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Wallis Simpson, jaque a la corona

Capítulo 6 La lista secreta

Palabras:4229    |    Actualizado en: 13/10/2022

ITU

STA S

carro tirado por un chino que desapareció enseguida de la vista de Wallis, dejando a su pasajero ante la puerta metálica de su portal. El corpulento varón subió pesadamente los escalones y llamó con dos golpes, tal y como

puntual

uedo pasar?-le sonrió antes de hacer

uera. Estoy preparando café, creo que como a mí

spertar la sensación de hallarse uno en casa…el té es al

lo ruego. Deberíamos considerarnos amigos, tan solo por pertenecer a

e se integrarían comerciantes y empresarios seleccionados previamente por sus ideologías, y p

n desea crear como bien ha expuesto usted, un grupo de poder económico, capaz de responder a las exigencias que requerirían los proyectos de elevar a China, a la cumbre militar en Asia. Usted posee un holding empresarial que produce au

complicado de fabricar y muy caro…los motores, sí se po

naves en las afueras de Pekín para tal propósito, y se

ner que traicionar a m

ra muy fea, señor Hei,. se trata de negocios, simple y llaname

aron a Wallis y esta se sintió dentro de una fortaleza que anheló conquistar. Los miedos de él, se disiparon y sus instintos ocuparon su lugar. Los cuerpos de los ocasionales amantes se enzarzar

a, a la hora de aptar aquel empresario. Ensayó mirándose ante el espejo, gesticulando para perfeccionar sus expresiones y la manera de mover sus brazos, manos y piernas. Posó varias veces, torciendo el gesto con desagrado, hasta que consiguió moverse como deseaba, sin brusquedad, sedu

produciría las armas y aviones necesarios para que Sun Yat Sen se convirtiera en el señor de Asia. Se programó una reunión para dos días más tarde en la casa de los Rogers a la que acudiría el propio Sun Yat Sen. Aquella tarde llegaría alguien especial a quien debería prestar toda su atención pues era un hombre poderoso no por poseer dinero o industrias, sino poder político en su país de o

er que comienza su andadura como espía en el oriente extremo. Compuso una imagen de mujer capaz de charlar con un empresario y seducirlo a un tiempo, sin despertar las sospechas de este, de que estuviese siendo manipulado. Salió del apartamento tan solo para introducirse en el auto negro que la trasladaría al centro de Pekín, donde la embajada en que los Rogers trabajaban a favor de su país, y desde donde cons

plantas y en la segunda de estas se acomodaban los Rogers, Wallis y un Robert Ley, con camisa marrón y americana del mismo color, junto al cual se sentaba Un varón de aspecto noble y recio, enjuto y de rostro afilado, y f

de poder, en el que ella misma ha intervenido, con gran éxito, debo decir…A su lado Robert Ley, representante del pueblo alemán, y siguiendo a su izquierda, el joven Gian Galeazzo Ciano, hijo del conde de Cortelazzo. No debemos olvidar a Joachim Von Ribbentrop, que viene recomendado por los Rogers y por el joven conde Ciano…Los aquí presentes, deberemos crea

las fotografías de los empresarios que colaboraban y de los agentes de distintos partidos políticos que colaboraban en sus naciones respectivas. Wallis los hojeó con cierta displicencia y fingió interesarse por uno o dos de ellos. El joven italiano y el germano apenas comprendían nada de lo que acaecía en aquella casa. Ellos creí

n de nuevo para dejar paso a una hilera de varones y mujeres, que se sentaron unos frente a otros llenando los huecos de la gran mesa central. Eran los empresarios que colaboraban en persona. No se admitían a secretarios, ni r

emplados y controlados por la emoción de sentirse, parte integrante del grupo secreto, montado por Sun Yat sen, jugaron a su favor. A lo largo de dos eternas horas, se habló y discutió de los pormenores de cómo llevar a cabo los planes del ministro chino. Se firmaron acuerdos que comprom

su cumbre. China no vería los resultados de la reunión que acababa de hundirse en la oscuridad como una piedra de molino arrojada al fondo del mar. Wallis pasaría los siguientes días pensando en cual sería su destino, tras los convulsos acontecimientos de aquella noche. Pero dos hombres habían aparecido en su vida a pesar de no ser consciente de ello aun. 1924 estaba siendo el año en que había ap

r un atestado lugar de atraque de juncos y shampanes, hervía como un hormiguero humano, en el que todo era asequible, así como comprable y vendible…la casa de Herman Rogers, se ubicaba en el centro comercial de la ciudad, que amenazaba con crecer y hacerle sombra a la potente Beijin

ndose los ojos con la mano miró hacia afuera. El día soleado aunque algo gris a causa de las nubes que no terminaban de huir de Sanghai, le ofrecía una vez más la posibilidad de realizarse para convertirse en quien deseaba ser desde tantos años atrás. Una sirvienta china llamó con dos golpes s

ndo el esplendor de la mansión misma. Tiró del cordón y una amable, casi servil c

én es?, ignoraba que hubiera llegado

iembro de la embajada norteamericana. Dejó esta nota se

mpleado no supo comprender y abrió la que le permitía situarse en el asiento del conductor. Ante ella un mundo nuevo se le rindió como si estuviera deseando que lo gobernase. Cuando se bajó le pidió muy amablemente al conductor que ocupase el lugar que ella abandonaba y se sentó a su lado de copiloto. El chófer poco acostumbrad

se convertía por instantes en una mariposa de guerra, que sobrevolaría el mundo de los hombres, manipulándolo. Instalada en las habitaciones superiores de

an como viejos amigos, sin despertar las sospechas de nadie que pud

iones capitalistas de usar el apellido de su marido, como pertenencia a tal varón.-se avecinan tiempos de crisis política y militar quiz

umbre entre los rusos-de poder, utilizaré mis conocimientos y aptitudes en pr

rimero que precisaremos es saber la capacidad ind

ué es lo que desea y

norteamericana, para que invirtieran en nuestra nación sin que sus nombres, naturalment

altó el apelativo-venga a verme den

según sea su información señora

íneas maestras de su actuación, a la hora de elegir a los candidatos y el qué decirles. Se miró y remiró en el espejo oblongo de su habitación y lo situó de manera que le devolviese una imagen de sí misma, adecuada a sus deseos. Hasta los espejos debían obedecer sus caprichos. Estos eran prácticos, y nunca, nunca, por coquetería o superficialidades, los subordinaba a nada que no fuese sus objetivos personales. En el papel de su escritorio, con letra impecable y claramente inglesa, anotó cada nombre en clave que solo ella comprendería dándoles los nombres de personajes acordes a sus facciones, tal y como ella los veía. Introdujo el papel perfectamente doblado en un sobre blanco y lo dejó en el cajón derecho de su escritorio cerrándolo con la llave que se colgó del

resultó incómodo y tedioso, pero al llegar se sorprendió de ver que era una mujer y no un varón quien iba a negociar con él. Poco a poco Wallis fue quebrando sus prejuicios y este entendió que supondría para él una inversión alzar una planta industrial en terr

itar, interrumpiendo los negocios en oriente extremo. El tráfico de mercancías en aquella parte del mundo, suponía las dos terceras partes de la riqueza occidental, y llegaban a sus puertos a bordo de barcos de vapor que surcaban el mar amarillo y el mar de Japón sin estorbo.

allis no obstante lo recibió con la faz iluminada por una media sonrisa y escuchó sus elucubraciones con sumo interés. Allí se encontraba quién podría situarle en los estratos sociales de mayor relevancia. Este le habló del naciente partido nazi que ascendería al poder en breve, de salirle los planes a Hitler como él había diseñado para la Gran Alemania. Traía consigo proposiciones muy interesa

ía concluir cuando este se fuese a Alemania, donde contactaría con el partido nazi. Entretanto decidió divertirse un poco con aquel joven varón, carente de experiencia en las artes amatorias a pesar de haber est

ios resultados. Galeazzo se enganchó a su marcada personalidad y a sus juegos nocturnos, con una pasión que hacía peligrar incluso sus más fervientes anhelos. Su cuerpo se pegaba al de ella y su sudor se entremezclaba con el de ella, en una sola fragancia, que impregnaba

e puesta en otros asuntos de mayor importancia en aquellos instantes, en que su vida comenzaba a dar un vuelco, y sus pies ascendían por los escalones de los estratos sociales, intentando asentarse en el más alto que pudiese llegar a sentir bajo sus pies. Robert Ley era inflexible cuando deseaba ver cumplidos sus o

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