Relatos del Olimpo
toda esa maravilla. Entonces el gran Dios le
hijo al que yo jamás negaré ¿porque es
n con
ar esa palabra y si climene no esconde alguna vergüenza detrás de tu nombre, dam
cegadora y le indicó a faeton que
prometo que lo tendrás Y aunque nunca he visto esa laguna de infierno por la cual todos los dioses en
ya faeton le pedÃa el carro del Sol y c
dijo su juramento, movió la cabeza co
a toda la creación. las fuerzas, los materiales, las leyes de toda la creación están balanceadas sobre el curso de ese carro y esos caballos. Un muchacho no puede controlarlos. Tú eres mi hijo, pero mortal,
odo el cielo cuya mano acuna el rayo, intenta poner
ia la nada, hacia la tierra y el mar tan pequeños; el corazón casi se me sale del cuerpo cuando el carro se ladea, luego la zambullida hacia el atardecer ahà uno requiere una
trario. Para que no me lleven hacia atrás como a los otros astros. ¿Qué harás con tus pies amarrados al carro las riendas e
con monstruos Y aunque fueras capaz de aferrarte a la ruta ,debes pasar entre los cuernos del gran toro, las flechas turbias del centauro de Tesalia, las fauces ab
endidos con los terribles quemadores que ellos atizan en sus amplios pechos y que arrojan llamas por su
tan sólo sus ojos pudieran ver en mi corazón y verlo llena de pena paterna. escoge cualquier otra cosa de la creación. Es toda tuya, pero lo que has escogido
e estás pidiendo, pero es jurado por la estigia tendrás lo que desea