Salvó a su amante, no a su esposa
con el olor químico del cloro y el s
de mi vida en centros de trauma como este, cosiendo cuerpos
he, yo no era
la e
cía en una mesa de operaciones con un p
aferraba al mostrador. Mi pierna palpitaba dentro de su yeso de fibra de vidrio,
? -preguntó la enf
pecho, sus ojos moviéndose nerviosament
lta. Sabía exactamente qué
estaba
e encaje. Un pequeño y prístino vendaje cubría un corte en su frente. Apenas era
vor, sálvenlo! ¡Dio un volant
s del mostrador inte
te? -murmuró una
la esposa. Está ahí parada, c
le quité la plum
o no t
ara la toracotomía? -pregunté
abrirlo para detener la
ando la líne
maba, pod
ería viuda.
uctor y oscuro, ofreciendo una libera
su dolor como si fuera el aria final de
en el amor trágico de su vida. La
ía esa sa
uma contra el
Vill
abal
te, devolviéndole la tabl
de espera VIP, ignorando los murmullos.
agónicas se
fá como un gato satisfecho. Yo no dormí. Miré el reloj,
as puertas dob
jano, con aspecto agotado-. Es
sofá como si la hub
te! -
las puertas s
La seguí, a un ritmo
n, Sofía ya estaba en escena. Estaba tendida sobr
blancas. Tubos salían de sus brazos, y un ventilad
ertos, aturdidos, de
de despejar la nieb
edor de la
e mí. Yo estaba de pie a los pie
e de
r que lloraba
aba como vidrios rotos mol
-sollozó Sofía, aferránd
surró él, cerrando
fantasma se retor
s. No había preguntado por mí. No había pregunta
ó de que su amant
sonido. Una burl
brieron de golpe. Fina
alivio desapare
ien. El papeleo habría sido una
su frente arrugándose
o que tiene
e frutas que el hospital había proporcionado para los
con la barbilla-. Está bien. Su vínculo deb
ante. Su voz era débil, per
e, Sofía
apó de los dedos
it
te que hizo que los monitores ca
su brazo-. ¡No siento los
ánguida, sacudién
provocando una cascada
a! ¿Qu
el terror desfigurando su
ulso del dedo. Arañó el suero en
que entraban corriendo a la habita
me
propio soporte vital s