Podemos conocernos de nuevo
Autor: Alessa Cole
GéneroRomance
Podemos conocernos de nuevo
Myah preparó un baño caliente para su amiga, y luego fue a la cocina a hacerle algo de comida. Sin apetito, Adeline miró el anillo en su dedo y anunció con voz ronca: "Me divorcié de Brendan".
"¿Qué? ¡¿Se divorciaron?!", cuestionó la otra tan sorprendida que casi se mordió la lengua. "¿Te hizo algo malo? ¡Qué descaro el suyo de echarte de la casa! ¡Es un idiota! ¿Cómo pudo hacerte esto? ¡Iré a buscarlo y te vengaré!".
"No te molestes", dijo Adeline y rápidamente puso su mano sobre el hombro de su amiga para detenerla mientras forzaba una sonrisa impotente. "Ya firmé los papeles. De ahora en adelante, él y yo no tenemos nada que ver el uno con el otro".
Myah todavía no podía creer lo que estaba escuchando. "¿Es en serio?".
"Sí". Tras un asentimiento, Adeline continuó: "Tiffany regresó. Mira, ella es la que en realidad le gusta a Brendan, así que por fin pueden estar juntos. No tengo por qué quedarme con él para estar en el medio".
"Pero tú...", Myah empezó a decir algo, pero se detuvo al pensarlo mejor.
Ellas dos se conocían desde siempre. Cuando eran estudiantes, siempre iban juntas a casa después de clase.
Adeline era hermosa y amable.
Myah todavía recordaba un día que tuvo algo urgente que hacer después de clase, por lo que no podría ir a casa con su amiga, y esta fue acorralada por varios acosadores de la escuela, quienes casi la violaron.
Fue Brendan quien apareció de repente y la salvó, y desde entonces, Adeline había estado enamorada de él.
Durante muchos años, ella lo amó en secreto, aunque ni siquiera sabía su nombre.
Myah le decía siempre: "Addie, ríndete. Lo viste solo una vez, y es muy probable que nunca se vuelvan a cruzar. ¿Vas a pasar toda tu vida esperándolo?".
Sin embargo, Adeline solo sonreía y respondía con firmeza: "Él siempre estará en mi corazón. Yo nunca olvidaré ese momento. Él llevaba una camisa blanca, tenía hermosos ojos, sus pestañas eran largas y espesas, y era muy alto y guapo. Todavía creo que nos volveremos a encontrar".
Myah siempre había pensado que su amiga estaba siendo ridícula.
Un tiempo después, los Dawson llegaron a un acuerdo para que Adeline se casara con alguien. Cuando Myah se enteró, esta ya se había casado con Brendan. Luego ellas cenaron juntas para hablar sobre eso, y Adeline sonrió todo el tiempo como una loca. "Estoy casada con el hombre de mis sueños. Todavía no puedo creerlo", le decía en chillidos contenidos.
"Pero en realidad no le gustas. Despierta. ¿De verdad crees que ustedes dos vivirán felices para siempre?".
"¿Por qué no? Dicen que la sinceridad absoluta puede ablandar un corazón de piedra. Dios lo trajo de vuelta a mí, y ahora yo tengo que tratar de gustarle. Seré muy buena con él, y un día se dará cuenta de que estamos destinados a estar juntos", replicó Adeline con convicción y sus ojos llenos de anhelo y felicidad.
Cuando ella y Brendan se casaron, simplemente fueron al registro civil. No hubo pasteles, flores ni fotos de boda porque, para empezar, no hubo una ceremonia. No obstante, cuando Adeline pasó un día por una joyería, gastó todo su dinero en un par de anillos con pequeños diamantes, y solemnemente le entregó uno de ellos a Brendan.
Estos eran muy simples y no parecían para nada alianzas adecuadas de boda. A pesar de que Brendan nunca había usado el suyo, Adeline siempre lo hizo.
Cada vez que Myah se lo veía en el dedo, se burlaba de ella. De todos modos, Adeline le decía expectante: "Creo que Brendan me comprará un anillo algún día".
Sin embargo, aquello no resultó ser más que una ilusión suya.
"No te preocupes por mí, Myah. Ahora sé que el amor no se puede forzar y que un matrimonio sin amor no durará mucho", dijo Adeline, encogiéndose de hombros.
Mirando a su agotada amiga y la sonrisa forzada en su rostro, Myah no pudo evitar sentir lástima por ella. Adeline ya no era esa niña con mucha esperanza en los ojos.
"¿Estás segura de tu decisión?".
"Sí", respondió Adeline con firmeza.
"Entonces bien por ti". Myah puso su brazo alrededor del hombro de Adeline y soltó en un agudo suspiro: "No es gran cosa. De todos modos, tu exmarido es un idiota. Él se lo pierde. Ya comenzarás una nueva vida sin él. Ese tarado no sabe lo genial que eres, y se arrepentirá tarde o temprano. Para celebrar tu nueva libertad, vayamos al bar y pasemos un buen rato, ¿de acuerdo?".