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La Biblia de los Caídos

La Biblia de los Caídos

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Capítulo 1 VERSÍCULO 1

Palabras:4132    |    Actualizado en: 29/09/2021

es de rematar a un adversario, lo reservaba para

io solo tenía seis años, su padre le había dado una buena zurra allí mismo, delante de todo el mundo. Le había puesto sobre sus rodillas y le había azotado por haber protagonizado una rabieta en público. Mario no quería tomarse las espinacas. Años

ión en su imperturbable rostro y alargó la p

ta —dijo al fin con tono indiferent

.. —Ernesto logró dominar

lvieron la cabeza hacia la pareja, atraíd

tura —señaló Mario—. El restaurante está ll

absoluto que se produjera un escándalo,

de que creaste tu imperio solo sabes arruinar a los demás. De acuerdo, has conseguido el treinta por ciento de las acciones de mi empresa. Has jugado bien, lo admito, y has ganado. Pero te es

los labios. Eran pocas las personas que le habían v

ado era una sensación deliciosa, embriagadora, imposible de igualar. Por muchas veces que la experimenta

esopló de

ías que luego puedas despedazar para sacar dinero. La mía no es rentable y lo sabes. Levantarla de nuev

ban irremediablemente. La edad era una de esas diferencias, aunque probablemente la menor de ellas. Mario tenía cuarenta y tres años, mientras que Ernesto contaba con setenta y uno. L

erder el tiempo, así que Mario permaneció en silencio, esperando pacienteme

o imagino, pero aún no sé qué pretendes. Si no quieres venderme las acciones, es porque vas a finalizar la operación y a absorber mi

entendido. Voy a d

tembló d

ás una

uedo permitírmel

algo pe

sup

anos, desde la nada. La he construido duran

caba a la mesa con un gesto de la mano

hacer. Y tú lo conte

ión—. Dime qué quieres. ¿Que suplique? Lo haré. No te creí capaz de

n gesto de la mano. Su tel

iendo el teléfono con la mano. Ernesto estaba a punto de estallar de indignación, pero no le quedaba más remedio que aguantarse—. Bien, date prisa, no puedo hacer

sobra a su hijo para saber que lo habí

extraña. Como si no conociera a mi mujer. Estará dándose el tercer masaje del día, o perdiendo el tiempo de cualquier otro modo.

eléfono y

asado alg

os malditos perros

agarró po

ias. Quiero saber si le h

ma la mano de su padre c

ú, en cambio, puedes ir olvidándote de tu empresa.

mar

ecogió su abr

ófer cerrando la puerta de

aría como poco media hora en llegar, a pesar de estar a un máximo de cinco minutos

abogado, uno se había colado en la casa del vecino, un tipo desagradable con el que ya había tenido altercados en el pasado debido a

pero ella insistió hasta que lo consiguió. «Es por mi seguridad —había

mente de nada. Había más cámaras de vigilancia que en el Museo del Prado, pero eso daba igua

omador de leones que cobraba una fortuna por adiestrar a los perros, no atacarían a nadie si no se les gritaba una palabra concreta. ¿O era un gesto especial? Mario no lo recordaba. Pagaba mucho para no tener que ocuparse de

teléfono. Cuando recuperasen a los animales, cuando Mario pagara lo que hubier

l responsable de que se hubieran escapado y lo despediría. Lu

e Orgaz, en el barrio de la Piovera, una

e su chalé. El vecino estaba despotricando, pero su abogado parecía controlar la situación.

xigió saber Mario sal

se alegró

untó un agente de policía demasi

mi

os se ha colado

sado alg

vecino le ha

que pagar alguna multa le traía sin cuidado—. ¿Me ha denunciado porque se le ha colado un chucho en

de esos sacos de pulgas que no paran de ladrar cuando alguie

ladra y yo no me q

na confrontación. Los policías impusieron or

lo visto tres de sus perros siguen des

vo en doble fila. Se bajó un hombre mayor con la b

el abogado a Mario—. Pen

o as

escapado —le reproc

ible? —pregun

ero si le hacen

, a menos qu

tres. Vas a encontr

quear la calle. Salieron dos agentes arrastrando a dos enormes dóberman. Los animales se negab

de preocupación—. Si estranguláis a los per

tó el policía—. No creo q

asta el coche y ech

Mario y a los demás—. Pero sol

as de matar como si fuesen marionetas, con una sencillez que invitaba a pensar que cualquiera podía hacerlo. Esa era la única r

una mezcla de palabras dulces y órdenes firmes del cuidador, pero al llegar junto a la puerta se giró como un

tó el cuidador—. Nunca les habí

l policía—. Les encontram

mo? —preg

ust

ustar a esos perros. Les he entrenado personalmen

n cosa de chuchos, pero cuando miran hacia abajo y meten

e —insistió

visto —dijo el policía—. Esos perro

Todos volvieron la cabeza hacia la casa. Los perros ladraron enloquecidos en el

con el cuarto perro. Si estaba herida, tendría problemas con la

de los agentes —. Vamos co

rio cerró la puerta antes d

s pasar. Somos la policía y

guida, pero si no es el caso,

jarles pasar.

Inventa alguna excusa

ma, completamente destrozada. Aquello no podía haberlo hecho un perro, ni siquiera un hombre corriente. Se necesitaba a alguien muy fuerte para arrojar una nevera por la ventana, probablemente más de uno, eso le hizo pensar que tal vez no hubiera sido buena idea dejar a la policía al

, cariño? —gritó casi

uvo re

no había un solo objeto en su sitio, era como si hubiera pasado un tornado por allí. Una de las pare

con todas sus fuerzas. No era

una voz que definitivame

para tener un pecho capaz de emitir aquel sonido. Le recordó a la voz de un ogro que había visto en una película d

illo vio dos piernas asomando tras una esquina. Se arrojó al s

rpo. Comprobó el pulso y suspiró aliviado al comprobar que estab

, papi? —tronó la m

de lectura resuelto a enfrentarse a un ladrón, probablemente uno muy gord

dante luz natural. Había un elegante escritorio, que Mario nunca utilizaba, pero que quedaba bien, y dos sillones algo incómodo

en que le sucedía algo al animal. Estaba aplastado contra el suelo, sin moverse, y con la

ando las rodillas—. Tienes que levantarte y

o no se

or encima d

ro de ve

ba y su corazón estuv

base de piezas de cristal, más de trescientas si no recordaba mal.

la imagen que le transmitían sus ojos. Dio un paso hacia atrás

n delicadamente en el suelo como lo hubiera hecho un gatit

tremadamente pálida y daba la

ia, ¿qué te

o. Veía los labios de su pequeña moverse pero no podía creer que ese sonido saliera d

un grito desgarrador. El cuello del perro se partió. La niña sostuvo la cabeza del animal sobre la suya, dejando que una sangre de color marrón oscuro se de

convencido de qu

, papi? A lo mejor

Sintió un golpe en el hombro, algo rebotó en el suelo. No ne

*

iguos, mal conservados, que amenazaban con derrumbarse y sepultarla. La pequeña parroquia se encontraba en medio de u

a la puerta. No le extrañaba haber tardado tanto en encontrarla. Aho

erior. Había muchas velas y demasiadas columnas en un espacio tan reducido. Las telarañas eran t

abogado imaginó que se trataba de la Biblia, una lectura ideal para perder el

o contra las sucias paredes de piedra. El cura alzó su rostro angulos

ado torcido, que le superaba en altura, y se apoyó en él para caminar. Al abogado

eseas,

las palabras, como si fuera una activ

var una plegaria

e escucha a sus

cuche, ya me entiendes. —La cara del cura no varió en absoluto—. Me han hablado de

se agradecen en estos

n que estaban hechos los bancos para los feligreses, si es que había a

e hablo. Este es mucho más generoso de lo habitual. Trabajo para Mario Tancre

ió levement

no es de nuestra in

e hubiera gente que no supiera quién era Mario Tancredo, sobre todo,

este lugar, él atiende las plegarias. Y no me refiero al Señor. Me han ordenado

e siguió hasta una cruz bastante grande esculpida en la pared, insufic

tus oraciones. Espero que aquel qu

religioso. Estaban realizando un negoci

te lo ent

a. Señaló una repisa polv

ir ese tipo después d

le interesa, él se pondrá en contacto cont

o le gustó e

etendes que suelte un par de oracion

nciona —dijo mu

ario había sido muy explícito y él no cometería el error de enfadar a su jefe. En su opinión, algo había perturbado a Mario, algo que

archó camina

ó al abogado e interr

de aqu

ó de la cruz. Se sentó y le miró con unos relucie

se encogió

demon

recitó la plegaria al pie de la letra. Al f

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