RESURRECCION: El Misterio de Victoria. LIBRO II
aban pendidos a lo largo y ancho. Aquella blancura amenazaba con dejarme ciega de un momento a otro. Suspiré y caminé buscando un color fuerte que contrarrestara lo inmac
ado por el jardín, que quedaba justo al frente del mío. Mi curiosidad entró en receso cuando la madre Caridad irrumpió en la alcoba (ese era el nombre de la religiosa que nos había recibido) Al e
ije por simple curiosidad, por suponer que eso
l que ambos grupos se pueden mezclar es en las actividades extracurriculares y en
lteró: en la habitación no había una sola cama, sino dos; al igual que dos escritorios y dos armarios. Eso no
Esto era lo q
ormarte, tu compañera de cuarto llega mañana y los uniformes están en el armario. El tuyo es el del lado izquierdo -le sonreí por cortesía como siempre procedía cua
hausta del viaje, así que me recosté y en cuestión de minutos quedé dor
*
, pero una vez en el baño, en cuestión de minutos, ya estaba casi lista. Me miré al espejo. El uniforme no me pareció tan desagradable, la falda plisada era de cuadros, de colores negro y gris claro; la camisa blanca, de ma
jo - ¡Es hora de colocarse la armadura
indicio de valentía. Por un momento cruzó por mi mente hacerme la enferma. Luego reflexioné: hoy podía fingir sentirme mal, pero... ¿Mañana qué excusa inventaría? Me calmé y caminé hacia la puerta. Al abrirla me encontré con el rostro de una dama, que aparentaba unos treinta y dos años de edad.
a! Vine a ver s
ya lo
tudiantes están en la formación. Debes apurarte, no q
que los minutos en los que me había quedado m
Ya te acostumbrarás -. De verdad que necesitaba esas
sola palabra y mi acompañante se limitaba a sonreírme, hasta que llega
miró mi rostro y notando mi tem
finitivamente te fortalece -Tales palabras me infundieron valor, pero yo no quería en e
ación. -Mi nombre es Rebeca-. Seguidamente, tocó mi mano para reconfortarme y me dijo: -Victoria, incorpórate. Estás en el terce
a de lugar que me sentía que por
ciega? -rezong
ntinuó con su mala educación y de respuesta,
nzarla al piso por grosera. Era evidente que se trataba de una niña mimada. Por si fuera poco, vi cómo