Relatos del Olimpo
si faeton no
vulcano había hecho el carro. El eje de las ruedas era de oro y de oro era el timón y eran de oro las orillas de las ruedas y eran de
milagrosa obra ejecutada hasta el detalle, el amanecer abrió detra
la siguió hasta el fin. cuando el Dios sol vio eso y cuando el cielo enrojecido y la Luna p
s arriaron desde los establos
de ambrosía uncidos al carro
rotegerlo de las quemaduras y colocaba las coronas de rayos
s sigue al pie estás i
nte; eso sí, mantén la rienda firme esto no
s, mantente en la pista amplia, sigue los surcos hechos ya por las ruedas; distribuye tu calor entre el cielo y la tierra: no muy bajo, para que no choques contra las estrellas, si vas muy alto le prenderas fuego al ci
de ella que cuide de ti mejor de
ndas o mejor cambiando de idea mientras aún tienes los pies en la tierra; antes de que tú idiota emulación te lancé a los terro
oro las aflicciones del Dios. Y subió a bordo a tomar las
eventaban por salir; sus relinchos hacían vibrar el a
aba a punto de jugar su nieto) levantó los barrotes
o desde el principio sintieron que algo no andaba bien con el carro. El peso era muy liviano era más como si un barco ligero sin tren o carga sin el peso necesario
sta. Si conductor trabado de miedo, se aferró a las brindas; era cierto él no tenía ni la fuerza ni la habilidad para l