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Wallis Simpson, jaque a la corona

Capítulo 9 La dama oscura

Palabras:3638    |    Actualizado en: 14/10/2022

ITU

AMA

Buckhingh

r su pasión por estar juntos y retaron a la más rancia monarquía del mundo, la inglesa. Lady Diana, muestra en la fotografía elegida una sonrisa que en nada denota la tristeza que a menudo la invadía y el dolor que la guerra contra su ex suegra le producía. La reina se siente un poco más liberada de aquella pesadilla que fuera su nuera, y se apoya en su interesado hijo, que ha rehecho su vida junto a Camila Parker Boules. No será reina, pero reinará junto a su regio esposo, algo

hos desagradables-hacía mención velada la reina de los sucesos aun sangrantes por la muerte de lady Diana-tu boda con “ella” –evitaba Elizabeth II nombrar a Camila, su rival ante los súbditos de la corona,-no

dad como para disfrutar de sus privilegios. La economía comenzaba a preocupar más que la monarquía a los ingleses, y esto le daba un balón de oxígeno a

o evitarlo a toda costa. No s ele concederá la ciudadanía británica desde luego, de eso ya me he ocupado, es necesario que abandone voluntariamente el suelo inglés. Ya he dado las ór

fecta cuanta de que no accedería a la ciudadanía inglesa ya jamás. La flema británica acompañada de su bien conocida xenofobia, le impedían penetrar en los entramados políticos y económicos como él querría. Junto a este el encargado de

da cada muchos años, pero Alá le castigará con otra mujer peor de lo que ella cree. Esa Camila Parker Boules, le dará los problemas que no espera. Mi hijo-se emocionaba Al-Fayed, ya no lo ve

te le condujo hasta la parte alta en la zona donde reinaba la cúpula del edificio y allí en su palacio particular, se dejó caer abandonándose a oscuros pensamientos. Una bola de cristal que contenía una casita con su tejado a dos aguas cubierta de fal

otra vez, de una manera nerviosa que nunca había observado en este. A lo lejos una línea de humo negro, indicaba que un nuevo navío hacía entrada en aguas del puerto de Londres, en

vo a punto de abrazarle, conteniéndose tan solo por esa educación ingles

nuestros proyectos-la incluyó en ellos sin pensárselo do

es una ciudad que creo m

ntes de mayor rango. Creyó que le gustaría a su dama pernoctar en el aquella noche y seguir al día siguiente al condado de Kent, donde se ubicaba su casa de campo. A Wallis le pareció que estaba bien instalado y que aun se podría mejorar con los contactos adecuados la influencia que ejercía, su ya casi esposo, en los negocios de la City. La decoración por supuesto dejaba mucho que desear, pero

sen retener de su mano las aspiraciones a que alentaba como si suyas fueran, a Ernest. La casa era una base de operaciones bastante aceptable, y estaba dispuesta a darle su toque de distinción, que la convirtiese en la discreta mansión, que le serviría de trampolín par a introducirse, en la alta sociedad londin

scasos tiempo, que el mundo entero se sorprendería. En las semanas siguientes la casa adquiriría un aspecto completamente diferente y resplandecería como si en realidad fuese una mansión ocupada por personas de calidad. Pero Wallis se preparaba para una prueba mayor, la primera fiesta de gala en la ciudad dada por el embajador francés en honor del rey Jorge V. Wallis con aquel brillo especial que tan solo parecía cuando se sentía en su ambiente preferido, dispuso su ritual preparatorio, como s

con Wallis de su brazo y esta sonreía con agrado a quienes se cruzaban ante ellos. Las columnas que sujetaban los capiteles antropomorfos, que reinaban en el Olimpo de las alturas servían para encuadrar la cúpula,

con los grandes magnates del acero y el carbón su marido

r en nada que no fuera lúdico. Juntas recorrieron el gran salón y Thelma le fue presentando a los barones del reino, que quedarían prendados de la dama americana, como los insectos quedan presos en la tela de la araña. Ernest veía con ojos atónitos como la elección de Wallis, como esposa, había sido algo ya previsto en las alturas de los cielos mismos, que deciden el futuro de los hombres, y traman los sucesos a seguir. El embajador

ió la tapa de una caja dorada recargada de tallas rodo en derredor y sacó de el

de llevarlo?. Perteneció a la duquesa de Montpelier una dama de alta alcurnia que dominó los ambientes

se Wallis a sabiendas que debería hacerlo que el emba

que aceptó el broche sin resistencia, y bajaron al gran salón donde el baile y la música proseguían sin ellos, para brillar ante los varones que allí se daban cita, como una hechicera que engatusaba a q

ses y de dos ingleses, concretamente galeses, que le proporcionarían pingües beneficios en un futuro inmediato. Iba a precisar de ellos pues los gustos de Wallis iban aumentando en calidad más que en cantidad y solo las mejores joyas le satisf

omienzo a unas relacio

ha sido la cena más rentable que he disfrutado en los últimos meses. Y te lo debo a ti Darli

de negocios y que nos pueden introducir de manera permanente en la alta sociedad.-los intereses de

estabilidad que mantenían alerta a los gobernantes de las naciones que se hallaron implicadas en la Gran Guerra. Las fiestas palaciegas eran escasas y discretas, en comparación con las que se daban en el corazón de la ciudad

ss, se convertía en inseparable amiga de Wallis y en su Cicerone particular por los salones de los lores y los sires, de más rancio abolengo. En la casa de campo de esta afortunada mujer en Borrough Court, cerca de Melton Mowbray que conocía personalmente al heredero de la Corona de Inglaterra, crecería su ambición de manera desmesurada. Las maneras afables y alegres de Wallis se perfeccionaban en compañía de los asiduos visitantes del matri

hecho de intermediario para el conocimiento de Thelma, por parte de Wallis, un aura de respetabilidad que le acercaba a la alta sociedad, saltándose los estratos medios. A menudo Wallis le hablaba de los escasos medios económicos que poseían, m

militar, enseguida supuso que de nuevo su lado más escondido iba a aflorar para hacerse cargo de algún asunto oficioso. La vida blanda a la que se estaba acostumbrando, le resultaba un tanto tediosa y se preguntaba cuando aparecería en su vida aquel desagradable químico que contactase con ella en China…ahora su país le reclamaba para algo similar estaba segur

er gruesa y de escaso gusto en el vestir, y sus dos hijas de excesiva semejanza con su madre. Era una fiesta familiar como en las que había estado Wallis docenas de ocasiones, por lo que conocía perfectamente el protocolo a seguir. Una vez sentados en la enorme mesa repleta de platos banderitas y botellas de cristal, el embajador procedió a trinchar un gra

xas, ayudado por su primer secretario, que fue su fuente de apoyo en

en estos instantes en que el mundo se convulsiona, precisamos de mujeres valerosas como usted señora Simpson. S

stados Unidos?, carezco de experiencia en tal sentido y no

amadas fiestas londinenses y nos tenga informados, como ve no es pedir demasiado, si accede tendrá a su disposición los medios precisos, entendiendo

edia sonrisa y cuando el embajador vio aquel asomo de asentimiento, se detuvo en sus argumentaciones, para dejar en sus manos el destino de los negocios de la emba

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