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Wallis Simpson, jaque a la corona

Capítulo 7 Servicios de inteligencia

Palabras:3769    |    Actualizado en: 14/10/2022

TULO

S DE INT

Galeazzo paseaba por los amplios jardines de la finca y Herman Roberts y Robert Ley, conversaban mirando por el rabillo del ojo de

quí ese entrometido fascistilla solo hará que entorpecerlos.

una sugerencia, sino una velada amenaza, que él sabía, aquel alem

e tengo, el “arma” adecuada, para ello…-dejó la frase inconclusa a propósito para

fiable que le gustaba Herman, poca gente podría sospechar de su afilia

un aspecto paradisíaco, y los setos recortados, mostraban unas aristas perfectas a la altura de la cintura de un hombre alto. Entre ellos, fuero

ondesa y criar hijos…espero que reconsideres tu situación actual y apoyes los intereses

tamos a gusto y no interferimos en nada que pueda resultar en un

tancia a sus palabras-va a tener un hijo tuyo y si eso sucede, sí que interferi

derle. Cuando logró pensar con claridad, pasados unos instantes de stupor, bajó la cabeza moviéndola de un lado a otro, como si así pudies

r con lo que tiene entre manos…nosotros-usó el plural para introducir en el problema a solucionar a Robert Ley al que Galeazzo sa

cuello a modo de amigo que lo intentara consolar, sonriéndo

cia que te ayudará a caminar por la vida con mayor atención

ó ser el único sonido reinante en aquel preciso instante en que Galeazzo miraba los ventanales del e

a puerta a quién era ahora el dueño de su destino temporal. Una brisa fuerte sopló al crearse una corrien

señor Ley, de seguro tiene

e lo reclama y los tiempos son como la fruta, a cada tiempo la suya-Wallis no comprendió en princ

é pero es tan evidente…en fin dígame que tiene algo para mí, preciso de resultados en breve espacio de tiempo.

r relevancia que podré a su disposición, en cu

do que usted es una mercenaria, t

pare

o fiar de usted completamente, traigo conmigo lo que creo será

ue Wallis abriese los ojos desmesuradamente. Lo miró y en estos vio Robert Ley el químico de

omáticas que usa regularmente Herman. No habrá el menos obstáculo. Ahora por favor dígame que aun mantiene el contacto con los in

te de que debía hacerse valer ante aquel hombre a

s, además, naturalmente, de los que usted hace mención. La lista h

ebrar lo que ya consideraba una relación político-económica importante. Por esta razón colocó sus ma

n en ella, viajen a Berlín y se entrevisten con un representante del partido, que tomará las decisiones pertinentes y les dotará de los medios que precisen a fin de

r y la gloria, la rodearía como un aura mística que la envolvería para siempre, figurando en l

velada, no sería el de su vestido precisamente, sino el de la sangre que mancharía su ropa interior, y obligaría a Herman, a llevarle a un lugar discreto, donde las complicaciones, harían de ella una mujer estéril para todo el resto de su vida. Los dolores y el miedo, le harían sentir por v

er absoluto, para destruir Europa. Aun tardaría algunos años en lograrlo, pero resultaba evidente que la nación alemana, humillada en el tratado de Versalles, estaba dispuesta a depositar en aquel hombre, con un carisma inigualable, el poder de restaurar su dig

tremo, de mano de sus acólitos más recalcitrantes. Solo de esta manera podría levantar la nación germana, con una industria capaz de producir los elementos in

Wallis, ya estaban construyendo las naves que producirían las armas que el partido comunista deseaba poseer, para defenderse de un potencial ataque capitalista de parte de occidente. Por su parte los elegidos para crear el tejido industr

e manos de Rudolf Hess en oriente, donde nadie sospecharía de su inicio, como el encargado de filtrar la información proveniente de Rusia y así

a común amiga Wallis, han dado sus frutos, y este invierno se fabricarán ya en masa, las armas que el

asco que le producía, tener que tratar con quién consideraba, que más tarde o más te

, era un avispado empresario con una perspicacia que asombraba a quien le escuchaba argumentar y presionar a sus interlocutores, a la hora de conseguir sus objetivos económicos. Se hallaba en Hongkong, vendiéndoles a los japoneses una potencia en ciernes, dos navíos mercantes que deberían hacerse cargo de transportar las materias primas que abastecerían a la metrópoli nipona, en caso de ser atacados por otra potencia extranjera. De ciento dos metros de eslora y treinta y uno de manga, presentaban en e

blero, en el que las vidas de las naciones, como una débil cap

n poco conocida Wallis, de boca de algunos colegas del sector en que se movía, y más por curiosidad que por otra cosa, accedió a las pretensiones de Robert, sabedor como era, de que quien hoy es pequeño, mañana ha crecido, y no es bueno depreciar el potencial,

a, esperaba su llegada con las palabras adecuadas en la boca, dispuesta a disparar, tras asegurarse de que la presa, l

bert Ley, le invitaba a entrar en la residencia de los Rogers, como si esta le perteneciera. Wallis había elegido un sencillo vestido de color blanco, ceñido a la cintura por un ancho cinturón de piel negra y brillante, y llevaba el pel

ue el industrial norteamericano se la besara- es un honor tener

an Caplan, apreció en lo que valía aquel gesto, que la equiparaba a los varones con los que solía comerciar

ue me dice que será provechoso para ambos este encuentro. –Evitó mencionar que era ampliamente c

saber a qué pertenecían. Wallis como perfecta anfitriona, lo condujo a un salón en el que el servicio se apres

ábricas saldrán las piezas que compondrán navíos de gran porte…¿acaso son lo

, y una veintena de la clase Futbuki, además de dos acorazados clase Nagato, componen el grueso de este nego

cia para usted y para ellos disponer de cierto tipo de privilegios, que le sitúen en cabeza y no por detrás en la carrera armamentista que se está produciendo con motivo de

parte, también creo que me hallaré en condiciones de

laras, que había dado con el mejor de sus contactos a la hora de convencerle a Robert Ley, de su imprescindible presencia en tales procedimientos comerciales. El industrial norteamericano, le confirmó que dos de sus colegas japoneses eran los que llevarían a l

estas fuesen, como en el caso de ella, una hembra de peculiares capacidades y aptitudes. Se centró por lo tanto en

habían dado de que este había abandonado el salón, y había regresado sin que se apercibiesen de ello. Sus ojos escrutadores recorrían cada detalle y lo graba

irán sus impresiones conmigo? ,-Robert Ley evidenciaba la

amos hablando de la capacidad industria

qué piensa al respec

r en ciernes, y los aliados habían prohibido que dispusiera de más de cien mil efectivos, y tan solo le permitía tener una armada que contase, con ocho acorazados, ocho cruceros ligeros, y treinta y dos destructores y torpederos…la mayoría apunto de resultar obsoletos. Aquel hombre poseía la llave del poder para Alemania y no podría usa

mismo que la armada germana sería la siguiente en co

puedan dar estas cantida

acero tratado, y las piezas más sofisticadas que serán emplazadas en los navíos a su debido tiempo,

el camino a seguir una vez que Alemania recobrase la lucidez y la autoestima, para reclamar su dignidad, arrebatada por los aliados. Una idea estaba surgiendo en el cerebro de Robert Ley y le hizo sonreír, sin que

icar, ni a nada que pudiera incomodar a Caplan. Este quedó maravillado de que una mujer se saliera de los cánones habituales de su tiempo, y pudiese estar a la altura de un varón, en temas de tanta envergadura. La voz al respecto corre

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