Sugar Mommy
onvertiría en auténtico dilema, que fuera capaza de robarle el sueño. Estaba mal, estaba muy mal, que el hijo de su mejor amiga y que además era su ahijado, le pareciera tan atractivo y la col
pero que a la vez la observaban con deseo, podría caer hipnotizada en ellos. Nunca antes s
a azul? En el que revelaba sus gruesos muslos blancos y sus abultados pechos. Acaso, ¿no le importaba que la viera con tan poca vestimenta? Era como si le estuvi
ó su mamá, mientras termin
a jugar con mis amigos p
no te sir
comeré
or, interviniendo en la
volvió a regresarle la mirada. Los azulados ojos de él, la traspas
a había preparado la cena. Pero aún le faltaba por preparar el jugo-. ¿Qué deseas para tomar,
árbol, es
e Hedrick -respondió Hanna-. Ir
Hanna Diehl, le encantaba hacer compras. Si pudie
o, pero una mano la agarró por el antebrazo, impidién
abeza, dándole a ente
eres nuestro huésped, te atenderemos c
liberó a Heleanor. Entonces se puso de pie con su
te has comportado com
un jovencito, lucía muy atemorizante y dominante-. Lo que hicimos, fue... fue un error
cautivado, no podía resistirse, no después de haber navegado en el océano de su blanquecina piel; era como una droga y necesitaba volver a proba
llegado al punto máximo de su paciencia y él era un
ina y tú mi ahijado, por Dios. Yo tenía catorce y te cargué cuando eras un bebé. Me iré al infierno por lo que hicimos y mi alma será atormentada por toda la ete
dola por la cintura-. En tu defensa; eres libre de toda culpa, de todo pecado inmoral y de cualquier crimen lega, pues no hay ningún vínculo
ca a la de ella y sus cálid
icionando a Hanna.
colocando su du dedo
o camisón de seda azul. Subió con lentitud por el trasero y se quedó quieto-. Dilo, dilo. Si lo dices ya no te buscaré. -Heleanor no respondió nada. Aunque se negaba, ella lo deseaba tanto c
a sus manos bajo las bragas de ella y palpó piel con piel, el suave tacto de los glúteos de Heleanor; a los cuales apretaba en la palma de sus manos, sintiendo la carne blanda. Ganas no le faltaban para despojarla ese diminuto y provocador camisón de seda y tomarla como suya, como aquella noche en su departamen
rtera -dijo Hanna Diehl y se quedó inmóvil a