archivo. Yolanda señaló a la impresionante joven de cabellos oscuros y ojos color miel.

"¿Es ella? ¡Pero si es bellísima!".

"¡No tan hermosa como su hermana, Eloísa!", se quejó César, señalando a la muchacha rubia.

Yolanda examinó a las dos jóvenes.

"Para mí, Carolina es más bella. Tiene un aura mucho más suave", afirmó. "La otra parece arrogante. ¡Fíjate en su expresión!".

Todos estaban de acuerdo en que la menor de las Navarro era preciosa, aunque tenía un carácter difícil por estar demasiado mimada. Sin embargo, César era consciente de que muchos hombres deseaban salir con ella, lo que le sumaba valor. Quería lo mejor para su hijo, lo cual incluía a una mujer digna de concebir los futuros herederos Castillo.

"Mamá, pero...". Empezó a protestar; fue interrumpido por la voz tranquilizadora de Yolanda.

"Cálmate, César", interrumpió su madre. "Míralo desde otro punto de vista", añadió, poniendo una mano reconfortante en el hombro de su hijo. "El que esta chica no sea tan solicitada como otras hace más probable que tenga los pies en la tierra y sea humilde. Nuestro muchacho necesita a alguien así, ¿no crees? Y recuerda que Eloísa ya lo ha rechazado sin la menor consideración. ¡Ni siquiera se dignó verlo!".

César frunció el ceño, pensativo. Al cabo de un momento asintió.

"De acuerdo, no diré nada a los Navarro. Al menos, todavía no".

Yolanda sonrió volviendo a centrar su atención en la foto de Carolina que había estado admirando. Algo en la chica le hizo pensar que sería la pareja perfecta para Máximo.

Más tarde, ese mismo día, Carolina permaneció encerrada en la habitación, perdida en sus pensamientos y rehusándose a bajar para comer. La puerta no tardó en abrirse con un chirrido.

Sobresaltada, la chica dio un respingo, sujetándose la almohada que tenía en el regazo, donde había estado leyendo un libro.

"Pero... ¿¡Qué demonios está pasando aquí!?", exclamó, ahora irritada.

Sin embargo, no había nadie delante de su puerta.

Obtenga su bonus en la App

Abrir
1 Capítulo 1 Cásate2 Capítulo 2 Noche de bodas3 Capítulo 3 Exigir explicaciones4 Capítulo 4 De descanso5 Capítulo 5 Se fue6 Capítulo 6 Lesionada7 Capítulo 7 Lo quiero8 Capítulo 8 Vibrador9 Capítulo 9 Lo volvió a hacer10 Capítulo 10 Doctor11 Capítulo 11 Mi mujer12 Capítulo 12 No te traicionaré13 Capítulo 13 La amaba14 Capítulo 14 Ansioso15 Capítulo 15 Visitar al médico16 Capítulo 16 Por poco la pierde17 Capítulo 17 Confía en mí18 Capítulo 18 Cuidarlo19 Capítulo 19 La familia Castillo20 Capítulo 20 Te ves más sensual que nunca21 Capítulo 21 No puedo soportarlo22 Capítulo 22 La fiesta23 Capítulo 23 Malentendido24 Capítulo 24 Encuentro25 Capítulo 25 Una distracción26 Capítulo 26 Ella golpeó al alcalde27 Capítulo 27 Seremos padres28 Capítulo 28 Confía en mí29 Capítulo 29 Engañada30 Capítulo 30 Máximo regresó31 Capítulo 31 Va por buen camino32 Capítulo 32 Otra vez33 Capítulo 33 El chisme del pueblo34 Capítulo 34 Nueva etapa35 Capítulo 35 Cenar con los pequeños36 Capítulo 36 Vas a apestar37 Capítulo 37 Esto es un error38 Capítulo 38 Los papeles de divorcio39 Capítulo 39 Buscar a Carolina40 Capítulo 40 Sí41 Capítulo 41 En la clínica42 Capítulo 42 Fuera de mi camino43 Capítulo 43 Ayúdame44 Capítulo 44 Decisiones45 Capítulo 45 Decidido46 Capítulo 46 Casi47 Capítulo 47 Mi hijo48 Capítulo 48 Recuperación49 Capítulo 49 Bernardo50 Capítulo 50 La llamada51 Capítulo 51 Videollamada52 Capítulo 52 Mío53 Capítulo 53 Juego limpio54 Capítulo 54 Aceptas55 Capítulo 55 Pequeño error56 Capítulo 56 Conspiración57 Capítulo 57 Juntos58 Capítulo 58 Un príncipe59 Capítulo 59 Atractivo60 Capítulo 60 Recuerda61 Capítulo 61 Gala62 Capítulo 62 Gala 263 Capítulo 63 Contrólala64 Capítulo 64 Sí65 Capítulo 65 Cómo está ella66 Capítulo 66 Revelaciones67 Capítulo 67 Secretos68 Capítulo 68 Regresar a casa69 Capítulo 69 Un momento importante70 Capítulo 70 Él se puso extraño71 Capítulo 71 Salir del hospital72 Capítulo 72 Disimulado73 Capítulo 73 Ayudar74 Capítulo 74 Otra vez75 Capítulo 75 Té de la tarde76 Capítulo 76 Recuerdos77 Capítulo 77 Estresada78 Capítulo 78 Encuentro79 Capítulo 79 Viajar80 Capítulo 80 Me crees81 Capítulo 81 Qué quiere ella82 Capítulo 82 Resuelto83 Capítulo 83 Cartas sobre la mesa84 Capítulo 84 Desaparecida85 Capítulo 85 Compromiso86 Capítulo 86 Compromiso II87 Capítulo 87 Un paseo por el museo88 Capítulo 88 El resultado de la prueba de embarazo89 Capítulo 89 Los preparativos de la boda90 Capítulo 90 La boda91 Capítulo 91 Muéstrame tu celular ahora mismo92 Capítulo 92 De regreso a la finca93 Capítulo 93 Emilia94 Capítulo 94 Cómo sucedió95 Capítulo 95 La verdad96 Capítulo 96 Seguir la tradición97 Capítulo 97 Respira hondo98 Capítulo 98 En el hospital99 Capítulo 99 Traición100 Capítulo 100 Mantener las apariencias