Un matrimonio de conveniencia
ismo!", ordenó
ra fácil de reconocer, al
a, acostándose de nuevo
sta el comedor?", la amenazó. Parecía
que estamos hablando de lo que yo quiero, ¿po
ntó incrédulo, sorprendi
ntonces, tendría que mostrarse de una vez ante ella. Además, se al
pagado?", le preguntó, ha
a de a
es mi c
er!", replicó ella, dejándolo sin nada q
a a la puerta, y
camisón corto que dejaba poco a la imaginación. No pudo evitar admirar las pi
Debe de haber sido muy fácil para ella divertirse
y frunció el ceño, incapaz de creerlo. Pero c
bronceada, lo que indicaba que había estado al sol. Llevaba unos vaqueros oscuros, un cinturón con una gruesa
o visible, comprobó lo guapo que era: labios algo carnosos, de un tamaño acorde con su rostro, nariz que parecía esbelta, pero no podía estar segura de
ojos llenos de furia. Fue entonces cuando Carolina recordó que
éndole el cuerpo con la vista
, se mofó mirándola de arriba abajo, curi
de acción en la oficina", replicó la chica con tono serio, mirándo
cibió el perfume de Máximo. Era a
miraras, ¿no?". Su
lara advertencia de su marido. "¿O qué? ¿Vas a sacarme lo
uo! Lo dices por m
ás loco...". Una voz en el fondo de su mente le advirtió que
norme, mucho más grande y fuerte que Gaspar. U
ica, la levantó sobre la cama y la hizo arrodillarse an
do!", se quejó, intentan
eño trozo de tela. Aflojó el agarre y se dirigió hacia la puerta, que cerró de un portazo co
supo lo que quería. Incluso si también lo d
ijo. Por tanto, antes de c
era de servicio esta noche", habló con amargura, viendo
puerta c
jidad. ¿De verdad lo estaba recha
áximo era consciente de que se
los esposos? ¡Esta debería ser nuestra l
oche no trabajo. ¡Lárgate!". El tono áspero de su voz la hizo parecer, a
, no solo de tristeza, sino de rabia y fru
o antes en la oficina, ella sentiría la misma pasión y se entregaría a él. D
ó a reír, tirando
ece más bien una inv
afiladas y dientes puntiagudos', pensó con amargura, sin esperar que tuviera el valor de lanzarle algo, por lo
lina lo observó, incrédula. No