RESURRECCION: El Misterio de Victoria. LIBRO II
a clase. Tenía que aceptarlo ¡Yo estaba marcada por la mala suerte! Entré y me senté ignorando todo a mi alrededor y concentrándome solo en lo que decía la profesora, hasta que recordé q
ví a oír la petulante
da? -sus amigas comenzaron
es motivo para hacer chistes -luego refiriéndose a mí: -Y us
fesora, no vol
a Margot, ella hizo lo mismo. No se podía negar que era bonita, pero tod
a nos dieron permiso para retirarnos a nuestras habitaciones. Me di cuenta de que muchas optaban por quedarse en el patio a conversar y otr
stuvo tu
contesté, causándole
do a aflorar tu sentido del humor.
un poco cansa
igual que mi tío Andrés descubrió lo
ya tienes una; claro, aunque ya no soy una jovencita -dijo en tono juguetón para luego sugerir: - ¿Qué te pa
sin escudos, al igual que lo era cuando estaba con mi abuela. Me mostró los rincones del internado que no c
rápido se
Desde que llegué aquí los
pendiente requiere mi presencia inmediata, p
. Cuando llegué a la puerta oí ruidos, y entonces recordé que hoy llegaba mi compañera. El paseo había logrado que lo olvidara por completo. Introduje las llaves y abrí lentamente. En efecto, ante mis ojos estaba la persona con la que compartiría, el que debió ser solo mi espacio. Ella yacía de espalda sacando l
una muchacha muy bella. Tenía el cabello rubio, cobrizo, de rulos perfectos que le caían a mitad de la espalda; y sus ojos eran grandes y verdes. Frente a mí yo tenía una muñeca tipo "Anime." Si Margot que
cómo mi compañera de cuarto me miraba
de tus ojos, son diferen
mbién son bonitos -res
era? Tu acento
con las respu
recer me había precipitado en juzgarla, esta chica no había resultado ser tan odiosa c
as mucho
y p
en equilibrio, créem
e. Si íbamos a estar en la misma habitación te
oria Montesino
a alguien. Esas palabras se sentían tan extrañas en mi
una de esas niñas mimadas e insoportables que vi en el patio. Eso me tenía en verdad preocupada. Hasta
ríes? -me preguntó ext
a reír ante mi confesión -aunque debo decirte q
rque le faltaría a la promesa queliviadas de descubrir
adía. Ella no era el monstruo que imaginaba, sino todo lo contrario. Ahora solamente me quedaba esperar que no vol