Mi vida con el hombre más rico
Autor: CATHERINA CAMPILLO
GéneroRomance
Mi vida con el hombre más rico
Queriendo defenderse, Meagan se apresuró a decir: "Pero ya lo lavé, ¡lo juro! ¡Lo limpié correctamente!".
Al escucharla, la encargada de la tienda levantó una ceja y se burló con desdén: "Ah, ¿sí? Y si según tú solo lo usaste un día, ¿por qué lo lavaste? ¿De verdad te lo pusiste para una boda? ¡Porque está tan sucio que yo diría que esa fiesta fue en una granja apestosa!".
Avergonzada por las burlas de la mujer, Meagan se sonrojó y agachó la cabeza.
A decir verdad, lo que vivió durante el día de su boda no fue mucho mejor que cultivar en un campo fangoso. Esa mañana llovió tanto que ella tuvo que caminar una distancia enorme por el camino de la montaña, y esa fue la razón por la que su vestido de novia y sus zapatos inicialmente blancos se habían ensuciado y terminaron llenos de lodo.
Luego de revisar cuidadosamente el vestido, la encargada le dirigió una mirada de desprecio a Meagan.
"Incluso si la prenda se ensució y tuviste que lavarla, ¡tenías que hacerlo en seco en lugar de utilizar agua! Pero creo que ni siquiera sabes lo que es limpieza en seco, ¿verdad?".
Al ver que la joven parecía una presa fácil, la mujer se rio de ella y la humilló aún más: "No sé si te habías dado cuenta, pero esta es una tienda de vestidos de novia. De hecho, esta es la primera vez que alquilamos uno. Lo que no entiendo es, si ni siquiera puedes pagar un vestido, ¿entonces por qué te casaste?".
"¿Quién dice que es obligatorio comprar un vestido de novia si alguien quiere casarse? ¿Hay alguna ley que lo diga? ¿O solamente lo estás inventando para intimidar a la chica?", de repente, una voz profunda y sombría se escuchó desde la puerta de la tienda.
Pensando que esta voz le parecía familiar, Meagan se dio la vuelta y se encontró con Zayden, quien acababa de entrar y tenía una mirada tan escalofriante en sus ojos que haría temblar a cualquiera.
Evidentemente estaba furioso, y solo bastaba mirarlo para percatarse de ello.
Frunciendo el ceño, Zayden caminó hacia Meagan y la envolvió en sus brazos. Luego, miró a la encargada de la tienda y se vengó de ella por avergonzar a su esposa en público: "Además, su anuncio dice claramente que se alquilan vestidos, ¿no es así? De hecho, la palabra 'alquilarse' está escrita en letras más grandes y oscuras. ¿Estás ciega o qué?".
"Yo... eh...", la mujer estaba tan perpleja que se quedó muda.
Por su parte, él aún no había terminado: "Hablas como si los vestidos de novia en tu tienda fueran sumamente elegantes y de la más alta calidad. ¡Ja! La verdad es que son tan ordinarios que ni siquiera hay necesidad de comprarlos".
En este punto, la encargada había tenido suficiente, así que apretó los dientes hacia la pareja y replicó: "¡Si no pueden pagarlo, entonces dejen de inventar excusas estúpidas! ¿Cómo se atreven a decir que nuestros productos son comunes y corrientes? ¡Nuestra tienda solo vende vestidos personalizados de alta gama!".
Al escuchar esto, Zayden esbozó una sonrisa sarcástica y su mirada se posó en un vestido que estaba en medio de la tienda.
Se trataba de un vestido estilo cola de sirena, el cual estaba hecho para resaltar la figura de quien lo usara. Estaba decorado con delicados hilos de oro y también había una serie de pequeños diamantes en el área del pecho.
Entre todos los vestidos exhibidos dentro de la tienda, este era el más llamativo y sobresaliente, pero aun así, no era tan lujoso en comparación con los vestidos que Zayden había visto antes.
Cuando se dio cuenta de que esta prenda en particular había captado la atención del hombre, la encargada se burló.
"Puedes seguir mirándolo todo lo que quieras, ¡pero estoy segura de que nunca podrás pagarlo!", entonces, ella se giró hacia Meagan y continuó, "¡Lo siento tanto por ti! Aunque eres muy hermosa, cometiste el gran error de escoger a un pésimo hombre. ¡Qué desperdicio!".
Pero en lugar de ponerse triste, Meagan sintió que su sangre empezaba a hervir de rabia y explotó: "¿Quién rayos te crees para cuestionar la relación entre mi marido y yo? ¡No te metas en lo que no te incumbe!".
En cuanto la escuchó, Zayden la miró anonadado. Esta chica, quien había sido obediente, tímida y tolerante desde que se conocieron el día anterior, acababa de comportarse como una persona totalmente distinta. ¡Incluso estaba discutiendo acaloradamente con otra mujer!
De pronto, Meagan dio un paso adelante y fulminó con la mirada a la encargada de la tienda: "¿Sabes qué? Devuélveme el vestido de novia que alquilé y lo llevaré a lavar en seco para poder devolverlo más tarde. Pero primero, ¡tienes que disculparte con mi esposo por hablar mal de él!".
"¿Qué?", la mujer preguntó en un tono sumamente indignado, "¿Por qué haría eso? ¡Debes estar bromeando!".
Generalmente, Meagan era una persona tímida y que hablaba con suavidad, pero dependiendo de la situación y con quién estuviera lidiando, podía transformarse en una fiera. De hecho, hasta podía tolerar que otros la intimidaran, pero si alguien se atrevía a meterse con sus allegados, era una historia diferente.
El ejemplo perfecto de esto era Zayden, pues aunque lo había conocido ayer, ella ya estaba haciendo todo lo posible por defenderlo. Aparte, ahora que él era su esposo, Meagan menos se andaría con rodeos.
Con las mejillas sonrojadas de coraje, la joven repitió: "¿Acaso no me escuchaste? ¡Te dije que le pidieras disculpa a mi marido!".
Poniendo los ojos en blanco, la encargada se burló y simplemente la ignoró.
Al ver que esta discusión no los llevaría a ningún lado, Zayden palmeó el hombro de Meagan y murmuró: "Está bien, no necesito su disculpa. Como sea, ¿te gusta ese vestido de novia?".
"¿Qué? ¿Ese?".
Entonces, ella se giró hacia la dirección que él estaba señalando en el centro de la tienda y quedó fascinada con el vestido que estaba allí, el cual era bellísimo.
Pero, ¿por qué Zayden le había preguntado eso? ¿Qué se traía entre manos?
Sin dejar de sonreír, él sacó lentamente una tarjeta de su billetera y la puso sobre el mostrador: "Ya que a mi esposa le gustó ese vestido, nos lo llevaremos".
Después de que dijo esto, el ambiente en la tienda se volvió extraño, la encargada abrió los ojos como platos y hasta Meagan estaba boquiabierta.
Unos instantes más tarde, esta última tiró de la manga de su esposo y le dijo en voz baja: "¿Qué estás haciendo? ¡Nuestra boda ya fue! ¿Para qué quieres comprar un vestido de novia?".
Pero Zayden se encogió de hombros como si nada y respondió: "Solo piensa en ello como un recuerdo del día de nuestra boda, ¿okey? Además, este es un vestido de alta costura. ¡Debes tener uno!". Luego, miró a su alrededor y agregó: "¿Podría ser alguien tan amable de venir y tomarle las medidas a mi esposa?".
La encargada, que había sido grosera desde el principio, finalmente recobró el sentido e inmediatamente puso una sonrisa halagadora, seguida de una respetuosa reverencia: "Señor, ¿de verdad va a comprar el vestido?".
"¿Acaso necesito repetirlo o qué? ¡Saquen las medidas de mi esposa en este instante!", Zayden exclamó irritado.
"Okey, llamaré a alguien para que se encargue de eso...".
Al escuchar que la encargada de la tienda entraba en pánico, él arqueó las cejas y preguntó: "¿Por qué vas a llamar a otra persona? ¿No puedes hacer algo tan sencillo como sacar unas medidas? Es parte de tu trabajo, ¿no?".
Nerviosa y avergonzada a la vez, la mujer no supo qué decir y se quedó callada.
"Apresúrate o tendré que cambiar de opinión".
Aparte de que la actitud de este dominante hombre la había intimidado, la tienda no había tenido grandes ventas en los últimos días, por lo que la encargada sentía que esta era una gran oportunidad.
Con esto en mente, ella sacó la cinta métrica, y sin más preámbulos, caminó hacia Meagan y dijo: "Señora, permítame ayudarle con las medidas...".
Pensando en que la encargada había pasado de ser de una tigresa salvaje a una gata ronroneante, Zayden soltó una risa burlona y le dirigió una mirada sombría: "¿Qué estás haciendo? Jamás podrás obtener el tamaño correcto del dobladillo si lo mides de esa manera. ¡Arrodíllate frente a mi esposa y hazlo correctamente!".