Mi ex-prometido robó mis sueños
e. No era el silencio de la contemplación, sino el de un hombre sorprendido,
su habitual tono frío y distante, ah
s lo importantes que son las conexiones en este campo. El padre de Katia es un inversor im
o crudo-. ¿A expensas de toda mi reputación
uego añadió-: Y honestamente, nunca has sido de las que buscan el centro de atención. Los elogios públicos, las presentacio
aban frente a su "lógica". Pensaba que no me importaba el reconocimiento, tener mi nombre en mi trabajo, porque era callada, porque prefería los detalle
lenciosa hambre de validación profesional. Siempre había sabido cuánto me entregaba a mi trabajo. Había visto mis noches en vela, mis mad
e que me malinterpretaba tan fundamentalmente, que veía toda mi existencia a través del lente de su propia conveniencia? Mis pala
-susurré, las palabras pesad
é, el clic del teléfono un punto final, d
us últimos hallazgos a un panel de estimados críticos y líderes de la industria. Katia Flores, radiante y confiada, estaba en el podio, presentando mi model
is diapositivas, pasaban detrás de ella, mostrando los intrincados detalles de una visión que era enteramente mía. Los aplausos recorrieron la sala mi
verdaderamente innovador para la renovación urbana. La integración de material
do. Mis borradores originales, fechados y con marca de tiempo, junto al trabajo publicado. Secciones resaltadas, pasajes textuales, mostrando claramente la transferencia direc
ue brillaba un momento antes, se puso pálida como la cera. Sus ojos se movían por la sala, abiertos de pánico, su compostura cuidadosamen
nciante anónima. No había filtrado nada. Pero sentí una sombría
mandíbula apretada. Creía que había sido yo. Creía que lo había traicionado, saboteado a Katia, todo por despecho. La cruda acusación en sus ojo
z cortando la cre
e la Srta. Flores es completamente original. Carla Noriega, una ex asistente de dibujo en el proyecto, proporcionó algunos
reduciendo mi década de dedicación a una nota al pie descartable. Los susurros se intensificaron, ahora centrados en mí. "¿Asistente de dibujo? Era su prometida, ¿no?" "¿Contribución mínima? Escuché que ella
e había infligido, se volvió hacia Katia,
que esta 'asistente de di
l, mi existencia misma como arquitecta. Y luego, había descartado mi dolor, mi ira, como la envidia mezquina de una "asistente de dibujo". El desprecio, la flagrante ind