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La Biblia de los Caídos

Capítulo 5 VERSÍCULO 5

Palabras:2703    |    Actualizado en: 06/10/2021

curidad de la noche—. Hay cámaras de vigilancia —añadió señ

mitieran el menor sonido, y se detuvo frente a la puerta, bajo

del Gris —explicó Diego rascándose e

l truco? —p

rón. En otra ocasión estuve decidido a descubrir la causa. Le estuve filmando casi una ho

a. La calle estaba insu

e pu

se me clavó un cristal y no veas cóm

—. Y entrad de una vez, nos

, extrañada por el comentario—.

s ya! El Gri

decir las cosas sin ladrar. Después de todo, somo

la armonía que solo puede lograr un profesional de la decoración de exteriores. La parte trasera de un todoterreno asomaba en la rampa que daba al garaje. Había un par

ón! —exclamó S

observaba todo con un gesto de aprobación—.

así mientras hay gente decente pasando dificulta

ecidir quién es decente y quién no. ¿A que sí

bien a Álex. No entendía cuál era su problema,

s que estaban atados a un árbol. Subió una pequeña escaler

ron y estiraron la cadena al máximo, tanto que parecían a punto de estrangularse ellos

a la presencia del Gris. Diego salió corriendo descontrolado en la dirección opuesta

s que esperar a

o es para tanto —dijo Sara, tra

despectivo—. Se negará a pasar p

nza a los perros, que seguían ladrando enloqu

e llamó Sara—. Vámo

zó Diego—. No pienso acerca

je —le re

as escaleras ni loco —dijo el niño—. Si se ro

camino cuando los perro

, deprisa —les

ura no era fácil de distinguir en la oscuridad. Su gabardina negra se confundía c

dijo el niño pasando lo más lejos posible de

e armar escándalo? —

peso les hacía señas desde

s sometió a una severa mirada, con un claro aire de desprecio mal disimulado. El Gris ni siquiera le vio al cruzar el

esar de que era de su misma estatura—. Si

te de aquel extraño grupo en el que debía integrarse. Cada uno parecía completamente diferente a los demás, y sin embargo se relacionaban con soltura, no con la inseguridad de quien no conoce a sus compañer

enfrente, un espejo de cuerpo entero con un recargado marco de marfil. Le pare

cerrando la puerta. Se dirigía al Gris—. Os espera

iar a Sara. Lo había escu

osante de lujo. Diego se quedó boquiabierto ante un televisor de pl

del traje tan caro que vestía. Sara le había visto en la televisión, le resultaba

y atractiva, con una bonita silueta y pechos de silicona. Lucía un vestido de noche, zapatos de tacón alto

anunció el hombr

gaz atisbo de deseo al ver el apuesto rostro de Álex, quie

illado la ostentosa dec

rno seguro... —murmuró acariciando un leó

el Gris con su habitual tono indiferent

svió su aten

un niño? —pre

o su

, tío corrupto, pu

presario internacional, tan rico como corrupto, en eso estaba de acuerdo con el niño. Era de dominio público su implicación en toda clase de estafas

de mi grupo —dijo

tentaba defender a Dieg

l brazo de Diego y lo alejó de la figura—. Si es parte de

ni se

sola mano sobre mi hija —estalló de repente la

la mujer. Su voz rezumaba odio, avers

o hago por Silvia, nuestra hija, ¿o se te ha olvidado ese det

no tiene alma. Alguien así n

orta? —repu

toques a mi hija. Er

ella mujer se estaba ensañando

as peores —se limit

—. Es el mejor, y por eso está aq

n desdén—. Tú solo confías en lo que el dinero te pro

go, me arriesgo. No pode

al Gris c

i le haces algo al alma de Silvia, si la

hó dando

de la cara, aliviado por

o me importa pagarlo, pero yo nunca hago negocios a ciega

bien claras. Si quieres garantías de que pueda liberarla sin que muera y sin que sufra daños, te has equivocado al llamarme. Yo no do

de tratar con un demonio y asegurar que triunfará. Quie

s mi p

del sol. No creerás que podríamos ser amigos y cenar juntos de vez en cuando. A mí también me g

e has llama

adie más conoce. Además, se supone que te acompaña un centinela, pero no lo veo

tá atendiendo un concilio de s

enso sellar el pacto s

justo —conv

s ofensivas alusiones y habría tenido lugar un enfrentamiento. Ella estaba indignada. Y tampoco entendía la actitud de Diego y de Álex. Se suponía que formaban un equipo y no p

ían referido. No sabía a qué hacía referencia ese título, a

de empezar —anunció el Gris—. Yo voy a

o también quiero ver al demonio. —Mario le

s—. De momento, ya sabes qué tie

dijo Álex al Gris, d

a Diego y

lo yo a él —su

jo Sara alcanzando

án tu habilidad de ra

ue no iba a cambiar de opinión. Pero se le ocurrió otra idea de repent

l exorcismo sin antes disponer

once

si me conoce, si

*

el abogado de Mario Tancredo. El pequeño hombre fu

para que la reparara, pero no sería a las dos de la madrugada. Hasta la mañana no hab

mo una cámara estropeada, así que resolvió salir él mismo a abrir la puerta. Ya se lo me

s problemas con el vecino. Pero su preocupación había sido innecesaria, ya que los perros estaban durmiendo profundamente. El abogado no recordaba haberlos visto nunca

Medía dos metros como poco. Tenía el pelo alborotado y vestía con unos vaqueros raí

llamas a estas horas?

tambaleó un poco, pero se ayudó con l

ero. He venido a echar

orracho dando la tabarr

denó el abogado—. Vet

policía no podrá ayudaros con vuestro particular prob

e que ese individuo supiera qu

estás h

. He venido a acabar con

r a la policía, y entonces apareció una mujer rubia,

ando al borracho del pelo rizado—

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